Rivera parece más cómodo con la izquierda que con la derecha

  • Está alcanzando una nueva cumbre al participar como factor determinante en las negociaciones para la formación del próximo Gobierno.

    Lo que no sabemos es si su escalada continuará o habrá alcanzado al punto de inicio de su descenso, pero pronto saldremos de dudas. 

Rivera parece más cómodo con la izquierda que con la derecha
Rivera parece más cómodo con la izquierda que con la derecha

El joven Albert Rivera, 36 años, se ganó un merecido prestigio por su defensa de España en la política catalana, en la que empezó ganando un escaño en el Parlament en vísperas de cumplir los 27. Su carrera política continuó con el éxito de entrar en el Congreso de los Diputados en el último diciembre y en junio pasado como líder de un nuevo y amplio grupo parlamentario, el cuarto de la Cámara. Y está alcanzando una nueva cumbre al participar como factor determinante en las negociaciones para la formación del próximo Gobierno.

Lo que no sabemos es si su escalada continuará o habrá alcanzado al punto de inicio de su descenso, pero pronto saldremos de dudas, quizá esta misma semana en la que el destino de España se encuentra otra vez en juego con él implicado en la solución.

Hemos dicho aquí reiteradamente que la gestión del socialista Pedro Sánchez es decisiva para que haya o no un Gobierno del partido que ganólas elecciones, pues la abstención, al menos, del PSOE es necesaria para que Mariano Rajoy sea investido presidente. Pero eso no libra a Rivera de una responsabilidad previa que lo facilite.

Su partido, Ciudadanos, ha quedado electoralmente constituido en bisagra política y eso le obliga a intermediar entre el partido ganador y el partido más fuerte de la oposición, como siempre ha ocurrido cuando las urnas no han alumbrado una mayoría absoluta. En la actual situación de España, un apoyo de Rivera a Rajoy dejaría sin argumentos a Sánchez para negarle la investidura, mientras que la resistencia de Rivera le facilitaría una estupenda excusa.

Pero está Rivera remoloneando, reiterando su escrúpulo hacia Rajoy,sugiriendo que se llevaría mejor con un sucesor y avisando de que no se dejará convencer. A lo mejor solo juega a hacerse de rogar, pero de momento está poniendo en riesgo el Gobierno y agrandando el fantasma de las terceras elecciones. Como durante tanto tiempo ha estado vetando a Rajoy, aunque diga que su veto no es un veto contra toda evidencia, ahora le resulta embarazoso rectificar y reconocer que su réprobo favorito ha ganado las dos últimas elecciones subiendo de votos y escaños en las segundas. Sin embargo, esa resistencia a transformar su censura en apoyo cuando las urnas han hablado, no dice nada bueno de su perfil de político.

Estos días ha reflotado el recuerdo de que Rivera no tuvo empacho en pactar con el socialista Sánchez y en sentarse a dialogar con los antisistema de Podemos, lo que no le impide mostrar su particular desprecio al partido del que su programa está más próximo. Le está costando ejercer de bisagra. Se siente más cómodo con los de su izquierda que con los de su derecha. A ver si es que le fuerza el ánimo su militancia en el sindicato socialista UGT. Hay quien atribuye su mohín de antipatía a un diletantismo aún no superado.

Desde luego, su intento anunciado de provocar una gestión del Rey para que influya sobre Sánchez y resuelva el problema de la formación de Gobierno, y por supuesto su conflicto personal con la necesidad de comprometerse, revela más afición que profesionalidad. Rivera tendría que entender que no es hora de pasar la pelota sino de jugarla. Si él no apoya a Rajoy, tampoco facilitará Sánchez el Gobierno.

Aunque, pongámonos en la hipótesis de que los socialistas se abstienen en el último momento, por un rasgo de lucidez límite, para investir a Rajoy y sus 137 escaños y así evitar terceras elecciones, con Ciudadanos en el no de su aversión racial. Esa jugada destruiría políticamente a Rivera. El riesgo no lo tendría nunca si reconociera que la identidad de su partido está en el centro derecha y actuara en consecuencia. Pero será él quien mostrará a qué futuro aspira.

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