Las lecciones a aprender del Popular y algunos consejos al Santander

  • Decía Termes que la banca de retail debe ser básicamente aburrida y ¡cuidado! si deja de serlo. El Banco Popular cambió su cúpula y perdió su ADN. Lo pagó caro.

    El Santander también ha cambiado su cúpula pero no su ADN. El Banco de Santander no puede aparecer como insensible a aquellos que confiaron sus ahorros al Popular. 

Las lecciones a aprender del Popular y algunos consejos al Santander
Las lecciones a aprender del Popular y algunos consejos al Santander
José Ramóm Pin Arboledas

Hace menos de una semana un amigo mío me dijo ¿te acuerdas que hace tres años me dijiste que estabas preocupado por cómo iba el Banco Popular? Yo, la verdad, no me acordaba de la conversación. Pero lo pude decir porque coincide con lo que pensaba entonces. Había sido compañero de pasillo con D. Rafael Termes. Consejero que fue de la entidad en la llamada “época de los Valls” y Presidente de la AEB. Él siempre me dijo: “José Ramón, la banca de retail debe ser básicamente aburrida y ¡cuidado! si deja de serlo”. Con ello quería explicar que la prudencia en el control de riesgos y la diversificación crediticia de la cartera en múltiples pequeñas operaciones eran la base de la estrategia del entonces Banco Popular.

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Por aquellas épocas el más rentable del mundo. Un banco de crecimiento orgánico muy controlado. Así que cuando la dirección empezó a introducirse en operaciones de fusión y en el goloso “mercado inmobiliario” era una clara manifestación que la nueva dirección había variado el ADN de la entidad.

¿Bueno o malo? Entonces era difícil prever, pero lo que era seguro es que había aumentado la incertidumbre sobre su futuro. Aquel banco que nunca estaba en las suspensiones de pagos, porque se había salido con anterioridad de las operaciones comprometidas; el basado en el profundo conocimiento de sus clientes de activo a quienes daba crédito con garantía reales, pero sobre todo personales, entraba en otro juego más turbulento ¿Sabría jugarlo? La historia ha demostrado que no.

No todos los cambios empresariales son acertados. A veces el refrán “zapatero a tus zapatos” es muy adecuado. Y, como enseña también esa historia, eso hay que calibrarlo en los cambios en la Alta Dirección. Es misión del Consejo de Administración velar por la supervivencia de la empresa a largo plazo. Todo analista que se precie debe calibrar con gran finura la sucesión en la cumbre. Porque la decisión estratégica más importante de todas es quién pones en el vértice de la gobernanza. Son las personas las que hacen la estrategia y no al revés.

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También en el Santander ha habido una sucesión en la cumbre. Pero en ese caso no parece que se haya cambiado el ADN que le dio el éxito. Aunque Ana Patricia, la Presidenta, tenga su propia personalidad y equipos, el banco parece fiel a su forma de ser. Al menos de momento.

Las absorciones no le son nada nuevo y la expansión mediante ese método, tanto en el campo nacional como el internacional tampoco. Pero eso no quiere decir que no tenga que cuidarse. En un mundo en el que los intangibles son tan importantes no estar atento a los efectos de cualquier operación en la “reputación” no es una opción. La banca, sobre todo la grande, tiene una imagen que tiene que cuidar. El Banco de Santander no puede aparecer como insensible a aquellos que confiaron sus ahorros en la última ampliación de capital del Banco Popular.

Es evidente que legalmente está fuera de cualquier responsabilidad; pero la ética es cosa distinta y distante de la legalidad y ética y estética (imagen) van juntas. Las grandes empresas tienen una obligación moral en la sociedad. Por eso la idea de compensar a aquellos inversores particulares, minoritarios dispersos que confiaron en un banco, no sólo es buena, casi es un deber.

También es evidente que no se trata de compensar a quienes por sus conocimientos actuaron con conocimiento y corrieron un riesgo conscientemente. Pero de los millones de la ampliación, se calcula que unos mil fueron suscritos por pequeños clientes particulares, tradicionales clientes del banco, que actuaron fiándose de lo que les decían sus gestores de oficina bancaria.

¿Hay que compensarlos? Legalmente es posible que no; pero los jueces toman decisiones complejas. Moralmente hay una cierta deuda con ellos .¿Quién la tiene? El Santander puede que no en puridad legal ¿Debe responder? Sería una señal de que un banquero, además de cerebro, tiene corazón. Además, tampoco es tanto dinero para una entidad de su tamaño y el riesgo de que se vea envuelto en líos judiciales es alto ¡Tengas pleitos y los ganes! Dice la maldición.

La fórmula de compensación puede ser variada. Un producto de renta fija a un plazo razonable con una rentabilidad razonable u otro de renta variable a elegir, podría ser una solución aceptable. Luego saber cómo valorar técnicamente la compensación es complejo y, ahí, los técnicos tienen la palabra, aunque la generosidad nunca está de más, el dinero es de los accionistas del Santander y con ellos también hay que ser responsable.

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