Charlie Hebdo se ríe de Mahoma, de las víctimas de ETA o del terremoto de Italia… como ha hecho siempre

  • Con la polémica revista satírica Charlie Hebdo sucede lo mismo que con aquel famoso chiste que contó Hugo Chávez en una cumbre iberoamericana.

    El semanario se ensañaba con una desvergüeza descarnada contra aquello que muchos colectivos en Francia consideran sagrado.

Una portada de 'Charlie Hebdo' por los atentados de Bruselas desata la polémica
Una portada de 'Charlie Hebdo' por los atentados de Bruselas desata la polémica
EUROPA PRESS

Con la polémica revista satírica Charlie Hebdo sucede lo mismo que con aquel famoso chiste que contó Hugo Chávez en una cumbre iberoamericana para calmar la airada discusión entre Fidel Castro y el entonces presidente salvadoreño Francisco Flores.

Ambos se habían enzarzado en una sucesión de reproches históricos a cuenta del apoyo cubano a la guerrilla del FMLN durante los años ochenta.

Para calmar los ánimos, el malogrado presidente venezolano terció en la disputa para contar un chiste muy propicio.

Un peluquero sudamericano, sin venir a cuentos, se lió a mamporros con un viejo cliente español.

Cuando uno de los presentes en la peluquería le recriminó la acción, el peluquero se justificó:

- ¿Pero usted no sabe que este hombre es español y que los españoles invadieron y explotaron nuestra patria?

El cliente replica: “¡Claro que lo sé, pero eso sucedió hace 200 años!”

Y el peluquero sentencia: “Ya, ¡pero yo me acabo de enterar esta mañana, que lo he leído en un libro!”Contra lo más sagrado

Cuando los hermanos Kouachi irrumpieron en la redacción del semanario y acribillaron a más de 20 personas (finalmente hubo 12 muertos, entre trabajadores y policías) lo hicieron porque revista se burlaba constantemente del Islam, de Mahoma, de sus símbolos y de las tradiciones culturales musulmanas.

Sí, el semanario se ensañaba (y lo sigue haciendo) con una descarnada desvergüeza contra aquello que muchos colectivos en Francia y en otras partes del mundo consideran sagrado. Llenan sus páginas de críticas extremas a los líderes políticos, económicos y religiosos con una obscenidad y procacidad sobreabundantes.

Para los responsables de la revista y para sus lectores, la revista puede considerarse un símbolo de la libertad de expresión. Y lo argumentan así: si se permiten estas invectivas editoriales hacia lo más sagrado, ¿cómo cercenar otras opiniones menos atrevidas pero quizá más importantes para la salud democrática de una nación?Las víctimas de Italia en una lasaña

Ahora que Charlie Hebdo, fiel a su costumbre de reírse de todo y de todos, de lo más profano y lo más sagrado, se ha tomado a chacota las víctimas del terremoto de Italia, y las ha presentado como ingredientes de una lasaña, muchos se echan las manos a la cabeza y deploran este tipo de contenidos editoriales.

Pero… ¿no es al fin y al cabo lo que ha hecho siempre? Fue mi vecino de columna Carlos Salas quien recordó, poco después del sangriento atentado contra la revista, que Charlie Hebdo se tomaba a guasa los coches bomba en los peores años de ETA en España. Y no solo eso: también caricaturizaron la tragedia del avión desaparecido en el Índico. Dibujaron al niño sirio de 3 años Aylan, que murió ahogado en las playas turcas y que todo el mundo recuerda por una imagen terrible, como un futuro acosador sexual de las mujeres alemanas. ¿Y qué me dicen de sus chistes sobre el avión de pasajeros derribado por los yihadistas en la península del Sinaí?

Charlie Hebdo siempre ha sido así desde que nació hace décadas. Lo única diferencia es que, como el peluquero ignorante de su historia, algunos parecen que se ha enterado ahora. Conocido esto, pues, a cada uno toca considerar ahora sí, de verdad y conscientemente, si siente de corazón aquel lema que tantos adoptaron movidos por la emoción: #jesuischarliehebdo (yo soy Charlie Hebdo).

Yo no soy Charlie Hebdo ni lo seré nunca, a pesar de mi profesión de comunicador. Y no me siento amparado por ellos en mi libertad de expresión. Ni mucho menos. Porque siempre he tenido claro que burlarse de una desgracia o debilidad ajena sólo es propio de miserables. De miserables sin ninguna gracia que sólo se merecen por respuesta el código penal de los Estados democráticos.

Sigue @martinalgarra//

//

Mostrar comentarios