Javier Aja
Dublín, 24 oct.- El candidato del Partido Laborista a la Presidencia irlandesa, Michael D. Higgins, busca en las elecciones de este jueves poner el broche de oro a una destacada carrera política dedicada a causas humanitarias y las artes.
La figura del más veterano de los siete candidatos, de 70 años, parece cumplir con uno de los viejos clichés usados para describir a este cargo de carácter representativo como un cómodo y lucrativo retiro o como un premio.
Esa última opinión podría ser la que comparten muchos de sus compañeros de partido, que consideran a Higgins como un símbolo de la izquierda irlandesa y donde es uno de sus miembros más queridos y respetados.
El presidente del Partido Laborista ya pensó presentarse a estos comicios en 1997 para sustituir a Mary Robinson, pero su formación decidió entonces apoyar a una conocida activista vinculada a la tragedia nuclear de Chernóbil, Adi Roche.
Volvió a expresar interés al término del mandato de siete años de Mary McAleese, pero entonces los laboristas optaron por no presentar candidato alguno después de obtener unos malos resultados en los comicios legislativos y comprobar que sus finanzas no estaban para grandes esfuerzos electorales.
Así, el partido le debía una a este político, reconocido como uno de los mejores oradores del Parlamento de Dublín, poeta de notable talento y apasionado defensor de causas humanitarias.
Durante los años 80, su presencia era habitual en cualquier manifestación contra la política de Estados Unidos en El Salvador o Nicaragua.
Y en los 90 cargó con igual ardor contra las injusticias cometidas en Irak o Timor Oriental mientras introducía legislación progresista para proteger las artes y la lengua gaélica cuando ocupó esas carteras entre 1994 y 1997.
Pero también es objeto de una inofensiva mofa por parte de algunos colegas de profesión y medios de comunicación.
Higgins, de corta estatura y largos cabellos blancos, habla con una voz aguda y mezcla un acento rural con uno afectado y tiene, además, según algunos de sus correligionarios, mal genio y poca paciencia.
El pasado año, durante un debate en una emisora de radio con un periodista estadounidense ultraconservador, el político laborista perdió los nervios y protagonizó un momento memorable al insultarlo en antena.
A pesar de su popularidad, Higgins no ha logrado emocionar al electorado irlandés, que, según la última encuesta del dominical "The Sunday Business Post", le da un apoyo del 25 por ciento, 15 puntos menos que al candidato independiente Seán Gallagher, el más joven de los aspirantes, de 49 años.
Los críticos de Higgins señalan que no ha sido capaz de articular su "visión" para la Presidencia de una manera clara, con un mensaje sencillo que le llegue a la ciudadanía.
En su página web insta a los irlandeses a "dejar atrás el cinismo" y a sacar lo "mejor de nosotros, nuestra generosa humanidad, sentido del humor, nuestra rica herencia y nuestra creatividad".
En cualquier caso, Gallagher y Higgins parecen disputarse la Presidencia irlandesa, toda vez que a cierta distancia se sitúa ya Martin McGuinness, el candidato del Sinn Fein, ex ministro principal norirlandés y antiguo dirigente del inactivo "Ejército Republicano Irlandés (IRA).
Higgins podría verse beneficiado durante el recuento por el complejo sistema electoral irlandés, de representación proporcional mediante voto transferible.
Es muy posible que muchas de las segundas, terceras o sucesivas opciones en la papeleta que lleve el número uno de Gallagher vayan a parar al laborista, tal y como podría ocurrir con las de los otros candidatos.
No está tan claro, no obstante, que Gallagher vaya a recibir tantas transferencias como su rival. A cuatro días de los comicios las espadas siguen en alto.
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