Los subsidios traen de cabeza al Gobierno egipcio

  • Sin poder eliminar de un plumazo los subsidios a determinados productos por el grave daño social que eso acarrearía, el Gobierno egipcio ha comenzado a reducirlos, confiado en sanear las arcas públicas pese a la crisis.

Belén Delgado

El Cairo, 13 abr.- Sin poder eliminar de un plumazo los subsidios a determinados productos por el grave daño social que eso acarrearía, el Gobierno egipcio ha comenzado a reducirlos, confiado en sanear las arcas públicas pese a la crisis.

Algunos productores de un alimento tan esencial en la dieta egipcia como el pan han sido de los primeros en sufrir el "tijeretazo" de los islamistas en el poder.

La mayoría de las panaderías que venden el tradicional pan de pita subvencionado (cada unidad cuesta menos de un centavo de dólar) ha empezado a comprar a regañadientes la harina a precio de mercado a cambio de una compensación, y no al bajo costo al que lo hacían anteriormente.

También se ha optado por limitar el número de panes a las familias más pobres usando el número de identificación personal, un experimento que parece sacado de una historia de ciencia ficción en un país en vías de desarrollo como Egipto.

Hay todo tipo de planes encima de la mesa para recortar los subsidios, que representan más de un cuarto del presupuesto nacional: desde "tarjetas inteligentes" para vender combustible subvencionado para vehículos, hasta el aumento del precio de la bombona de gas butano por primera vez en dos décadas.

"Retirar estas ayudas de golpe puede llevar a una explosión social total", considera el economista Ahmed el Nagar, que recuerda que los subsidios han sido una constante desde que el rey Faruq los aplicara en 1942 a productos básicos como el té o el azúcar para afrontar las dificultades económicas durante la II Guerra Mundial.

Según dijo a Efe el analista, la clase baja y media notarán especialmente esos recortes, parte del programa de reformas económicas al que se ha comprometido Egipto a cambio de un préstamo de 4.800 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Grupos de la oposición han criticado ese préstamo y otros créditos como los suscritos con Catar por la dependencia que crean.

"Piden que te adaptes a su metodología y hagas una serie de concesiones a cambio de un dinero que vas a tener que devolver en el futuro", advierte Raied Salama, dirigente de la formación izquierdista Corriente Popular.

El FMI también ha exigido una subida fiscal, de la que no se libran los cigarros, las bebidas alcohólicas y gaseosas, las telecomunicaciones, el cemento y el acero, aunque en un principio esa lista de productos iba a ser mucho más extensa.

Sin embargo, las autoridades han tenido que revocar su decisión de gravar un 10 % las ganancias de capital, como habían hecho con las obtenidas por la reciente venta de la filial egipcia del banco Société Générale al Banco de Catar. La respuesta negativa del mercado fue determinante en la marcha atrás.

Para el portavoz económico del gobernante Partido Libertad y Justicia (brazo político de los Hermanos Musulmanes), Mohamed Guda, hace falta abrir nuevas vías de financiación y racionalizar el gasto con medidas aplicables "en paralelo" y que, pese a ser "dolorosas", no afecten a las clases pobres y los servicios sociales.

Pero el tiempo corre para Egipto, con un déficit público que se espera que alcance el 9,5 % el próximo año y acuciantes deudas como las contraídas por las importaciones energéticas.

A los anunciados cortes de petróleo, gas o electricidad en los próximos meses, se unen otras iniciativas como el cierre temporal de algunas pistas del aeropuerto de El Cairo en las tórridas noches de verano para ahorrar energía.

Entretanto, la inestabilidad en que se halla sumido Egipto desde la revolución que derrocó al presidente Hosni Mubarak en 2011 sigue entorpeciendo la recuperación de su economía y de uno de sus sectores capitales, el turismo.

El desplome de los ingresos ha arrastrado consigo las reservas de divisas internacionales y el valor de la libra egipcia.

Junto con la subida de impuestos y la bajada de subsidios, la inflación -ya de por sí alta- amenaza con dispararse, una nueva prueba de fuego para los egipcios, que ya saben lo que es rebelarse contra el hambre y la falta de justicia social.

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