Demasiado contenido para conseguir un debate útil

    • Tengo la impresión de que Sánchez se ha equivocado al acudir a los dos debates colectivos.
    • Mariano Rajoy no habría podido alzarse con una victoria. En un mano a mano con Sánchez, le será más fácil
Pedro Sánchez saluda a la vicepresidenta del Gobierno antes de iniciar el debate
Pedro Sánchez saluda a la vicepresidenta del Gobierno antes de iniciar el debate

Quisieron abarcar demasiado y me temo que el debate fue excesivo no para los que sobrellevamos un interés profesional por la actuación de los políticos sino para los espectadores de la campaña electoral. Muchas cuestiones para cuatro participantes. El exceso de mensajes, de propuestas, de ofertas, y también de críticas a la representante del Gobierno, fueron una amenaza para la comprensión, que no sé si salió favorecida.

Pero en la televisión mandan la imagen y el gesto, y en ello hubo quienes sobresalieron. Pablo Iglesias domina el aderezo y el ademán ante la cámara, a la que sigue enfrentándose en su traje de campaña, camisa arremangada. Albert Rivera supo estar con normalidad, más entonado que en el debate anterior. Pedro Sánchez pareció algo acartonado, aunque no por haber recuperado la corbata. Soraya Sáenz de Santamaría intentó el papel institucional. Los dos primeros ganaron la puesta en escena. La nueva y la vieja política, clasificación tan aludida, quedó de manifiesto, y salió mejor parada la primera.

Pero Iglesias, tan ducho en televisión, no supo resolver en dos choques fundamentales, sin duda porque eran serios asuntos de fondo. En el caso catalán, su apuesta por el derecho de autodeterminación, además de ser una solución anticonstitucional, le reportó desaprobaciones de los otros tres. Y en el caso de la lucha contra el terrorismo, quedó en solitario desmarcado del consenso. En esas dos ocasiones, y también en una confusa alusión a una supuesta "incorporación" a España de los andaluces, reapareció el Iglesias que se trata de auto-ocultar.

Tengo la impresión de que Sánchez se ha equivocado al acudir a los dos debates colectivos. En el primero a tres, ante la ausencia del presidente del Gobierno actuó de pararrayos único de los otros dos y en este a cuatro aceptó enfrentarse a la vicepresidenta bajando un escalón en la categoría de primer espada que quiere representar. Sus constantes alusiones a Mariano Rajoy, al que citó más de una docena de veces, no compensaron la carencia de un pulso personal, para el que tendrá que esperar unos días. Si no hubiera acudido las dos veces aduciendo la necesidad de un combate al más alto nivel, habría desactivado los debates pero su imagen no se habría resentido. No siempre el aparecer con motivo o sin él es la mejor solución.

A la vicepresidenta le correspondió el papel más difícil pues fue, como se preveía el objetivo de los otros participantes. No llegó a ser un debate de tres contra uno, como habría ocurrido con la presencia de Rajoy, pero Soraya Santamaría se vio obligada a salir al paso para defender la política del Gobierno en detrimento de la posibilidad de concentrarse en otros temas.

Como en el debate anterior, Rajoy acaparó la mayoría de las alusiones, principalmente de Sánchez y Rivera, de tal manera que volvió a ser protagonista, aunque ausente, del encuentro. No vi un ganador claro ni un perdedor indudable. Pero el debate sirvió para definir un poco más ante la masa de votantes los contornos de los dos candidatos emergentes, el de Ciudadanos y el de Podemos, que ya no se cortan y abundan en la hipótesis de su triunfo electoral. El candidato del PSOE parece no poder resistir el ímpetu de los nuevos, aunque él también es nuevo pero lo sugiere menos, y el candidato del PP sigue desdeñando el debate colectivo y haciendo la guerra por su cuenta en otros territorios. Desde luego, en este debate, si lo juzgamos por las oportunidades de que dispuso la vicepresidenta, Mariano Rajoy no habría podido alzarse con una victoria. En un mano a mano con Sánchez, le será más fácil

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