"Haz a los soldados fuertes, alimenta bien al caballo. Cuando llegue la hora de la guerra, la victoria estará asegurada". Este es uno de los lemas que rezan las paredes del Centro de Alto Rendimiento de Pekín, la capital de China donde se celebraron los JJOO de 2008. Entonces, el país más poblado del mundo lideró el medallero con 100 medallas, 51 de ellas de oro. En Londres 2012, China consiguió 88 medallas, 38 de oro.
Esta considerada como la primera potencia mundial económica y es una fábrica de campeones olímpicos. El régimen comunista invierte en sus deportistas todo el dinero necesario y más, para que a largo plazo de sus frutos en forma de oros colgados al cuello de atletas, gimnastas, nadadores, taekwondistas, jugadores de ping-pong y una larga lista de deportes dominados por los chinos.
Para formar parte del Centro de Alto Rendimiento de Pekín, los mejores médicos examinan los pulmones, el corazón o el sistema circulatorio de los niños. El régimen necesita saber en quién invierte su dinero y si tiene los genes necesarios para ser tratado como un potencial campeón olímpico. Si pasan los prueba, vivirán internados y alejados de su familia desde los cinco años.
Estos resultados y la grandilocuencia china en los JJOO contrasta con la escasa importancia que tiene el fútbol en el país. Muy pocos niños sueñan con ser estrellas del balón y si lo sueñan no tienen a su disposición los medios y los métodos necesarios para formarse al nivel de los jugadores europeos. La liga china está muy lejos de ser considerada una competición de élite, aunque en los últimos años ha atraído a futbolistas extranjeros y al público a las gradas.
Una severa sequía azota a su fútbol. La selección nacional solo ha jugado un Mundial a lo largo de su historia, el de 2004, cuando quedaron eliminados en la primera fase. Su mejor resultado lo consiguieron ese mismo año, cuando lograron el subcampeonato en la Copa de Asia.El fútbol pasa a ser una asignatura en los colegios
El Presidente Xi Jinping ha expresado su deseo de que China logre en un futuro no lejano acoger una Copa del Mundo o incluso ganarla. No puede entender cómo entre 1.300 millones de habitantes nunca han conseguido sacar un 'crack', un Messi, un Cristiano. Sus jugadores más destacados en los últimos años son Shao Jiayi, Zheng Zhi o Zhang Xizhe, que han podido jugar en ligas europeas.
El Gobierno chino ha convertido en asignatura obligatoria en todas las escuelas del país la enseñanza del fútbol, de forma que 200 millones de niños de primaria y secundaria recibirán libros de texto al tiempo que está prevista para 2017 la creación de cerca de 20.000 escuelas de fútbol que formen a más de 100.000 jugadores profesionales. Una cifra muy elevada teniendo en cuenta que en España hay 2.370 licencias profesionales y 702.480 total (datos RFEF en julio de 2014)
Según el diario South China Morning Post, los niños estudiarán el mundo del fútbol con sus reglas, su historia, sus grandes figuras, cómo trabajar en equipo y lecciones de moral. Son siete volúmenes que han llegado a las escuelas en el mes de abril. Tienen códigos QR con los que pueden descargarse vídeos con distintas tácticas y jugadas en sus teléfonos móviles.
El objetivo es conseguir una liga con más nivel, una selección que puede ser digna de acoger un Mundial o simplemente un jugador que pase a la historia del fútbol chino como su gran representante.En fútbol no vale la repetición mecánica de gestos
Según ha explicado a través de un comunicado la Fundación Marcet, creada en 1978 en Barcelona para la enseñanza del fútbol en todo el mundo, "lo que necesitan los países asiáticos es salir de un modelo basado en la simple repetición mecánica de los gestos".
"Les falta nuestro 'know how'. No saben cómo empezar a desarrollar la inteligencia en el fútbol, cómo mejorar su toma de decisiones en el campo. Eso es lo que necesitan y eso es lo que ya hemos logrado transmitir con éxito en Corea del Norte", explica José Ignacio Marcet.
El año pasado, el combinado nacional norcoreano logró ganar por primera vez el Campeonato AsiáticosSub-16 después de que sus futbolistas se formaran durante un año en Barcelona con la Fundación Marcet. "La clave ha sido transformar unos simples malabaristas del balón en unos jugadores de fútbol completos", argumentó Marcet.
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