La segunda victoria de Nadal en Wimbledon reafirma al número uno también en hierba

  • Londres.- La segunda victoria de Rafael Nadal en Wimbledon confirmó que su primer éxito en el Gran Slam sobre hierba, en 2008, no fue algo fortuito y que el español está más que capacitado para ser el rey de cualquier superficie.

Nadal casi se asegura acabar la temporada como número 1 mundial
Nadal casi se asegura acabar la temporada como número 1 mundial

Londres.- La segunda victoria de Rafael Nadal en Wimbledon confirmó que su primer éxito en el Gran Slam sobre hierba, en 2008, no fue algo fortuito y que el español está más que capacitado para ser el rey de cualquier superficie.

Fue un Wimbledon ordenado, sin alteraciones por la lluvia, pero con dos grandes sobresaltos por la temprana caída del seis veces campeón Roger Federer y la celebración del partido más largo de la historia del tenis.

Una vez detenida la lucha del helvético, gracias a una victoria del checo Tomas Berdych en cuartos de final, se definió la figura del campeón. El camino de Nadal en busca del título se hizo ya absolutamente llano sin la presencia de Federer en la competición.

A esas alturas Nadal había sacado ya la garra que se esperaba de él. El número uno necesitó una provocación de adversidad para ir creciendo paso a paso y ronda a ronda hasta exhibir su poderío e irrumpir como un verdadero campeón en el último escalón para el trofeo.

Unas molestias en la rodilla derecha le enturbiaron durante la primera y segunda ronda y tuvo que sudar más de lo esperado para quitarse de en medio al holandés Robin Haase y al alemán Philipp Petzschner, respectivamente, y avanzar con dos costosas victorias.

Esos días el hombre de los "músculos de acero" aterrorizó a sus fieles seguidores con su baja forma y poco habituales desaciertos ante dos rivales que lo exprimieron hasta el quinto set.

Superados esos obstáculos, al tiempo que La Roja avanzaba en el Mundial de fútbol de Sudáfrica, Nadal se encaraba hacia su octavo triunfo en un Gran Slam.

Siete duelos. Siete rivales. Y siete victorias, ninguna interrumpid por la climatología.

Así llegó el Nadal renovado, tras la ausencia de 2009, a alzarse como el primer español que logra por segunda vez el "doblete mágico": Roland Garros y Wimbledon en la misma temporada.

Manolo Santana y Conchita Martínez consiguieron esa doble hazaña en 1966 y en 1994, respectivamente, pero no pudieron repetirla.

Tras los golpes arrolladores de Nadal quedaban, desolados, el japonés Kei Nishikori, el holandés Robin Haase, el alemán Philipp Petzschner, el sueco Robin Soderling, el británico Andy Murray y el checo Tomas Berdych.

La huella española en Wimbledon se vio reforzada también por los méritos del alicantino David Ferrer, que combatió por primera vez desde 2006 hasta los octavos de final y sufrió allí el poderío de Soderling.

El resto de la armada española tropezó pronto, con ocho de ellos atascados en la primera ronda.

Sólo Marcel Granollers dio una sorpresa agradable al disputar un segundo partido, mientras Albert Montañés y Feliciano López se detuvieron en el tercero, unas pérdidas tempranas que se explicarían por la superficie verde, no muy gratificante para los de pasaporte español.

Deberán seguir los pasos de Nadal para hacer de la hierba un suelo accesible y cómodo, vencer la barrera que los obstaculiza en torneos de esas características y acortar así su distancia con un compatriota que podría anotarse un "hat-trick" esta temporada si logra coronarse el próximo septiembre en el Abierto de EEUU.

No obstante, los ojos de Nadal están ahora puestos en Sudáfrica, donde su selección, su selección, jugará el miércoles ante Alemania la primera semifinal de su historia.

Apenas se mojó un día la hierba de Wimbledon en todo un torneo de dos semanas, en las que dominaron las altas temperaturas y un sol atenuante para unos británicos poco acostumbrados. Sandalias, sombreros e incluso toallas para tenderse en cualquier rincón compusieron la estética de la competición.

Si bien se consideró un Gran Slam de firme agenda, también hubo espacio para sorpresas y récords.

El estadounidense John Isner y el francés Nicolas Mahut se dispusieron en la tercera jornada a completar su partido de primera ronda, aplazado el día anterior por falta de visibilidad y del que sólo quedaba un quinto set.

Fue el gran espectáculo del torneo -mucho más que la sencilla y rápida final- ver cómo estos dos jugadores se enredaban en un partido de tal equilibrio que tardó once horas y cinco minutos en resolverse y se convirtió en el más largo de la historia del tenis.

Mucho antes de revelar como ganador a Isner, el duelo superó la anterior marca, que habían alcanzado los estadounidenses Greg Holmes y Todd Witsken en 1989 con un encuentro de segunda ronda, también en Wimbledon, de cinco horas y veintiocho minutos.

Tras un desesperante quinto parcial de siete horas y seis minutos, el marcador se resolvió en 4-6, 6-3, 7-6 (7), 6-7 (3) y 70-68 en favor del estadounidense, que extremadamente cansado se presentó sin resistencia en su encuentro de segunda ronda y puso allí fin a su participación.

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