El milagro de la Volta

  • Cuando en la última semana de este mes finalice la Volta a Catalunya, Ruben Peris, su director, se dará unos pocos días antes de pensar en la próxima edición, mirará la caja vacía y empezará el siguiente bucle, ese que le ha llevado a crear de la nada la siguiente Volta a Catalunya, la tercera carrera más antigua por etapas del mundo, que subsiste milagrosamente a pesar de las múltiples dificultades.

Francisco Ávila

Barcelona, 13 mar.- Cuando en la última semana de este mes finalice la Volta a Catalunya, Ruben Peris, su director, se dará unos pocos días antes de pensar en la próxima edición, mirará la caja vacía y empezará el siguiente bucle, ese que le ha llevado a crear de la nada la siguiente Volta a Catalunya, la tercera carrera más antigua por etapas del mundo, que subsiste milagrosamente a pesar de las múltiples dificultades.

La carrera nació en 1911. Solo el Tour de Francia (1903), el de Bélgica (1908) y el Giro de Italia (1909) son más antiguas en el calendario internacional, aunque la prueba belga dejó de organizarse durante diez años y fue desbancada del podio por la Volta.

Antes de iniciarse, ya es una prueba de resistencia. Subsiste la Volta gracias al altruismo de los voluntarios, un centenar de personas que solicitan una semana de vacaciones en sus ocupaciones laborales para ejercer de improvisados conductores, motoristas, que ponen sus máquinas al servicio de la causa, o de auxiliares en las múltiples tareas que cumplir.

Subsiste por la aportación de las instituciones y de algunas firmas comerciales y resiste apretándose el cinturón hasta en detalles impensables.

Por ejemplo, si Chris Froome, Nairo Quintana, 'Purito' Rodríguez, Alberto Contador o cualquiera de los que compondrán este año el pelotón ganan una etapa saben que en el podio todo estará dispuesto, desde las flores a los maillot, todo menos el beso de las azafatas, porque el presupuesto no llega para contratarlas.

La Volta cuesta 1,4 millones de euros, 200.000 de los cuales proceden de intercambios comerciales, como ocurre con el servicio de ambulancias, los maillot o los automóviles cedidos por una marca. La partida más grande se la lleva la producción televisiva, que paga íntegramente la organización y que supone 250.000 euros.

De la misma se encarga una empresa privada, mientras que TV3, que emite la carrera, ofrece "una ventana" a la organización para que la carrera pueda seguirse internacionalmente. Por ejemplo, el año pasado se pudo ver en más de 160 países.

El montaje y señalización de las etapas son 220.000 euros más, 190.000 el alojamiento de la familia ciclista, 140.000 el pago del canon UCI de los equipos, 110.000 en premios... En la carrera participan los dieciocho mejores equipos mundiales y está muy bien situada en el calendario internacional, pero curiosamente el respaldo publicitario no estaba garantizado ni antes de la crisis ni ahora con el 'tsunami' de la misma.

Económicamente es un equilibrio imposible y también lo era para la UCI hasta hace un par de años. Entonces se interesó por los números de 'la Volta' y, tras elaborar un informe, descubrió con sorpresa cómo gestionar una carrera sin generar pérdidas y con una notable participación.

En estos días previos, Peris, que lleva diez años como presidente de la UE Sants y treinta en la organización de la carrera, aún se despierta pensando en algún detalle que no está cubierto o cómo la organización pagaría en el caso de que alguna de las motos de los voluntarios sufriera algún percance.

Ahora la caja está llena. Hay un acuerdo durante los cuatro próximos años con Calella para organizar la salida y otro con Barcelona para la llegada, pero el presupuesto se contiene desde hace mucho.

Como si de un personaje de un cuento de Julio Cortázar se tratara, Peris espera que todo acabe de la misma manera para empezar el círculo. Asegurarse de que la caja está vacía como síntoma de que todo vuelve a empezar. Es el milagro de la Volta.

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