Viaje de la Ciudad Prohibida a la olímpica

  • La lluvia que cayó durante la madrugada y el fuerte viento sobre la capital china permitieron ver con claridad el tránsito del pelotón desde la Plaza de Tiananmen, a las puertas de la Ciudad Prohibida, hasta el Parque Olímpico, un paseo que unió la antigua historia de la ciudad y la más moderna.

Carlos de Torres

Pekín, 9 oct.- La lluvia que cayó durante la madrugada y el fuerte viento sobre la capital china permitieron ver con claridad el tránsito del pelotón desde la Plaza de Tiananmen, a las puertas de la Ciudad Prohibida, hasta el Parque Olímpico, un paseo que unió la antigua historia de la ciudad y la más moderna.

La plaza más grande del mundo quedó reducida por la llegada de la caravana ciclista. Cientos de coches, decenas de motos y sobre todo, muchas personas occidentales desembarcaron ante la mirada de turistas nacionales y extranjeros que no llegaban a entender qué pasaba con aquella inesperada invasión.

Mao Zedong lo veía todo desde su posición al frente de la antigua residencia de los emperadores chinos. Un retrato de mirada lejana, con buen sol de fondo, como si el legendario líder comunista quisiera alcanzar con la mirada cada detalle de los corredores que ultimaban detalles para el despegue de la primera etapa.

Los jerarcas actuales del partido se esmeraban, mientras, con los discursos, ya con el pelotón preparado para partir. Muchas intervenciones, todas traducidas al inglés; poca atención por parte de los corredores, que charlaban entre sí con los antebrazos apoyados en los manillares.

Se oyó el disparo de salida en Tiananmen, aún florida por la reciente celebración de la fiesta nacional, pero el fogonazo apenas lo escucharon unas pocas decenas de privilegiados que, banderita roja en mano, pudieron ver el espectáculo en primera fila. Vallas, y la presencia innumerable de policías y militares dejaban claro que aquello debía estar lo más despejado posible.

Y la carrera en marcha con sol espléndido para sorpresa de los propios pequineses, que en días como éstos se obligan a abrir un poco más los ojos, ya que son muy escasos a lo largo del año. La niebla contaminante pinta de gris la gigantesca urbe de más de 23 millones de habitantes.

Hasta el circuito de la zona olímpica, a unos 20 kilómetros de Tiannamen según carrera, Pekín se paró por completo ante el paso del pelotón. Interminables avenidas, carreteras de circunvalación quedaron desiertas como pocas veces, rindiendo pleitesía a su joven vuelta ciclista. Una escena inédita que costó el esfuerzo de los conductores, parados dentro de sus coches un buen rato.

En la zona olímpica la etapa se puso seria. Un circuito de 8 kilómetros incluía lo mejor de la obra olímpica, imágenes que difundió la televisión china a conciencia, mostrando la majestuosa obra del Estadio Nacional, ese jeroglífico de hierros y hormigón conocido como el Nido de Pájaro, o el Cubo Azul que albergó en 2008 a lo mejor de la natación mundial.

Es la parte más moderna y vanguardista de la capital china, que pretende unirse para siempre al World Tour ciclista. De momento estará hasta 2014, pero es posible que sus dirigentes y su economía permitan alargar el contrato.

Nadie se acordó de la contaminación, a pesar de que el aire que se respira "no es el de los Alpes", como señaló el máximo responsable de la organización. Más cuidado tienen los ciclistas con la comida que con el aire que respiran. De carne, poca o nada, y de arroz y espaguetis, hasta que el cuerpo aguante. El Tour de Pekín y la globalización se han unido. Como la China de Mao y la del capitalismo.

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