Incursiones armadas ahogan en la zozobra al Chocó colombiano

  • Las frecuentes acciones de los grupos armados contra las poblaciones crean tal zozobra entre los afrodescendientes e indígenas del Chocó colombiano que les impide regular su vida diaria y optan por un traumático silencio.

Esther Rebollo

Lloró (Colombia), 20 sep.- Las frecuentes acciones de los grupos armados contra las poblaciones crean tal zozobra entre los afrodescendientes e indígenas del Chocó colombiano que les impide regular su vida diaria y optan por un traumático silencio.

En los últimos días se registraron al menos dos ataques atribuidos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en ese departamento selvático del noroeste fronterizo con Panamá.

El primero fue el domingo en el municipio ribereño de Lloró, zona del Alto Atrato, sin víctimas; y el segundo en un barrio de Quibdó, la capital, donde murió el lunes un policía y otro resultó herido.

Pasadas las nueve de la noche del domingo, los habitantes de Lloró apagaron la música e interrumpieron sus conversaciones callejeras entre vecinos al iniciarse un intercambio de ráfagas de ametralladora que se prolongó durante media hora, del que Efe fue testigo.

Sus pobladores, todos ciudadanos de raza negra con una presencia minoritaria de nativos embera, se refugiaron en sus casas, cerraron las ventanas, las mujeres tomaron en brazos a sus hijos entre el llanto y se encomendaron a Dios con oraciones.

La casa parroquial se convirtió en un hervidero de gente, la mayoría jóvenes, que desconcertados corrían de un lado a otro.

Horas antes esta parroquia había celebrado un homenaje al religioso marianista Miguel Ángel Quiroga, asesinado hace trece años por paramilitares en ese municipio.

"El contacto comenzó cuando se recibieron ráfagas de armas largas, entonces respondimos desde la estación, los disparos llegaban de distintos puntos", relató el subintendente de la Policía de Lloró, Raúl Gutiérrez, cuando Efe pudo acudir al fortín en la mañana del lunes.

Según Gutiérrez, "pudieron ser miembros del Frente 34 de las FARC" los que abrieron fuego desde la otra orilla del Atrato contra la oficina policial.

Sus primeras impresiones es que "la guerrilla pudo haber querido desviar la atención, quizás para mover drogas u otras mercancías por otro punto del río Atrato", agregó.

La versión oficial contrasta con las de algunos lloroseños, que prefirieron hacer ver que no había ocurrido nada y atribuir irónicamente el suceso a una celebración con pólvora.

Otros, todos ellos desde el anonimato, afirmaron que fueron disparos únicamente de la policía o, peor aún, un montaje para hacer creer que la fuerza pública está presente y así intimidar a la población.

En todo caso, esta comunidad, en su mayoría desconfiada de la policía y las instituciones locales, no descartó, entre la confusión y el miedo, que pudiera tratarse de la guerrilla que daba un aviso para recordar el pago de los "cupos" (extorsiones).

Poco después del hostigamiento armado, "aviones fantasma" del Ejército, dotados de infrarrojos, sobrevolaron la zona y en la madrugada los militares patrullaban el centro del pueblo.

Lloró amaneció así bajo una tensa calma, algunos niños no acudieron a la escuela, algunas mujeres optaron por no ir a trabajar a las minas de oro y algunos pescadores amarraron sus botes al puerto.

Mauricio Salinas, un portavoz en Lloró de la Diócesis de Quibdó y quien realiza un programa matutino en la radio comunitaria del municipio, dijo a Efe "que la falta de información solo generó zozobra y pánico", ya que ninguna autoridad dio razón a través de la emisora sobre lo sucedido.

Pero el calor tropical y las necesidades económicas permitieron que, según transcurría la jornada, comenzaran a abrir los comercios y la rutina se restaurara en este alejado lugar, rodeado de ríos y selvas.

También contribuyó la convivencia diaria con la violencia, que si bien genera traumas y silencios, termina normalizando este tipo de situaciones entre una población vulnerable y convertida en blanco de todos los grupos armados.

"El conflicto armado empezó a golpear al Chocó en los años 1996 y 1997. En ese momento llegaron los paramilitares masivamente a apoderarse del territorio del Atrato, eso provocó una reacción de la guerrilla que también reforzó su presencia", dijo a Efe el sacerdote alemán Uli Kollwitz, responsable de la Comisión Vida, Justicia y Paz de la Diócesis, al explicar la historia de violencia en la región.

"Ahora -prosiguió- no hay paramilitares oficialmente, (pero) su presencia es muy disimulada, no andan con armas largas, ni con uniformes, pero la gente les conoce, y tienen el mismo poder de intimidación; y la guerrilla está en todos los afluentes del Atrato, también ejerce control militar sobre el territorio y presión sobre muchas comunidades".

Desde que en 1998 se estableció la oficina de Policía en Lloró se han registrado 39 incursiones u hostigamientos de la guerrilla que han dejado 19 agentes de ese cuerpo muertos, afirmó el subintendente Gutiérrez.

A esas víctimas se suman más de 800 casos registrados por la Diócesis de asesinados y desaparecidos en Lloró a manos de grupos armados legales e ilegales.

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