Yellen, el complicado camino de Brooklyn a hacer historia con la Fed

  • Cuando Janet Yellen, la futura primera presidenta de la Reserva Federal (Fed), estudiaba en el instituto de Fort Hamilton en Brooklyn (Nueva York), tuvo que hacerse una entrevista a sí misma dado que era a la vez directora de la revista de la escuela y la estudiante con mejores notas.

Alfonso Fernández

Washington, 19 mar.- Cuando Janet Yellen, la futura primera presidenta de la Reserva Federal (Fed), estudiaba en el instituto de Fort Hamilton en Brooklyn (Nueva York), tuvo que hacerse una entrevista a sí misma dado que era a la vez directora de la revista de la escuela y la estudiante con mejores notas.

Ante la pregunta de si disfrutaba con el trabajo en la revista, la entonces joven de 18 años respondió con una respuesta digna de los altos cargos de la tradicionalmente opaca institución.

"Sin comentarios", se replicó a sí misma.

Esta respuesta, o más bien la falta de ella, da a entender parte de la personalidad de la actual presidenta de la Fed, la primera de la historia del centenario y todopoderoso banco central de EE.UU..

En la década de 1960, Yellen era una meticulosa y brillante estudiante, criada en una familia judía de clase media de Brooklyn de padre doctor y madre ama de casa, que ya dejaba entrever un fino y peculiar sentido del humor, aparte de un talento sin par para la economía.

Pese a su diminuta envergadura (apenas 1,50 metros de estatura), ha demostrado también una notable energía y capacidad para romper los techos de cristal que rodeaban la profesión al convertirse con el tiempo en una de las economistas más reconocidas de EE.UU., un campo en el que hasta hace poco la presencia de las mujeres no era ni mucho menos mayoritaria.

"Es una líder probada y es dura, no solo por ser de Brooklyn", afirmó el presidente estadounidense, Barack Obama, al nombrarla para presidir la Fed.

Aunque todo el mundo reconocía su extraordinaria inteligencia y experiencia, también tuvo en esta ocasión que superar obstáculos, ya que Obama había considerado como su candidato favorito a Larry Summers, exsecretario del Tesoro.

Es, además, la primera demócrata en presidir la Fed en tres décadas y no ha ocultado su reconocimiento de sus raíces "Keynesianas", algo por lo que ha sido criticada por los llamados "halcones", los economistas de la Fed que consideran que el principal objetivo de la política monetaria debe ser mantener la estabilidad de precios.

Sin embargo, Yellen, de 67 años, es lo que se considera una "paloma", en la jerga del banco central aquellos que consideran igualmente importante prestar atención al mercado laboral.

"(Las cifras de desempleo) no son para mí solo estadísticas. Sabemos que el desempleo de largo plazo es devastador para los trabajadores y sus familias", dijo en un discurso en febrero ante el AFL-CIO, la principal confederación sindical de EE.UU.

En su primera y esperada rueda de prensa al frente de la Fed, Yellen se mostró hoy locuaz, respondió a las preguntas de los periodistas sin titubeos y, consciente de la importancia de sus palabras, eludió recurrir al irónico "sin comentarios".

En la única pregunta personal, reconoció sentir el "peso" de la responsabilidad de encabezar el banco central más importante del mundo, pero lo hizo con naturalidad.

Desde luego, no es una primeriza, ya que fue presidenta de la Reserva Federal de San Francisco entre 2004 y 2010, y vicepresidenta de la Fed desde 2010 hasta 2013, tras haber trabajado como profesora de la Universidad de Berkeley (California) en la década de 1980.

Entonces, la pasión por la economía la condujo también al matrimonio, al casarse con el profesor George Akerlof, que posteriormente sería premio Nobel, y con quien tendría un hijo en 1982, Robert Akerlof, actualmente profesor de Economía en Inglaterra.

La familia y la economía, siempre mezcladas, son otras de las claves de Yellen.

De hecho, la búsqueda por parte del matrimonio de una niñera para su hijo desembocó en una relevante investigación académica sobre los salarios publicada en 1990, en la que analizaban el rechazo de los trabajadores a ofrecer su trabajo por un sueldo considerado demasiado bajo.

O como dijo el presidente Obama el día de la nominación de Yellen en la Casa Blanca: "Se pueden imaginar que el tipo de conversaciones en su mesa de la cena podría ser algo diferentes a las nuestras. De hecho, me han dicho que su idea de unas grandes vacaciones en familia es una playa y una gran maleta llena de libros de economía".

Yellen respondió con una traviesa sonrisa que, esta vez sí, remitía al antiguo "sin cometarios" del instituto de Brooklyn de hace cincuenta años.

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