Dirigentes palestinos no quieren que protestas se transformen en enfrentamientos armados

  • Los dirigentes palestinos intentan que el enfrentamiento con los israelíes se limite a las pedradas y que no se empuñen los fusiles, una lección aprendida durante la segunda Intifada, aseguran responsables políticos y de seguridad.

La policía y los servicios secretos palestinos dejan que los jóvenes lancen piedras, comprobaron periodistas de la AFP. Pero vigilan que quienes acuden a las manifestaciones no tengan "armas de fuego", asegura un responsable palestino de seguridad en Cisjordania ocupada.

En Ramala, sede de la Autoridad Palestina en Cisjordania, dicen que aprendieron la lección de la segunda Intifada (2000-2005). En el año 2000, semanas después del inicio de las manifestaciones populares, las armas de fuego empezaron a sonar tras los lanzamientos de piedras. Israel desplegó entonces sus tanques, reconquistó casi toda Cisjordania y, por primera vez desde 1967, recurrió a sus aviones de combate para bombardear a los palestinos.

El ejército israelí destruyó la mayor parte de las infraestructuras de la Autoridad y sitió la presidencia de Yaser Arafat, histórico dirigente palestino fallecido en noviembre de 2004.

Diez años después, los dirigentes de Cisjordania parecen tener algo más que perder. Consiguieron el estatuto de Estado observador en la ONU, su bandera ondea en la sede de Naciones Unidas y reivindican su pertenencia a una entidad llamada "Estado de Palestina".

La decisión se tomó "a nivel político", explica Adnan al Damiri, portavoz de los servicios de seguridad palestinos, a la AFP. "El uso de armas (de fuego) en los enfrentamientos entre el pueblo y los soldados de la ocupación está prohibido", explica.

Se trata de "apoyar un movimiento de resistencia", no una escalada de violencia, añade.

El presidente palestino, Mahmud Abas, que ya denunciaba la militarización de la lucha durante la segunda Intifada, se ha opuesto a "una escalada militar" y ha pedido a sus fuerzas de seguridad que "tomen las medidas necesarias" para impedirla.

En cuanto a los representantes locales de los 13 movimientos palestinos que se reúnen cada semana en Ramala, su coordinador, Esam Bakr, afirma que todos se oponen al uso de armas de fuego.

El rechazo a una militarización es "categórico", porque "reduciría mucho el número de manifestantes y daría al ocupante una excusa para lanzar sus tanques y abrir fuego sobre los palestinos", asegura.

El control de la Autoridad Palestina se limita, sin embargo, a Cisjordania, donde su actuación suscita críticas. En Jerusalén, escenario de duros enfrentamientos, se prohíbe su actividad y la de los demás movimientos palestinos. Y en Gaza, el otro territorio con el que Cisjordania debería formar un Estado palestino, gobierna el movimiento islamista Hamas, con el que mantiene unas relaciones tumultuosas.

Hamas también se muestra activo en Cisjordania. Israel imputó a una de sus células el asesinato de dos colonos israelíes el pasado 1 de octubre. El movimiento palestino celebró la operación sin reivindicarla.

La Franja de Gaza y Hamas, que combatió contra Israel en 2014, se habían mantenido al margen de la actual ola de violencia hasta el viernes. Desde entonces, nueve jóvenes murieron como consecuencia de disparos israelíes en la frontera de Gaza, y una mujer y su niño de dos años fallecieron en un bombardeo israelí en represalia por dos lanzamientos de cohetes.

Hamas dijo el viernes que Gaza intervendría en lo que calificó de "intifada". El domingo, advirtió a Israel sobre la consecuencia de continuar con sus "actos insensatos".

Varios analistas consideran, sin embargo, que el movimiento, muy afectado por la guerra de 2014 y que debe rendir cuentas a una población castigada, podría no tener ningún interés en que se produzca una escalada violenta.

Queda la Yihad Islámica, segunda fuerza islamista palestina, cuyos dirigentes políticos se negaron hace poco a reivindicar un vídeo de su rama armada, en la que alentaba a cometer atentados suicidas.

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