Barcelona, un año a contracorriente de la austeridad europea

En una Europa dominada por la austeridad, la carismática activista Ada Colau cumple este lunes un año remando a contracorriente desde la alcaldía de Barcelona, liderando un proyecto político que sirve de referencia para la izquierda alternativa.

En un país lastrado por los recortes presupuestarios, el desempleo, la desigualdad y la corrupción, grupos de activistas y partidos de izquierda sin apenas experiencia política tomaron hace un año el poder de ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona.

"Se pensaban que fracasaríamos, que esto sería el caos pero hemos demostrado que podemos gobernar mejor que ellos", decía este sábado Colau durante un mitin con su aliado del partido antiausteridad español Podemos, Pablo Iglesias, candidato a la presidencia del gobierno en las elecciones del 26 de junio.

Su gestión, valorada positivamente por un 52% de los barceloneses según una encuesta municipal, es el mejor aval para Podemos en estos comicios dijo el mismo Iglesias. Unos días atrás, el exministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, la definió como la líder de un cambio a nivel europeo.

"Colau es la manifestación de un nuevo mapa político y de una nueva manera de hacer política en Europa", asegura Jordi Alberich, director general del Círculo de Economía, un potente lobby de la ciudad.

Surgida del activismo por el derecho a la vivienda, Colau heredó una ciudad dinámica económicamente, pero con enormes desigualdades internas, una presión turística a menudo asfixiante y casi 100.000 desempleados sobre una población de 1,6 millones de personas.

Desde su llegada, el 13 de junio de 2015, Colau, de 42 años, prometió revertir esta situación y hacer "una ciudad más justa y más democrática".

En este tiempo, ella y su equipo limitaron notablemente sus salarios, destinaron 100 millones de euros de superávit del gobierno anterior a medidas sociales, detuvieron 640 desahucios, subieron los impuestos municipales únicamente al 2% de la población más rica y quintuplicaron los fondos de ayuda a refugiados e inmigrantes.

Y todo ello reduciendo en 138 millones la deuda del ayuntamiento y sin ahuyentar a los inversores extranjeros que, según la consultora Ernst&Young, consideran Barcelona como la quinta ciudad más atractiva de Europa.

"Estamos demostrando que hay alternativas económicas a la austeridad, que se pueden hacer políticas rigurosas desde el punto de vista presupuestario y al mismo tiempo redistributivas", afirmó a la AFP el segundo de Colau, Gerardo Pissarello.

Pero esta alternativa inquieta a parte del poder económico, especialmente el sector turístico, uno de los principales generadores de riqueza y empleo, que recela del plan de Colau para prohibir la construcción de nuevos hoteles en el centro o tasar la llegada de cruceros.

"Es un error generar dudas sobre la actividad turística", advierte a la AFP Roger Pallarols, director general del gremio de restauración de Barcelona, denunciando "poca sintonía y poca relación" entre ayuntamiento y empresarios.

"Si siguen dando la espalda a estos sectores, acabaremos perdiendo impulso económico", alerta Joaquim Forn, portavoz del partido conservador CDC, que gobernó Barcelona entre 2011 y 2015.

Desde la izquierda, en cambio, le reprochan no pasar de las promesas a los hechos. "Prometieron un cambio profundo y todo continúa igual: hay los mismos desahucios, más personas sin hogar y muchas desigualdades", lamenta el líder municipal de la progresista ERC, Alfred Bosch.

Esta visión quedó reforzada por la reciente entrada al gobierno municipal del partido socialista, que dirigió Barcelona durante 32 años y a quien Colau había calificado de "casta" y responsabilizado del modelo urbano que ella quería cambiar.

Incluso se palpa cierta decepción entre los sectores teóricamente afines, como los sindicatos de metro, que convocaron numerosas huelgas denunciando la rigidez del consistorio en la negociación de un nuevo convenio, o la asociación antidesahucios PAH, fundada por la propia Colau en 2009.

"Están dando pasos importantes pero lentos. Deberían acelerar porque estamos todavía muy lejos de nuestros objetivos", lamenta su portavoz Carlos Macías.

Para Alberich, esto "demuestra que actúa con bastante racionalidad". En su opinión, el gran reto de estos nuevos ayuntamientos en Barcelona, Madrid o Valencia es "ser capaces de suturar la fractura social de sus ciudades sin poner palos a las ruedas del dinamismo empresarial".

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