Los errores del fiscal Moix y los aciertos del sastre de Panamá

  • No supo conseguir apoyos, ni evitar las sospechas de ser demasiado autoritario. Tampoco se esperaba él que se le rebelaran dos fiscales.

    No han sido sólo las discrepancias con sus colegas, ni ser el fiscal “cojonudo” de las grabaciones de Ignacio González. Panamá le hizo el traje de salida. 

Moix abandona la jefatura tras 87 días de polémica, enfrentamientos con subordinados y una sociedad en Panamá
Moix abandona la jefatura tras 87 días de polémica, enfrentamientos con subordinados y una sociedad en Panamá
EUROPA PRESS
José Luis Roig

El sastre de Panamá y los medios de comunicación le ha hecho una traje a la medida al fiscal Manuel Moix. O lo que es lo mismo, desde que llegó a la jefatura de la fiscalía de Anticorrupción, no han parado los líos profesionales y mediáticos. Dicen que llegó para poner orden en esa fiscalía. Por ejemplo, que jueces y fiscales fueran los que dirigieran a las Fuerzas de Seguridad del Estado, y que no fuera al revés. Pero a Moix le faltó para todo mano izquierda y ganas de consensuar.

No supo conseguir apoyos, ni evitar las sospechas de ser demasiado autoritario. Tampoco se esperaba él que se le rebelaran dos fiscales y hubiera que acudir a una votación para ver cómo se hacían los registros de la UCO. Una votación que perdió por 24 votos en contra y 2 a favor. Presagio claro del temporal que se avecinaba.

El fiscal general del Estado, José Manuel Maza, le puso a él, a Moix, porque era una persona ajena a esa fiscalía, y de este modo, pensó erróneamente, no tendría tantos reparos a la hora de poner orden. Se equivocó. O no calculó bien. O ambas cosas. Pero a Moix, que ha dimitido sin haber hecho nada ilegal, todo hay que decirlo, no le han tumbado sus actuaciones cuestionadas por algunos colegas y por alguna prensa. A Moix se lo ha cargado la estética, más que la ética.

Si no hubiera surgido lo de la empresa del chalé familiar en Panamá, lo más probable, es que Moix hubiera seguido en su puesto. No han sido sólo las discrepancias con sus colegas, ni ser el fiscal “cojonudo” de las grabaciones de Ignacio González. La gota que colmó el vaso fue la “torpeza” de Panamá. No prever que en España hoy día cualquier cosa que se tenga en Panamá, aunque sea una tía abuela, es motivo de sospecha y de presunta corrupción. La culpa no es de John le Carré y su sastre de Panamá, sino más bien de los ecos no tan lejanos del ex ministro Soria y los paraísos fiscales.

Los tiempos bajan muy revueltos, tanto, que ya no basta con ser honrado. Ni tan siquiera basta parecerlo. Ahora hay que conseguir que la opinión pública, teledirigida en buena medida por los medios y por las redes sociales, no te condenen por no dar la talla. Es decir, por ser honrado, pero a la vez también bastante torpe.

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