El drama de la hormona que provocó 119 muertos en Francia queda sin castigo

  • París.- El drama de la hormona de crecimiento, un escándalo médico de los años 90 que provocó en Francia la muerte a 119 niños tratados por su escasa estatura, se saldó sin castigo a los acusados, absueltos hoy por el Tribunal de Apelación de París.

París.- El drama de la hormona de crecimiento, un escándalo médico de los años 90 que provocó en Francia la muerte a 119 niños tratados por su escasa estatura, se saldó sin castigo a los acusados, absueltos hoy por el Tribunal de Apelación de París.

Es la segunda vez que escapan a condenas los responsables de haber puesto en el mercado un producto obtenido a partir de glándulas de cadáveres obtenidas de forma ilegal en morgues francesas y de países del este y que contaminaron la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob a decenas de pacientes.

El Tribunal estimó, como en primera instancia había hecho el Correccional en 2009, que los científicos no poseían los conocimientos suficientes para saber las consecuencias que el consumo de la hormona podía tener en los niños.

Por ello, se libraron de la condena el antiguo responsable del Instituto Pasteur Fernand Dray, que desarrolló la hormona, y la pediatra Elisabeth Mugnier, que recomendó su uso, los dos únicos acusados que se sentaban en el banquillo.

La corte estimó que no cometieron "ninguna falta" y por tanto fueron declarados inocentes de los cargos de homicidio involuntario por el que la Fiscalía había pedido penas de cárcel exentas de cumplimiento.

La apelación fue más lejos y les absolvió también de las responsabilidades civiles, por lo que no tendrán que indemnizar a las víctimas, que han recibido hasta ahora 32 millones de euros del Estado.

El ex presidente de la asociación Francia-Hipófisis Jean-Claude Job, considerado el hombre clave del escándalo, murió un mes antes de que en 2009 se pronunciara la sentencia en primera instancia, mientras que el antiguo responsable de la Farmacia Central de Hospitales Marc Mollet falleció en el transcurso de la instrucción de la Apelación.

Los familiares de las víctimas asistieron incrédulas a la lectura del veredicto, un nuevo revés jurídico para hombres y mujeres que llevan 25 años pidiendo responsabilidades por la muerte de sus hijos.

"Me siento traicionada por la justicia que considera que alguien que ha hecho mal su trabajo, que ha cometido falta, no es responsable de sus actos", afirmó Marie-José Ferro, que perdió a su hijo.

Visiblemente afectada, alertó de la posibilidad de que esta sentencia abra la puerta a nuevos dramas sanitarios porque no se responsabiliza a los médicos de sus actos.

Algunos de los familiares no pudieron soportar la absolución de los acusados y necesitaron del apoyo psicológico puesto a su servicio por el Tribunal.

Las asociaciones comenzaron a estudiar la posibilidad de llevar el caso ante el Tribunal Supremo para que no quede impune el escándalo.

En total, 1.698 niños fueron tratados, de los que a 119 se ha podido vincular su muerte con el consumo de la sustancia, aunque los familiares de las víctimas estiman que el número de afectados es mayor, porque la enfermedad, degenerativa y sin cura, tiene un periodo de incubación de entre 5 y 40 años.

Todos ellos sufrieron en los años 80 el tratamiento con un producto revolucionario, extraído de la hipófisis de cerebros de cadáveres.

El Tribunal consideró probado que la extracción de esa sustancia se hizo en cadáveres sin respetar las medidas de higiene y de control adecuadas, en ocasiones en hospitales que trataban a pacientes con enfermedades neurológicas y contagiosas.

Además de en Francia, los responsables de la red que puso en el mercado este producto acudieron a tanatorios de Bulgaria y Hungría para recoger la hipófisis.

Fabricada entre 1980 y 1988, los efectos de la hormona comenzaron a detectarse a partir de los años 90, cuando se produjeron las primeras víctimas.

Para entonces, este tipo de producto había dejado de producirse a partir de glándulas humanas y fue sustituido por una hormona elaborada a partir de elementos sintéticos, sin riesgos de contaminación de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

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