Las mujeres que lloran al perder...y también al ganar

  • Adriana Aparecida Da Silva debió ser la mujer más feliz de hoy en los Panamericanos de Guadalajara; ganó la maratón con récord de los Juegos, pero al llegar a la meta rompió en llanto...y no fue de alegría.

Gustavo Borges

Guadalajara (México), 23 oct.- Adriana Aparecida Da Silva debió ser la mujer más feliz de hoy en los Panamericanos de Guadalajara; ganó la maratón con récord de los Juegos, pero al llegar a la meta rompió en llanto...y no fue de alegría.

"Es que me puse sentimental, me acordé de los dolores soportados en los entrenamientos y estoy conmovida porque no le hice caso a la voz que me invitó a parar", dijo la deportista brasileña de 30 años.

La idea romántica de Da Silva no fue una excepción entre las concursantes de hoy en el maratón. Casi todas exhibieron en la meta su última energía para sonreír y si no ganaron medallas, no les pasó por la mente interpretar eso como una derrota.

"Para entendernos hay que estar aquí, he llegado en penúltimo lugar y estoy radiante porque del maratón lo único que tengo claro es que debo llegar aunque me esté muriendo", dijo la puertorriqueña Pilar Díaz, colocada en el lugar 14 con un registro de 3h 15:17.

La obsesión de los maratonistas por alcanzar la meta aún cuando se hayan apagado las luces es una tendencia que ni los sicólogos saben explicar. Algunos hablan de adicción, pero al final se limitan a calificar el comportamiento de extraño.

Y es que mientras en otros deportes es usual atacar los puntos débiles del contrario, los maratonistas están dispuestos a compartir su bebida con el rival con tal de no verlo deshidratado.

Su argumento es que su verdadero oponente es el calor y la humedad y para vencerlos deben estar unidos el uno al otro.

Como suele suceder en este tipo de carreras, la de hoy fue un semillero de historias raras. Como la de la peruana Gladys Tejeda que hace cuatro días estaba enferma de gripe y hoy, al perder el segundo lugar porque la brasileña la rebasó, sintió una invitación a tirar la toalla.

"Fue extraño, se me metió un pensamiento oscuro, pero no estoy acostumbrada a abandonar, seguí con la única meta de llegar y me alcanzó para la medalla de bronce", dice como si la presea hubiera sido un objetivo secundario.

En maratón una medalla no es un premio a despreciar, pero los atletas de los 42 kilómetros suelen ser como esas personas espirituales que no detestan el dinero, pero juran que no marca la diferencia entre la felicidad y lo contrario.

Es decir, según ellos en el maratón también se puede ser feliz sin ganar un lugar en el podio.

Quizás quien mejor ejemplificó hoy la filosofía de los maratonistas fue la chilena Erika Olivera. Perdió la plusmarca de los Juegos, pero celebró el quinto puesto porque venció a la mujer que cada día aparece del otro lado de su espejo.

"No logré medalla, pero me salí con la mía porque volví a derrotar a la corredora que soy yo misma", dijo a Efe la deportista de 35 años que, como la campeona brasileña y tal vez por la mismas razones, al entrar en la meta rompió en llanto y dio gracias por el simple acto de llegar.EFE.

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