El ‘sándwich de la muerte’: por qué el programador no rompe su techo salarial

  • Las subcontratas habituales en el sector del 'software' empujan a la baja salarios que en startups sí han crecido en los últimos años.
8. ARQUITECTO INFORMÁTICO
8. ARQUITECTO INFORMÁTICO
Pixabay

Tienen salarios altos. Son muy demandados por gigantes tecnológicos, startups o grandes compañías ‘tradicionales’ en un mundo dominado por el ‘software’ informático. Su escasez en el mercado hace que se haga complicado su reclutamiento. Pese a que la necesidad de estos profesionales en los equipos no ha hecho más que crecer, los ingenieros desarrolladores tienen un techo salarial en España que es difícilmente superable: 60.000 euros brutos anuales. El dominio de las subcontratas y de contratos basados en servicios y no en productos más fácilmente escalables empujan a la baja sus sueldos.

No hay mucha visibilidad de los salarios de este sector. La opacidad lo inunda todo. David Bonilla es uno de esos desarrolladores. Desde hace años cuenta con una lista de correo (Bonilista) con más de 8.000 suscriptores que patrocina una oferta de empleo. Y es el fundador de un proyecto llamado Manfred: una grupo en la ‘app’ de mensajería Telegram que ofrece todos los días cinco ofertas de trabajo del sector.

Esas iniciativas le han dado mucha información sobre los salarios, pues sólo pone una condición: para publicarlas han de tener el salario o, al menos, un rango. Y el mercado se divide, según su experiencia, en tres cifras: 20.000 euros anuales para un ‘iniciado’; 40.000 euros para un desarrollador con varios años de experiencia, y 60.000 euros como la barrera difícilmente superable por los que conforman la élite.

¿Cómo es el ‘sandwich de la muerte’?

Bonilla señala en una entrevista con La Información varios sesgos a la hora de fijar estos salarios. Uno es el geográfico: Madrid y Barcelona configuran un mercado (con salarios mucho más altos) y el resto del estado, otro. Está el de género, como sucede en otras industrias. El tercero es el que tiene que ver con el destino de estos profesionales.

“Lo pintoresco; lo que sale en las películas es una minoría increíblemente pequeña; hay mucho desarrollador metido en un sótano, en un ministerio y con un monitor malo”, explica. Hoy por hoy, el mercado del software se basa principalmente en servicios y no tanto en producto. ¿Cuál es la diferencia? El primero se basa en contratos para desarrollar ‘software’ ‘ad hoc’ para una empresa que paga por horas. El segundo es lo que practican muchas startups o empresas tecnológicas: los ingenieros son contratados para la construcción de herramientas que pueden facturar millones de euros y, por tanto, es una inversión mucho más escalable (y permite rentabilizar salarios más altos).

Esos contratos por servicios representan buena parte del mercado. Él lo cifra en torno a un 90%. Lo firman los grandes empleadores: banca, grandes distribuidores, aseguradoras… y el sector público. ¿Con quién? Principalmente con consultoras que son las que, finalmente, se quedan con esos proyectos. ¿La consecuencia? Los salarios, que se miden por horas trabajadas, son empujados a la baja. Según las estimaciones de Bonilla, para un salario anual de 20.000 euros se necesita facturar 23 euros por hora; para uno de 40.000; 46 por hora; para 60.000, 69 por hora. “Es casi imposible vender a un cliente en Madrid más de 35 euros por hora; si es fuera de Madrid, aún peor”, explica.

Eso es lo que Bonilla denomina el ‘sándwich de la muerte’: el que conforman el gran empleador que contrata y la consultora o empresa especializada que subcontrata (y también quieren su margen). Un sándwich que hace difícil reclutar: "Hay muy poca oferta de empleados con conocimientos, algo que se resuelve subiendo los salarios, pero no puedes”.

100.000 euros… para los ‘remotos'

Con estos mimbres, el techo de cristal en España hoy se encuentra en esos 60.000 euros. Los que cierran un salario por encima de esa cifra se pueden considerar, según él, unos privilegiados. Muchos de ellos se encuentran en una startup. “Cada vez hay más capital riesgo, que permite trascender el servicio y hacer producto; no es que esta inversión infle precios y se pueda tirar el dinero en salarios sino que permite salir de ese sándwich de la muerte y pagar salarios de mercado”, apunta.

Dentro de este último grupo hay un segmento superior. Son los que trabajan desde España para empresas internacionales, con ‘bolsillos de oro’ que permiten el trabajo en remoto. En los últimos años se han repetido ofertas laborales para multinacionales con sueldos superiores a los 100.000 euros. “Sí las hay… hay compañías que pagan eso, pero ninguna en España, sino que son extranjeras para programadores en remoto”, explica.

Una de las empresas más transparentes con los salarios es Buffer. La compañía, con sede en Estados Unidos y que desarrolla una herramienta para compartir contenidos a través de las redes sociales, publica los emolumentos de todo su equipo, con sus roles y el coste de vida de las ciudades donde se ubican. Cuenta hoy por hoy con dos empleados en España: uno ubicado en Barcelona y otro en Almería. El primero, un desarrollador web senior, cobra 124.000 dólares; el segundo se embolsa algo más de 83.000 dólares por llevar a cabo el trabajo como ingeniero de datos.

Estos son la gran excepción en un mercado que, pese al empuje de las startups, sigue manteniendo su particular techo de cristal.

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