Las plantaciones de cacao marfileñas se convierten en minas de oro clandestinas

"No llueve desde hace cinco años y el cacao no da ganancia", maldice Ferdinand Konan Yao, que como muchos otros campesinos de Costa de Marfil se ha convertido en buscador de oro en las plantaciones transformadas en minas clandestinas.

Vienen de Malí, Burkina y Guinea. Los buscadores de oro están desplegados en más de 300 kilómetros a la redonda, en la región de Nzi-Comoé, pilar del "milagro económico" de los años 1970 gracias al cacao, del que el país es el principal productor mundial.

Cada mañana, grupos equipados con picos, palas y azadas se adentran en la sabana en busca del "Sika rojo" (oro en lengua baule, una etnia mayoritaria en Costa de Marfil).

En Booré, un pueblo de 2.000 habitantes de la región de Dimbokro (centro), Octave Kouamé Konan, otro cultivador de cacao convertido en buscador, reconoce que se está destrozando el campo.

"Nos vemos obligados. Había que elegir entre morir de hambre y alimentar a la familia", lanza este padre de cinco hijos sentado sobre un tronco de árbol talado. "En una semana gano el equivalente de un año de cosecha de cacao", afirma.

El cambio climático explica en parte la situación.

"Las cosechas en esta rica región agrícola dependen de la pluviosidad, que antes era abundante" y hoy caprichosa, comenta a la AFP Félix Kouassi, director de agricultura de Bocanda (centro).

"En agosto contábamos con la lluvia para una buena cosecha de ñame y de arroz (muy consumido) pero nada desde hace semanas", lamenta.

Al final del día, la pepita de oro se vende por 20.000 FCFA (unos 31 euros) el gramo a negociantes libaneses, burkineses, malíes y ganeanos. El beneficio se reparte entre el propietario de las tierras, el dueño del material y el que cava.

Aunque el cacao sigue siendo su principal producto de exportación, Costa de Marfil quiere convertirse en un país minero. Una actividad que ahora representa el 5% del Producto Interior Bruto.

La producción industrial de oro en el país subió en 2015 un 15% con relación a 2014, hasta las 23,5 toneladas en vez de las 20 de 2014.

En total, el potencial aurífero se estima en 600 toneladas, incluso más si las búsquedas de varias compañías son fructíferas.

Un potencial que puede verse amenazado por los buscadores clandestinos, según un experto en el sector. Como en la vecina Ghana, donde la mina de Oboassi, la más grande del país, está cerrada por los excesos de la actividad ilegal.

Para "detener esta plaga", el gobierno marfileño lanzó un programa nacional que desembocó en el cierre de "200 minas de oro clandestinas" en el norte y el centro del país.

Se trata de "sensibilizar a los jefes locales y a los lugareños que ven en la búsqueda de oro una fuente de ingresos, sin evaluar las consecuencias", explicó recientemente el ministro de Industria y Minas, Jean-Claude Brou.

Frente a las medidas gubernamentales, los industriales mineros del país abogaron por la creación de una unidad dedicada a la pequeña producción de oro, respetando "las normas medioambientales".

"Lo más difícil (...) es normalizar esta situación", declaró a la AFP el director de Randgold Resources, compañía que explota la mina de oro de Tongon, el sudafricano Dennis Marc Bristow.

Porque "además de financiar los conflictos y las guerras, la búsqueda de oro ilícita es una actividad lucrativa que podría servir para el blanqueo de dinero", recalca Bristow, quien también es portavoz de la industria minera.

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