Canadá echa por la borda su prestigio internacional en un año para olvidar

  • Canadá, un país en general admirado por su modelo político, su éxito económico y sus avances sociales ha tenido en 2013 un "annus horribilis" por una serie de escándalos y controversias políticas que han perjudicado su imagen internacional.

Julio César Rivas

Toronto (Canadá), 24 dic.- Canadá, un país en general admirado por su modelo político, su éxito económico y sus avances sociales ha tenido en 2013 un "annus horribilis" por una serie de escándalos y controversias políticas que han perjudicado su imagen internacional.

El año 2013 se inició con buenos augurios para el Gobierno del primer ministro conservador, Stephen Harper: El país, que escapó casi sin un rasguño de la gran crisis económica mundial de 2008, a diferencia de sus principales socios occidentales, seguía generando empleo y crecimiento.

Eran buenas noticias para Harper, que quiere acudir a las próximas elecciones generales, en 2015, sin el multimillonario déficit presupuestario que el país acumuló para enfrentarse a la recesión mundial.

Pero antes de acabar febrero, Harper tuvo que afrontar un escándalo en el Senado que ha arrastrado penosamente durante todo 2013, afectando tanto a su imagen personal como a la de Canadá y sus instituciones.

El problema, que se inició con las actividades fraudulentas de tres destacados senadores nombrados personalmente por Harper para la Cámara Alta del Parlamento, se ha saldado con una investigación policial, todavía en marcha, y la dimisión de la mano derecha del primer ministro, su jefe de gabinete, Nigel Wright.

El escándalo, aún abierto, afecta ya a más de una docena de destacados conservadores y subordinados de Harper y ha provocado el desplome del Partido Conservador en las encuestas, además de cuestionar los principios éticos del Gobierno.

Paralelamente, el Partido Conservador está bajo sospecha por incidentes sucedidos en las elecciones generales de 2011 durante las que, según denuncias de votantes y organizaciones sociales, miles de personas no pudieron votar tras recibir información falsa sobre dónde tenían que depositar su voto.

La Policía, que también está investigando los sucesos de 2011, ha identificado como centro de una de esas operaciones contra el derecho de voto las oficinas de un candidato conservador, ahora diputado, y la principal herramienta para el fraude, un potente software del propio partido.

Para muchos, sólo la idea de que en Canadá pueda existir un plan para evitar que miles de personas voten sin obstáculos es un grave insulto a la tradición electoral y democrática del país y daña su estatura moral en la comunidad internacional.

Lo mismo se puede decir de la decisión de Harper de retirar a Canadá del Protocolo de Kioto para luchar contra las emisiones de gases con efecto invernadero.

La inusitada retirada, que ha convertido a Canadá en el único país del mundo que ratificó Kioto y que posteriormente canceló sus compromisos internacionales, se materializó en diciembre de 2012 pero sus efectos se han hecho sentir durante 2013.

Prácticamente en cada foro internacional sobre el cambio climático celebrado en 2013, Canadá ha sido ridiculizado por su decisión, y marginado.

El Gobierno justificó su decisión en que así se podrá desarrollar sin cortapisas las reservas de petróleo en la provincia de Alberta, de las mayores del mundo pero que están en forma de arena bituminosa, lo que hace su extracción especialmente dañina para el medio ambiente.

Pero al menos otros tres escándalos han dañado la imagen de Canadá como país de ley y orden.

En Québec, una comisión de investigación pública ha descubierto estrechas conexiones entre el sector de la construcción, los gobiernos municipales y la mafia para la consecución de contratos de infraestructura y la financiación ilegal de partidos.

Y una de las principales compañías de ingeniería del país, SNC-Lavalin, ha sido vinculada por la Policía y organismos internacionales con sobornos a gobernantes en países en desarrollo para conseguir contratos, incluida la familia del fallecido dictador libio Muamar al Gadafi cuando estaba en el poder.

Pero quizás la puntilla a la imagen de Canadá la ha dado Rob Ford, alcalde de la mayor ciudad, Toronto, la capital política del país y una de las mayores metrópolis de Norteamérica.

Ford, un político populista conservador con estrechos lazos con el Gobierno de Harper, se ha convertido en un hazmerreír nacional e internacional por su comportamiento estrambótico, sus forzadas admisiones de consumo de "crack" y marihuana, y sus vínculos con traficantes de armas y drogas de Toronto.

Todo ello registrado en vídeos y fotografías, materiales que en algunos casos han sido publicados y en otros están en manos de la Policía.

Quizás lo más dañino para el país y la ciudad es que a pesar de

todas las pruebas contra Ford, y las propias admisiones del alcalde de Toronto, las autoridades no han presentado cargos contra el empresario y político.

Con todo esto, no es de extrañar que en diciembre, la prestigiosa revista "The Economist", que hace una década declaró a Canadá como un modelo político, social y económico, se haya visto obligada a retirar su calificación del país norteamericano.

"Si Canadá es emocionante en 2014 lo será por las razones equivocadas", sentenció la publicación.

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