La relación con el gol de Cesc desde que es jugador del Barcelona estaba sorprendiendo a todos, desde sus compañeros hasta el cuerpo técnico. Era ponerse la camiseta blaugrana y batir al portero rival. Lo logró ante el Oporto en la Supercopa de Europa, un partido en el que, saliendo desde el banquillo, certificó el título para los culés con el segundo y definitivo gol. Una buena combinación con su amigo Messi sirvió para dar el triunfo a su equipo y para estrenarse como goleador en su segunda etapa como blaugrana.
En Liga ha marcado en las dos jornadas disputadas. En la goleada al Villarreal (5-0) anotó el segundo, al igual que en el empate del pasado sábado en San Sebastián. Su acierto la prolongó a la selección, viendo puerta desde el punto de penalti frente a Chile.
La racha ha terminado en la Champions League. Salió Cesc desde el banquillo para sustituir al lesionado Iniesta. Jugó como acostumbra: intenso, participativo, combinando y llegando desde segunda línea a las inmediaciones de la portería del Milán. Pero no encontró puerta, no pudo batir a Abbiati. Sólo el Real Madrid, en aquel partido de vuelta de la Supercopa que pasará la historia por el dedo de Mourinho, puede decir, por ahora, que también ha salido indemne de la faceta goleadora de Cesc.
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