Serenidad del gobierno en Portugal pese a anuncios de que "llega el diablo"

El primer ministro de Portugal, Antonio Costa, en el poder desde 2015 gracias a una alianza con la izquierda radical, mantiene la serenidad pese a mediocres estadísticas económicas y augurios de catástrofe anunciada.

Ante un crecimiento átono, una deuda que crece y la persistente fragilidad de los bancos, el anterior jefe de gobierno, el conservador Pedro Passos Coelho, había advertido antes de las vacaciones de verano boreal que "en septiembre, llegará el diablo" a Portugal, expresando así dudas sobre la capacidad del gobierno socialista en controlar las finanzas del Estado.

Pero la catástrofe anunciada no se ha producido: el déficit público --vigilado de muy cerca por Bruselas-- fue reducido al 2,8% del PIB en el primer semestre, un récord desde 2008. Y en todo el año, debe permanecer "claramente por debajo de los 2,5%", afirma Costa.

Esa disciplina presupuestaria se ha obtenido gracias a un alza de impuestos indirectos (gasolina, alcohol, tabaco) y a un frenazo en la inversión pública (-26,2% en el segundo trimestre).

Tras su llegada al poder a fines de 2015, con el apoyo del bloque de izquierda y los comunistas, el gobierno suprimió las tasas que pesaban sobre los ingresos de los portugueses e instauró el retorno a las 35 horas semanales en el sector público, anulando así algunas medidas de austeridad impuestas por la derecha, tras el llamado al rescate internacional en 2011.

Esta nueva orientación no es del agrado de los acreedores del país, entre ellos el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien advirtió que el país corre el riesgo de ingresar en una "espiral negativa" y perder el acceso a los mercados de la deuda.

Todos observan con atención el tipo de interés de la deuda a diez años de Portugal, que llegó a 3,4%, un nivel muy superior a los de España (0,9%) o Italia (1,2%). Y Portugal limita los daños gracias a la habitual compra de su deuda por parte del Banco Central Europeo (BCE), recuerda el FMI.

Pero el apoyo del BCE pende de un hilo: si la pequeña agencia de calificación financiera canadiense DBRS --única de las cuatro reconocidas por la institución de Fráncfort en clasificar a Portugal en la categoría "inversión"-- rebaja la nota portuguesa, el BCE podría cortar los víveres.

El próximo veredicto de DBRS está previsto el 21 de octubre, pero según los analistas, el pánico no cunde.

"Los rumores sobre la necesidad de un nuevo plan de rescate (internacional) debido a una potencial degradación de la nota soberana por DBRS nos parecen exagerados" comenta a la AFP Jesús Castillo, economista en Natixis.

La deuda pública sigue sin embargo en alza, a 131,6% del PIB, la tercera más elevada de la zona euro tras Italia y Grecia. Y el crecimiento sólo fue del 0,9% en el primer semestre, por debajo del objetivo anual del 1,8%.

"Una degradación de la nota podría conducir a Portugal a pedir un nuevo plan de rescate", afirma el analista de Commerzbank David Schnautz. Pero considera "improbable" semejante decisión pues cree que DBRS podría limitarse a una "advertencia" reduciendo la perspectiva de la nota de "estable" a "negativa".

Más pesimista, el profesor de economía Joao Cesar das Neves advierte que el "estado financiero de Portugal es muy frágil y un derrumbe de su economía parece una hipótesis realista", sobre todo porque el "sector bancario padece graves problemas".

"La situación es inquietante pero está muy lejos de ser la de 2011 cuando el déficit público llegaba al 9% del PIB" y los tipos de interés para captar fondos a largo plazo se acercaban al 10%, matiza sin embargo Pedro Lino, gerente de la sociedad de corretaje Dif Broker.

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