A Einstein se le atribuye esta frase, no sé si apócrifa o no, pero sin duda genial: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. De la primera no estoy tan seguro”.
Los hechos vuelven a justificar la duda del genial físico. La humanidad no para de ofrecernos pruebas irrefutables de su memez más galopante.
La última ha tenido lugar en el número 32 de la Gran Vía de Madrid, con ocasión de la inauguración de la tienda de Primark, una cadena de ropa irlandesa de precios muy baratos.
Se trata de la más grande que existe en España. Tendrá 573 empleados y abarca 12.400 metros cuadrados distribuidos en cinco plantas.No, no va a cerrar mañana
Con semejante volumen, no hace falta que les prometa que la tienda no va a cerrar mañana. Ni pasado. Es posible, conociendo el éxito que ha cosechado este comercio en sus otras 41 tiendas en España, que dure más de un año. O dos. ¡Qué más quisiera yo en estos momentos que un próspero futuro a esta empresa y a todas las empresas de España!
Pese a esta obviedad, ha sido tal la aglomeración de gente que se ha organizado un morrocotudo caos circulatorio en pleno centro Madrid. Centenares de enfervorizados clientes han hecho cola con la ilusión (?) de llevarse alguna prenda a buen precio: a diez, cinco o tres euros.
Hay tuiteros que han sabido plasmar la situación con suma agudeza.El centro comercial de Primark versus El Infierno de Dante. pic.twitter.com/7PyRCO6Y9v— Alvise Pérez (@Alvisepf) octubre 15, 2015
Hay algo que no entiendo: se supone que el buen precio seguirá mañana. Se trata de una tienda ‘low cost’. ¿Qué necesidad había de 'petar' el centro de la capital, a tal punto que tuvo que intervenir la policía?
No lo entiendo, definitivamente, no lo entiendo.Dormir en la calle para gastarte 700 euros
Siempre que veo estas colas interminables ¡¡¡para pagar!!! me pregunto: ¿toda esta gente no tendrá otra cosa que hacer? ¿Es tan necesario dedicar tantísimo tiempo, y en tan incómodas condiciones, a comprar algo que puedes llevarte al día siguiente con toda comodidad? ¿Tanta satisfacción produce una camiseta, una blusa, una falda o un pantalón, para que no puedas esperar uno o dos días?
Aunque yo no lo haría, comprendo este fervor cuando se trata de adquirir un producto o servicio único o exclusivo: un concierto de los Stones, una firma de mi escritor favorito, la observación de un eclipse… pero, ¿una tienda de ropa barata?
O más incomprensible aún: ¿Un teléfono móvil que vale 700 pavos?
¿Qué bulle en la cabeza (y en el corazón y en los afectos y en los deseos) de una persona que duerme en la calle deseando soltar 700 machacantes al día siguiente por algo que puede comprar con toda calma 48 horas después?
Quizá será la edad, pero hay signos de nuestros tiempos que me superan por completo. La estupidez consentida en medio de la abundancia es uno de ellos.
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