Sergio Moro, el juez que hace temblar a Brasil

Héroe que rescató a Brasil de la plaga corrupta o golpista que ha usurpado los mandos de la República y desencadenado un virulento terremoto político desde su fuerte sureño: todos los caminos conducen a Sergio Moro, el juez que corría tras el dinero negro.

Hace dos años, un osado magistrado de Curitiba, la capital del estado de Paraná (sur), ordenaba la detención de un viejo conocido, Alberto Youssef, un cambista de poblada ficha judicial, que le indicaría el camino hacia las cloacas del poder.

Nacía así la mayor operación anticorrupción que ha visto Brasil y, con ella, la estrella de Moro, el magistrado encargado de juzgar el multimillonario fraude que desangró a la gigante estatal Petrobras.

Casi 100 condenas y 24 fases de la Operación Lava Jato después, en las redes del juez han caído desde exdirectivos de la petrolera a los dueños de las mayores constructoras del país. Y sus acusaciones implicaron al hasta entonces intocable expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.

La frialdad casi temeraria de este Quijote de la justicia le llevó a irrumpir en la casa del expresidente el 4 de marzo, cuando ordenó a la policía que le condujera a declarar.

"Yo, sinceramente, estoy asustado con la República de Curitiba. Porque a partir de un juez de primera instancia, todo puede ocurrir en este país", afirmó Lula en una conversación telefónica pinchada, y difundida, con autorización del propio magistrado.

Moro nació hace 43 años en la ciudad paranaense de Maringá, y allí se licenció en derecho y se convirtió en juez en 1996. Doctor y profesor universitario, completó su formación en la prestigiosa Harvard.

"Es un magistrado técnicamente preparado, con una capacidad de trabajo extraordinaria y experiencia en procesos de gran magnitud", contó a la AFP Antonio Bochenek, presidente de la Asociación de Jueces Federales.

Fascinado por descifrar los caminos del dinero sucio, al astro de la justicia brasileña siempre le deslumbró la histórica operación 'Mani Pulite' [manos limpias], que desarticuló una compleja red de corrupción en la Italia de los 90.

Como una profecía, el juez esbozaba en un articulo de 2004 sobre esa operación la arquitectura del caso que le lanzaría a la fama una década después, defendiendo la estrategia de las confesiones premiadas de delatores o las filtraciones a la prensa, una potente arma con la que ha jugado la Operación Lava Jato (Lava coches) desde sus inicios.

"Moro instituyó la prisión preventiva como regla, cuando en cualquier país civilizado es la excepción", criticó el abogado Antonio Carlos de Almeida, defensor de varios implicados en el fraude de la petrolera estatal.

El magistrado entrenó su olfato en el caso Banestado, donde fueron condenadas 97 personas implicadas en una trama de lavado de dinero. Entre ellas, un tal Alberto Youssef.

Posteriormenre asesoraría a una ministra del Supremo en el juicio del 'Mensalao', el primer gran escándalo de corrupción que sacudió al PT.

Casado y con dos hijos, este magistrado de aire obcecado se ha convertido en el ídolo de las mareas opositoras, que le ven como un llanero solitario que pelea a pecho descubierto contra el mal que hunde al país.

En un quiebre inusual de su opaca discreción, el juez afirmó sentirse "conmovido" después que los más de tres millones de brasileños que se manifestaron el domingo pasado le ofrecieran su devoción.

Pero su último golpe de efecto, y el más arriesgado, estaba aún por llegar.

Ocurrió el miércoles 16 de marzo, a las 16H19: apenas dos horas después de que el expresidente Lula fuera nombrado ministro, el juez volvió a apretar el botón desde Curtiba y Brasil tembló de nuevo.

Airado por la maniobra política que sacaba a Lula de su radar -al integrar el gobierno obtiene fueros y sus causas pasan a la Corte Suprema- Moro levantó el secreto sobre las escuchas realizadas al exmandatario, incluida una embarazosa conversación con la presidenta Dilma Rousseff a las 13H32 del mismo día, poco antes de perder la jurisdicción sobre él.

El movimiento, cuya legalidad está fuertemente cuestionada, impulsó de nuevo a las calles a miles de brasileños, que vieron en el diálogo el acta de defunción del gobierno.

Pero numerosas voces advertían de que el juez había llegado demasiado lejos. Especialmente después de que trascendiera que él mismo había ordenado suspender las escuchas dos horas antes del polémico diálogo.

"Sergio Moro consiguió lo increíble: convertirse en tan indefendible como aquéllos a los que intenta juzgar", escribió este viernes Vladimir Safatle, columnista del diario Folha de Sao Paulo.

Y en su enérgico discurso durante la toma de posesión de Lula, Rousseff no precisó nombrarle para mandar un potente aviso.

"Convulsionar a la sociedad brasileña en clima de falsedades, métodos ilícitos y prácticas criticables viola principios y garantías constitucionales y los derechos de los ciudadanos. Y abren precedentes gravísimos. Los golpes comienzan así", lanzó.

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