Si alguien se preguntaba por qué la AFE eligió a Colombia como rival de España en el partido benéfico del Bernabéu, la respuesta estaba en el metro. Miles de sudamericanos llenaban las líneas que desembocaban en el coliseum del Paseo de la Castellana horas antes del choque, que se convirtió en una auténtica fiesta de los emigrantes colombianos en nuestro país.
Desde dos horas antes del pitido inicial se podía ver otro partido al que iba a disputarse sobre el césped: un duelo de banderas en las inmediaciones del Bernabéu. Colombianos haciendo sonar los claxons de su coche a la vez que agitaban sus banderas, amigos enfundados en sus camisetas tricolor, parejas con los colores de la bandera colombiana sobre su cara y familias, muchas familias, haciéndose fotos con el Bernabéu como fondo de pantalla perfecto.
Pero si eso pasaba fuera, el verdadero ambiente se iba a vivir dentro. La hora y media de antelación con que se abrieron las puertas del estadio marcó el comienzo de la peregrinación, sobre todo de los aficionados visitantes, que se hicieron notar desde el primer momento. Tanto, que cuando la organización hizo una prueba de sonido con el himno colombiano a sesenta minutos del comienzo del partido tuvo que dejarlo sonar completo ante la enfervorizada respuesta del seguidor sudamericano.
Las gradas del Bernabéu siguieron poblándose de banderas rojigualdas y tricolores por igual, aunque los colombianos se mostraron más ruidosos. La prueba fue al saltar 'la Roja' al terreno de juego. Los aplausos de los aficionados españoles quedaron en nada cuando 10 minutos después hizo lo propio el once inicial colombiano que recibió una atronadora ovación de sus incondicionales. Era su fiesta y cómo la estaban viviendo.
Con la salida de los dos equipos en un Bernabéu casi lleno llegó el éxtasis: miles de papeles de colores al viento, cientos de flashes saliendo de las gradas y una afición entregada, la colombiana, que cantó su himno como si estuvieran haciéndolo por las calles de Bogotá, algunos incluso con lágrimas en los ojos. Era el comienzo de un partido y el final de un día que muchos habían esperado con ansiedad durante meses, desde que se anunciara la visita del combinado de Hernán Darío Gómez en Madrid. El resto, el partido, es otra historia.
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