La economía y los republicanos, dolores de cabeza de Obama en 2011

  • El desempleo ha dado al presidente estadounidense, Barack Obama, un ligero respiro en un difícil año en el ámbito económico, en el que ha visto cómo los republicanos rechazaban en el Congreso su plan de estímulo y la calificación crediticia de EEUU era rebajada por primera vez en la historia moderna.

Alfonso Fernández

Washington, 12 dic.- El desempleo ha dado al presidente estadounidense, Barack Obama, un ligero respiro en un difícil año en el ámbito económico, en el que ha visto cómo los republicanos rechazaban en el Congreso su plan de estímulo y la calificación crediticia de EEUU era rebajada por primera vez en la historia moderna.

Precisamente cuando Obama veía complicarse sus opciones de reelección en los comicios presidenciales de 2012, el 2011 concluye con una esperanzadora y sorpresiva bajada de la tasa de desempleo, hasta el 8,6 % en noviembre.

Durante todo el año, el presidente de EEUU ha sufrido constantes quebraderos de cabeza a causa de los republicanos, crecidos tras recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes en 2010 y opuestos a todas sus propuestas económicas.

En verano, acuciado por la crisis de la deuda, Obama intentó promover un acuerdo bipartidista en el Congreso que permitiese elevar el techo de deuda de EEUU, de 14,29 billones de dólares, a cambio de plantear recortes de gasto público y aumento de impuestos.

"Debemos reencauzar las cuentas públicas, para vivir dentro de nuestros medios", insistía Obama, mientras apelaba constantemente al sentido común y al compromiso.

Los republicanos, no obstante, supieron sacar partida a la situación y rechazaron una a una todas las propuestas de la Casa Blanca, con la justificación de que la intromisión del Gobierno en la economía es parte del problema y no la solución.

En esos meses, el desempleo seguía por encima del 9% (el doble de lo considerado habitual en el país), y tanto la Reserva Federal (Fed) como la propia Casa Blanca reconocían que no preveían una reducción sustancial del paro hasta 2013.

El presidente de la Fed, Ben Bernanke, mantuvo durante todo el año un pulso similar con los miembros más conservadores del Banco Central de EEUU, quienes reclamaban que el organismo diese marcha atrás en su política expansiva, y anunció que los tipos de interés seguirían entre el 0 y el 0,25 % "al menos hasta mediados de 2013".

Bernanke se impuso y justificó su decisión por la "debilidad" de la recuperación de la economía de EEUU y la "dolorosamente lenta" creación de empleo tras la crisis de 2008.

Obama, por su parte, asumía su derrota tras un acuerdo "in extremis" el 2 de agosto entre demócratas y republicanos que permitió elevar el techo de la deuda, pero no consiguió instaurar el equilibrio presupuestario ansiado.

Además, el teatral cruce de acusaciones entre republicanos y demócratas en la cámara legislativa llevó a la agencia de calificación de crédito Standard & Poor's a rebajar un escalón la nota de EEUU, que siempre había sido de triple AAA, la máxima que concede.

Entre medias, y en una de las escasas satisfacciones que le dio la economía en el año, el Congreso aprobó finalmente los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Colombia, Corea del Sur y Panamá, que llevaban años bloqueados y permitieron a Obama defender su proyecto de duplicar sus exportaciones en los próximos 5 años.

En una nueva arremetida, Obama presentó formalmente en septiembre en una sesión conjunta del Congreso su plan de empleo valorado en 447.000 millones de dólares, basado en un impulso de la inversión en infraestructura y la supresión de las exenciones fiscales aprobadas por la anterior Administración de George W. Bush para los rentas más altas.

Sin embargo, los republicanos, que observaban cómo las malas cifras económicas estaban haciendo mella en los índices de popularidad de Obama y veían abrirse la puerta para el regreso a la Casa Blanca, denegaron la luz verde al plan de empleo presidencial.

Arrinconado y exasperado ante esta oposición frontal, el presidente decidió cambiar de estrategia y lanzó su programa llamado "No podemos esperar", en el que criticaba la inactividad del Congreso, y aprobó varios decretos presidenciales de estímulo económico que eludían el tránsito por esa cámara.

De este modo, buscaba hacerse eco del desencanto y enfado expresado por los estadounidenses en las encuestas ante la falta de capacidad de compromiso mostrada por los congresistas en Washington, a quienes acusaba de no hacer su trabajo en un momento difícil para el país.

En medio de este tira y afloja, los republicanos y demócratas han decidido zambullirse de lleno en la campaña de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 2012, en la que una vez más el viejo lema de 1992 del presidente Bill Clinton -"Es la economía, estúpido"- tendrá una renovada vigencia.

Mostrar comentarios