Kenyatta y Odinga protagonizan este martes su último combate por la Presidencia de Kenia

  • Más de 16.000 candidatos compiten en una escena electoral nueva que ha restado importancia a las divisiones sectarias
EUROPA PRESS

Kenia celebra este martes unas elecciones generales donde el mayor atractivo es el último enfrentamiento en las urnas entre el actual presidente, Uhuru Kenyatta, y el líder opositor Raila Odinga, herederos de dos dinastías políticas que están convencidos de su victoria, a pesar de que esta vez juegan con nuevas reglas, lo que hace aún más imprevisible el resultado.

Este 8 de agosto más de 19 millones de kenianos tienen la tarea de elegir a sus representantes en seis niveles de gobierno, conforme a un nuevo sistema electoral que ha desdibujado las tradicionales líneas tribales, étnicas e incluso partidistas, desatando así una verdadera competición con más de 16.000 candidatos en la que todo puede pasar.

El plato fuerte será, sin duda alguna, la elección presidencial. Aunque hay ocho candidatos en liza, el interés se centra en Kenyatta, de 55 años y el Partido Jubileo, y Odinga, de 72 años y la Súper Alianza Nacional, los únicos con opciones reales de éxito, que miden sus fuerzas por segunda y última vez.

La historia común de ambos candidatos se remonta a la época de la independencia de Reino Unido, en 1963. Son hijos de los padres fundadores de la nación africana: Jomo Kenyatta, el primer presidente, y Oginga Odinga, el primer vicepresidente, por lo que su bagaje es de sobra conocido por los kenianos.

Ya compitieron en los comicios de 2013, cuando Kenyatta se impuso por un puñado de votos y Odinga intentó impugnar los resultados alegando fraude electoral, lo que resucitó el fantasma de la ola de violencia postelectoral de 2007, si bien en esta ocasión la disputa se solventó pacíficamente.

Kenyatta llegó a la Jefatura del Estado en 2013, después de un primer intento fallido en 2002, cuando su perfil como sucesor político del entonces presidente, Daniel Arap Moi, le pasó factura. Ahora aspira a conseguir otros cinco años de gobierno que serían los últimos por la prohibición constitucional de encadenar más de dos mandatos consecutivos.

Para Odinga es también la última oportunidad de llegar a un cargo que a su padre se le escapó. El líder opositor ha intentado en otras tres ocasiones convertirse en presidente keniano y estuvo muy cerca en 2007 y 2013. Si este martes tampoco logra su objetivo, la edad y el cúmulo de tentativas frustradas le impedirán lanzarse una quinta vez.

Los sondeos sobre intención de voto colocan a Kenyatta como favorito, con un 48 por ciento de votos, aunque seguido de cerca por Odinga, con un 43 por ciento. La batalla se centra, por tanto, en conquistar el ocho por ciento de indecisos que decantará la balanza.

La Presidencia será para quien obtenga al menos un 50 por ciento de los votos más uno, siempre que el 25 por ciento de los mismos proceda de la mitad de los 47 condados que forman Kenia. Si ninguno registra estas cifras, tendrá que celebrarse una segunda vuelta electoral, la primera en la historia del país.

INCERTIDUMBRE POLÍTICA

La escasa distancia que les separa augura una ajustada victoria que permite a ambos soñar con el trofeo. "A medida que nos acercamos a las elecciones, la gente se va preparando mentalmente y estoy seguro de que obtendremos un triunfo rotundo", ha dicho Odinga en una reciente entrevista con la cadena británica BBC.

Kenia cuenta con un nuevo sistema de voto electrónico que, si bien ya se probó en 2013, cuando Odinga denunció fraude electoral, se espera que este martes funcione a la perfección para evitar eventuales disputas en los tribunales que acaben teniendo eco en las calles.

La recta final de la campaña presidencial se ha visto sacudida por el asesinato de Chris Msando, que trabajaba en el departamento tecnológico de la comisión electoral y tenía información sensible sobre el funcionamiento interno de las votaciones. De acuerdo con la investigación preliminar, fue torturado.

La muerte de Msando podría ser un anticipo del escenario postelectoral si el candidato perdedor no reconoce el resultado oficial, como ha ocurrido en las dos citas anteriores y que en 2007 dio lugar a un enfrentamiento entre los partidarios de Odinga y el entonces presidente, Mwai Kibaki, que en solo dos meses dejó más de mil muertos y 600.000 desplazados.

Kenyata, que entonces era viceprimer ministro, y su actual vicepresidente, William Rutto, --que también aspira a revalidar el cargo-- fueron acusados por el Tribunal Penal Internacional (TPI) de delitos de lesa humanidad por alimentar el conflicto interétnico. Sin embargo, nunca llegaron a juicio porque la Fiscalía tuvo que retirar los cargos por falta de pruebas tras un proceso marcado por el acoso a los testigos.

"La competición será extremadamente cerrada y hay un riesgo real de que la situación estalle si las autoridades no garantizan que el pueblo keniano puede votar sin intimidación, amenazas y violencia", ha sostenido Abdullahi Halakhe, investigador de Amnistía Internacional consultado por BBC.

Unos 180.000 agentes de seguridad patrullan estos días las principales ciudades kenianas para sofocar cualquier conato de violencia y eso se nota en la rutina diaria. "Normalmente tardo 15 minutos en llenar mi minibús y ya llevo tres horas esperando. Es un desastre", cuenta Willy Fiyukundi, conductor en Nairobi, al diario británico 'The Guardian'.

En este contexto, Kenyatta aprovechó su cierre de campaña para llamar a la calma: "No permitáis que nada abra una brecha entre vosotros. Habéis sido buenos vecinos y os pido que sigáis siéndolo independientemente de vuestra tribu, vuestra etnia, vuestra religión o vuestra filiación política".

NUEVA DINÁMICA ELECTORAL

Al margen de la pelea presidencial, los kenianos designarán este martes a los miembros de las asambleas locales, gobernadores regionales, diputados y senadores nacionales y a las mujeres que deberán completar las cuotas por género que establece la nueva Constitución.

En el pasado, estas votaciones apenas tenían importancia porque la victoria estaba condicionada por la influencia de los partidos tradicionales, los líderes tribales y la etnia, pero el mapa electoral diseñado por la Carta Magna de 2010 pone el acento en los logros personales de los candidatos, que han tenido que hacer verdaderos esfuerzos para ganar la nominación.

Este cambio se debe a que las ocho provincias se han desmembrado en 47 condados, y el Poder Legislativo unicameral se ha repartido entre diputados y senadores. Con ello, las grandes estructuras de poder, --partidos y líderes sectarios-- han perdido capacidad de influencia en el ámbito local, donde ahora se dirimen estas elecciones.

La nueva maquinaria electoral se reflejó en las primarias del pasado mes de abril. Los militantes negaron la nominación partidista a los asambleístas locales, diputados, senadores e incluso gobernadores que pretendían renovar su mandato y no cumplieron las promesas electorales, dejando fuera a destacadas figuras de la política keniana.

La relevancia que ha adquirido la cercanía con los votantes, por encima de filiaciones de otra índole, es precisamente una de las mayores garantías contra la violencia. "La lealtad sigue siendo importante, pero ya no es absoluta", explica el 'think tank' African Arguments. "Los votantes han cambiado y los políticos se están adaptando. Todo es mucho más interesante", remacha.

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