La bolsa y deuda en 2011, engullidas por un "Maelstrom" financiero

  • Las bolsas y los mercados de deuda europeos se han visto arrastrados este año por un gigantesco torbellino financiero, una especie de "Maelstrom" nórdico, imposible de controlar, que ha llegado a amenazar incluso el futuro del euro.

Eva Yraola

Madrid, 14 dic.- Las bolsas y los mercados de deuda europeos se han visto arrastrados este año por un gigantesco torbellino financiero, una especie de "Maelstrom" nórdico, imposible de controlar, que ha llegado a amenazar incluso el futuro del euro.

El "Maelstrom" es un gran torbellino de agua que se forma frente a las costas de Noruega y cuyo nombre procede del holandés y significa "corriente que tritura". Es una corriente de la que, en palabras de Edgard Allan Poe y Julio Verne, es imposible escapar.

En una situación parecida se han visto este año los mercados de renta variable y de deuda soberana de la zona del euro, sacudidos por una corriente incontrolable de especuladores, y sin un salvavidas debido a la inacción de los dirigentes europeos y la desaceleración de gigantes como Estados Unidos y China.

En los momentos más intensos de la crisis las bolsas llegaron a acumular un desplome del 25 por ciento, en tanto que algunos países, como Italia, llegaron a pagar por su deuda una rentabilidad superior al 7 por ciento, algo insostenible.

El torbellino europeo comenzó realmente en 2010 con los rescates de Grecia e Irlanda, pero al año siguiente se ha intensificado hasta el punto de que se ha tragado a Portugal, ha salpicado a España, Italia e incluso Francia, y ha estado a punto de pulverizar la moneda única europea.

Fue la constatación en abril de que Portugal tendría que ser rescatado lo que abrió la puerta a una cascada de rebajas en las calificaciones de la deuda soberana del país luso, Grecia, Irlanda, y España, hasta llegar a Italia.

Ni siquiera los países más solventes de la zona del euro se han librado del acoso de las agencias de medición de riesgos, que en diciembre han ampliado sus amenazas a Alemania, Austria y el resto de países con las máximas calificaciones crediticias.

Las tensiones de la deuda soberana impactaban de lleno en las bolsas europeas.

El peor momento para las bolsas llegó a finales de septiembre y principios de octubre, cuando las bolsas de París y Fráncfort llegaron a caer casi un 27 por ciento. Madrid se desplomaba en esas fechas un 23 por ciento y Londres -distanciado de la crisis del euro- un 16 por ciento.

En paralelo, se produjo una escalada alcista en el riesgo-país de varios de los integrantes de la zona del euro.

En el caso de España, el diferencial con la deuda alemana prácticamente se duplicó desde los 250 puntos básicos con los que comenzaban el año hasta los 499 de mediados de noviembre.

La financiación de algunos países de la zona del euro a través de sus emisiones de deuda soberana se ha encarecido hasta niveles insostenibles o, por lo menos, muy peligrosos.

Frente a una rentabilidad cercana al 2 % para el bono soberano alemán, considerado el más seguro de Europa, otros países del entorno se veían obligados a ofrecer rendimientos de hasta el 30 % en Grecia, cercanos al 7 % en España y por encima de ese nivel en Italia.

Al final de año la crisis se atemperó y las bolsas pudieron recuperar terreno. Madrid acumulaba hasta esta semana una pérdida anual del 15 por ciento, Londres del 8 por ciento, París un 19 por ciento y Fráncfort un 16 por ciento.

Las turbulencias de los mercados, en cualquier caso, han traspasado este año el ámbito financiero y se han trasladado al político.

El remolino se ha llevado por delante, de momento, a los Gobiernos de Italia y Grecia, ahora gobernados por "tecnócratas" de bajo perfil político que tampoco han conseguido apaciguar al monstruo.

Diez años después de la creación de la moneda única la ausencia de un proyecto común europeo se ha hecho más que evidente a lo largo de un ejercicio en el que se han sucedido las cumbres y reuniones al más alto nivel, todas ellas incapaces de poner soluciones efectivas a la crisis.

Frente al concierto de voces discordantes, en Europa se impuso la posición de la canciller alemana Angela Merkel, que no ha cedido un milímetro ante las presiones del resto de socios europeos para que se reforme el mandato del Banco Central Europeo (BCE), centrado en la inflación, y se emita deuda soberana europea en forma de eurobonos.

Aunque no ha modificado sus estatutos, que le impiden ser prestamista de última instancia de los gobiernos -como sí hace con los bancos-, ha sido el BCE el que ha sustentado, desde comienzos de agosto, el mercado de deuda soberana europeo.

Pero esta actuación no va a mantenerse en el futuro, según dijo en su ultima comparecencia, el presidente del organismo, Mario Draghi, quien alertó de que el BCE no va a realizar compras masivas de deuda soberana. Otro elemento más para agitar el torbellino.

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