Cómo Hillary Clinton terminó por derrotar a Bernie Sanders

Poco después de haber declarado su candidatura a la Casa Blanca, en abril de 2015, Hillary Clinton tomó la carretera a bordo de una minivan para ganar los corazones de los votantes demócratas.

Pero lo que se anticipaba como un camino de rosas se transformó en una batalla épica de 421 días.

Su popularidad se desplomó, despertó viejas divisiones durmientes en la izquierda estadounidense y sus debilidades como candidata quedaron expuestas.

Una oradora promedio, Clinton no es rival para la elevada retórica de Barack Obama, el hombre a quien espera suceder, y carece de la tenacidad de los discursos de su rival Bernie Sanders y su esperado contrincante republicano, Donald Trump.

12 de abril de 2015: Luego de meses de falso suspenso, Hillary Clinton lanza su candidatura en un video y un tuit. Luego parte en una van al asalto de Iowa, primera primaria de la carrera.

Exprimera dama y exsenadora por Nueva York, Clinton era la ultra favorita -primera en lanzarse al ruedo- pero su campaña evoca humildad.

Nada de grandes mítines: la candidata pasa dos meses escuchando, en paneles de discusión y pequeñas asambleas, ostensiblemente para reconectarse con los estadounidenses luego de casi ocho años alejada de las trincheras políticas.

Para su segunda carrera a la presidencia, Clinton recluta a los mejores, especialmente cercanos a Obama. Su joven jefe de campaña, Robby Mook, fija el tono en una nota interna: "Somos disciplinados: guiados todos los días por la estrategia, no las tácticas o ideas puntuales", una alusión a los problemas dentro de su equipo de 2008.

Mientras los republicanos pasan el verano observando el ascenso de Donald Trump, Clinton publica un plan detallado de su programa.

Pero no puede hacer desaparecer la controversia de que usó un servidor privado de correos electrónicos, en vez de una cuenta oficial, durante su estancia como jefe de la diplomacia (2009-2013), contraviniendo reglas federales.

Solo en septiembre admite que fue un "error" y pide "perdón", pero ya las dudas sobre su honradez están fijadas.

22 de octubre de 2015: Clinton sobrevive un maratón de 11 horas de interrogatorios sobre los atentados de 2012 contra la misión diplomática en Benghazi, Libia, que dejó cuatro estadounidenses muertos, incluyendo el embajador.

Asediada por las preguntas de los republicanos, la demócrata se mantiene impasible.

Su desempeño tranquiliza a sus seguidores, más aún luego que el vicepresidente Joe Biden renuncia a desafiarla en las primarias.

Pero el senador por Vermont Bernie Sanders, de 74 años, no deja de congregar multitudes y comienza a escalar en los sondeos.

1 de febrero de 2016. La "revolución política" promovida por Sanders y su combate contra una "economía amañada" lo catapultan en Iowa.

En el pequeño estado rural, Clinton lo derrota por poco, pero cerca de 80% de los menores de 25 años votan por él, una proporción que se mantendrá constante en la contienda.

Sanders pronto siente el escozor de Clinton: en marzo la candidata arrasa en el Sur, donde los negros demócratas salen en masa para apoyarla. Dos tercios de los hispanos en Texas y Florida la prefieren. Al cierre del mes la distancia de la candidata en el número de delegados será infranqueable.

Pero financiado por una avalancha de pequeñas donaciones, Sanders tiene los medios para continuar y engrana nuevas victorias.

El tono de la campaña cambia. La amabilidad inicial ha desaparecido y Sanders insinúa que Clinton está en el bolsillo de las corporaciones y las élites políticas. Denuncia los millones de dólares que ella ganó por sus discursos en 2013 y 2014, principalmente a Wall Street.

Clinton responde acusando al senador de ser amigo del lobby de las armas y no ser suficientemente preparado en ciertos asuntos.

La persistencia del autoproclamado "socialista demócrata" ilustra la relativa vulnerabilidad de Clinton, a quien más de la mitad de los estadounidenses acusan de "deshonesta", según sondeos.

El republicano Donald Trump entretanto se entretiene con el esfuerzo de Clinton por sacudirse a Sanders.

En encuestas, Sanders luce mejor que ella contra el magnate, y ese argumento lo utiliza para intentar, en vano, cambiar el equilibrio de fuerzas en el campo de los superdelegados demócratas, en su mayoría pro-Clinton.

6 de junio: Esos mismos superdelegados finalmente empujan a Clinton por encima del umbral necesario para obtener la nominación, según la estimación de varios medios estadounidenses el día antes de las últimas grandes primarias.

Clinton alcanzó el número mágico de 2.383 delegados, una victoria atribuida a ese establishment demócrata que Sanders no cesa de denunciar.

Ahora debe agrupar las fuerzas para la segunda larga batalla, que solo culmina con la elección el 8 de noviembre.

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