El peligro de los transgénicos no son sus genes sino sus patentes

  • La industria alimentaria está cambiando hacia un modelo basado en los transgénicos, alimentos cuyos genes han sido modificados en un laboratorio y posteriormente patentados para su comercialización.

     

José Barreiro

La mayoría de las organizaciones ecologistas reniegan de los transgénicos. En la mayoría de los casos alegan razones de salud pública. En otros, avisan del peligro de destruir la biodiversidad de estos alimentos. No hay estudios que demuestren el efecto de los transgénicos en las personas a largo plazo. Los productores dicen que son inocuos, los detractores no lo tienen tan claro. Sin embargo hay un problema mayor que ya está afectando a los agricultores, el sistema de patentes de las semillas.

Las investigaciones científicas en el campo de los transgénicos los llevan a cabo, en su mayor parte, empresas privadas. Los avances que han conseguido son remarcables. Plantas de crecimiento más rápido, semillas más resistentes a la sequía, resistencia a algunos insectos e incluso mejora en los valores nutricionales de los productos. Sin embargo todo esto tiene un precio, el precio que los productores tendrán que pagar a estas compañías.

Todo este proceso está pensado como negocio, y el objetivo principal de cualquier negocio es ganar dinero. Lo primero que hacen las empresas que desarrollan nuevas semillas es patentar la nueva combinación de genes que las componen. Una vez hecho esto, las semillas quedan marcadas y controladas durante todo el proceso. Una vez completado este paso, el resto es muy sencillo.

La semilla llega al agricultor, que la compra esperando obtener más rendimiento en sus cosechas. A partir de este momento la situación ya es diferente. Ese mismo agricultor que anteriormente era propietario de sus semillas, deja de serlo. Es cierto que las plantará, las regará, las cosechará y las venderá, pero bajo una licencia de uso. La compañía se reserva el derecho de propiedad y gestión sobre las semillas. Y esto conduce a otro problema.

Podría darse el caso de que dos agricultores cultiven maíz en dos campos contíguos. Uno decide usar el transgénico y el otro no. En principio, el que ha decidido seguir con el maíz tradicional no tendría por qué cambiar sus hábitos. Pero si se diera el caso de que una racha de viento transportara una de esas semilas patentadas a su campo, este agricultor podría ser demandado por la empresa por utilización ilícita del producto. Ya que demostrar que esa semilla ha llegado a tu campo de manera fortuita es muy difícil, los agricultores se ven indefensos en estos casos y generalmente salen perdiendo.

Este es un ejemplo común en Ese un ejemplo de lo que ocurre diariamente en campos de todo el mundo, pero la cosa no termina ahí. Generalmente estas semillas traen con ellas otros servicos y productos como los herbicidas específicos o los contratos por varios años. Lo único que esto está consiguiendo es que unas pocas empresas con suficiente dinero para patentar estos productos, controle una gran parte de los cultivos de países como Brasil, EEUU o España.

Los agricultores que no quieren participar en el proceso se ven indefensos ante la contaminación de sus campos con estso productos, ya que puede venir en cualquier momento y de cualquier parte. Salir del proceso no es fácil, ya que aunque se quiera volver a las semillas tradicionales, eliminar todo rastro del producto transgénico es muy complicado, y nos puede dejar expuestos a una demanda.

Los transgénicos tal y como están concebidos son solo un medio de control de los cultivos por parte de unas pocas empresas mulnacionales. Los agricultores se vuelven dependientes de los productos de estas compañías y pierden la soberanía sobre los alimentos que cultivan ellos mismos. Al final, las semillas seleccionadas generación tras generación se pierden cuando una semilla transgénica llega a esos campos y tienen que ser eliminados.

Además, la utilización de un tipo de semilla concreto en muchos lugares hace que se peirda la diversidad natural de lso cultivos, y los expone a nuevas amenazas derivadas de la homogeneidad del producto. Si un campo de maíz es afectado por una plaga, todos lo serán. La solución solo la podría dar la empresa propietaria del cultivo, la única autorizada para vendernos el insecticida que acabe con la plaga. Es un ciclo peligroso en que los

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