El debate menos visto

  • El "cara a cara" televisado entre los cabezas de lista de PP y PSOE a las elecciones europeas fue el menos visto de la joven historia de los debates electorales en España, en lo que parece ser la confirmación del desinterés por esta campaña y el aumento del rechazo al bipartidismo que reflejan las encuestas.

Luis Sanz

Madrid, 16 may.- El "cara a cara" televisado entre los cabezas de lista de PP y PSOE a las elecciones europeas fue el menos visto de la joven historia de los debates electorales en España, en lo que parece ser la confirmación del desinterés por esta campaña y el aumento del rechazo al bipartidismo que reflejan las encuestas.

Al margen de las complacientes reacciones de los propios, asegurando que su candidato fue el ganador del debate, los medios parecen haberse puesto de acuerdo en una única cosa: se habló poco de Europa y mucho de política nacional, aunque entre los asuntos domésticos tratados algunos destacan la ausencia de referencias a la corrupción o al soberanismo catalán.

Algunos digitales recurrieron incluso a encuestas de urgencia entre sus lectores sobre quién fue el ganador del debate: los resultados fueron los previsibles en función de la orientación de cada uno de los medios.

Hasta ahí, todo normal, pero lo único que se ha apartado un poco del guión de este tipo de cosas ha sido la reacción del candidato del PP, Miguel Arias Cañete, no del todo satisfecho con su participación en el "cara a cara" y, sobre todo, el argumento con el que ha explicado en unas declaraciones en Antena 3 lo complicado que le resultó debatir con una mujer.

"Si haces abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa", ha dicho el candidato del PP, provocando que Valenciano se pregunte si Cañete pretende prohibir a las mujeres participar en los debates, un aluvión de críticas en las redes sociales y que varias diputadas de su partido tuvieran que salir en su apoyo.

El propio candidato popular ha querido salir al paso de los comentarios que le acusaban de machista recordando que todo lo que sabe de agricultura se lo enseñó una mujer, Loyola de Palacio.

Volviendo a las audiencias, en junio de 2004, durante la campaña de las elecciones europeas, uno de cada cuatro españoles que se sentaron a ver la televisión los días 1 y 8 -3.263.000 y 2.962.000 personas, respectivamente-, optaron por seguir los debates entre los entonces candidatos de los partidos mayoritarios, Jaime Mayor Oreja (PP) y Josep Borrell (PSOE).

Anoche, no llegó a uno de cada de diez y, con una audiencia media de 1.836.000 espectadores y una cuota de pantalla del 9,5 por ciento, el debate Cañete-Valenciano fue el menos seguido de los celebrados hasta ahora antes de unos comicios europeos y, por supuesto, a mucha distancia de los "cara a cara" previos a unas generales.

En 2009 hubo otros dos debates, esta vez entre Jaime Mayor Oreja -que repetía como candidato del Partido Popular- y Juan Fernando López Aguilar, por el PSOE. La audiencia fue de 2.653.000 y 1.864.000 espectadores, indicando ya el progresivo desapego de los españoles por este tipo de formatos.

Nadie sabe a ciencia cierta que repercusión tienen estas cosas en las votaciones, aunque los expertos se inclinan mayoritariamente a pensar que poca.

En enero de 2012, la Academia de Televisión, que tradicionalmente se encarga de la organización de los debates políticos televisados, reunió a un grupo de expertos para hablar de la influencia de esta fórmula -de este "espectáculo", opinan algunos- en el resultado electoral.

Publicistas como Lluis Bassat o Ricardo Vaca coincidieron entonces en que los resultados de estos "cara a cara" no suelen cambiar el signo de los comicios.

Pero el más contundente fue el sociólogo Pedro Arriola, asesor del PP desde hace décadas y participante activo en la preparación de todos los debates celebrados en España, quien aseguró que, independientemente de quien esté mejor, "no pasa nada" en la intención de voto.

Arriola puso el acento en que, aunque esta fórmula, no sirve para engrandecer a un líder, si puede, sin embargo, "destrozarlo en cinco minutos".

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