Casado, el antiguo 'cachorro' que se dejó barba e hizo cambios para rescatar al PP

Casado, en su atril durante el debate
Casado, en su atril durante el debate
EUROPA PRESS

Junio de 2015. Rajoy sufre una crisis interna con duras críticas hacia su gestión y, en especial, contra su secretaria general, María Dolores de Cospedal. El partido, que tiene mayoría absoluta, pierde gobiernos como Castilla-La Mancha o Aragón y los ayuntamientos de Madrid o Valencia. También se desploma en los sondeos, que apuntan a una fuga de votantes hacia Ciudadanos. La decisión que toma el presidente es renovar la cúpula de la formación y dar entrada a jóvenes valores: Javier Maroto, Andrea Levy... y un madrileño que había sido presidente de Nuevas Generaciones y portavoz en las municipales y autonómicas, Pablo Casado. Es entonces cuando comienza su ascensión.

Casado fue designado vicesecretario de Comunicación del PP, lo que le llevó a forjar una estrecha relación con los periodistas. Siempre estaba disponible, hasta en los malos momentos. Su encargo principal: dar la cara ante los medios. Proteger a sus superiores de las críticas, aislarles de las acusaciones de corrupción, atacar a los rivales en la prensa... Durante años se dedicó a ofrecer explicaciones en complicadas ruedas de prensa todos los lunes tras los 'maitines' en Génova. Se enfrentó a casos como Gürtel, Lezo, Púnica, Taula... Y también sufrió la crítica: hace solo un año tuvo que hacer frente a su propio caso Máster, teniendo que dar a conocer los trabajos que realizó en su día. Fue su principal crisis.

Casado enseña los papeles de su Máster
Casado enseña los papeles de su Máster / EFE

La moción de censura que se llevó al marianismo por delante la vivió en primera persona. Sufrió al ver cómo un presidente con el que tanto trabajó se marchaba por la puerta de atrás, en esas 48 horas aciagas que auparon a La Moncloa a Sánchez y que dejaron la imagen de un Rajoy ausente en un restaurante mientras se decidía el futuro del país. Casado comprobó directamente que la política no perdona los errores y quizá por eso fue el primero en anunciar que quería liderar el PP.

Las primarias no fueron agradables. Su principal rival fue Soraya Sáenz de Santamaría. Casado quedó segundo en la primera vuelta pero consiguió derrotar a la exvicepresidenta recogiendo votos de Cospedal y el resto de rivales. A partir de ese momento le cambió la vida para siempre. Él suele contar que lo que peor lleva de este tiempo es que no puede caminar por la calle sin que le reconozcan. Aún así, hay dos rutinas sagradas para Casado: llevar a sus hijos por la mañana la colegio y cenar con su mujer Isabel. 

Una vez sentado en el despacho de presidente de la séptima planta de la calle Génova, Casado se rodeó de un equipo de fieles. Empezando por su secretario general, Teodoro García Egea, y continuando por sus vicesecretarios. Destaca especialmente la relación que le une a Javier Maroto. De hecho, ambos suelen contar que el vitoriano ha cuidado en más de una ocasión de los hijos del matrimonio.

En el PP no se esperaban que Sánchez fuera a disolver las Cortes. Estaban configurando equipos y preparando las municipales y autonómicas cuando el presidente del Gobierno apretó el botón rojo. Por eso el 'casadismo' tuvo que preparar a contrarreloj las listas para unos comicios muy importantes para el futuro del partido. En el momento se auguró un resultado peor que el de 2016, mientras que en Génova confiaban en que la potente implantación territorial de la formación les permitiría resistir. Los sondeos prevén resultados más positivos para la repetición electoral del 10 de noviembre, pero no se sabe si mejorarán lo suficiente para que los populares vuelvan a gobernar. 

La era Casado, pese a ser breve, no ha estado exenta de polémicas. La principal ha tenido que ver con la configuración de las diferentes candidaturas. El líder ha sido valiente y, como es lógico, ha prescindido de toda la vieja guardia, incluidos exministros como Cristóbal Montoro, Fátima Báñez o Álvaro Nadal; y también de cualquier vestigio del 'sorayismo'. Eso le ha otorgado un poder prácticamente omnímodo en Génova que hará complicado los cambios si hay batacazo, pero también le ha granjeado enemigos, esencialmente por las formas que ha empleado. La crisis de Ángel Garrido fue una de las crisis más difíciles de manejar. 

Casado se juega todo este domingo. Si consigue llegar al Gobierno silenciará todas las críticas internas... y externas. Pero si los resultados no son buenos tendrá que hacer frente a una etapa llena de bombas, con Vox presente en el Parlamento y con Ciudadanos intentando robar votos en su terreno. Es el momento Casado y el resultado es incierto.

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