Manual del buen nacionalista: folklore, Trivial catalán y rectores nacionalistas

  • CiU abogaba en 1990 por concienciar al pueblo a tener más hijos para garantizar la personalidad colectiva. "Solo avanzan los pueblos jóvenes”, decía.
Jordi Pujol
Jordi Pujol

Mayoría absoluta de Convergencia i Unió. 1990. Jordi Pujol, el sempiterno president, ha logrado sacar adelante leyes controvertidas como la Ley de Política Lingüística de 1998. No ha dudado en enfrentarse por ella con el Gobierno de Aznar y el clamor de la mayoría de los medios de comunicación de Madrid, que la contestan duramente, que hablan ya de “persecución” del castellano. Antes, en diciembre de 1989, Pujol impulsó, pese a la oposición del PSC y del PP catalán, y aprovechando la coyuntura histórica de la caída del Muro de Berlín, una proposición no de ley en la que se afirmaba que el “marco

constitucional no implica la renuncia del pueblo catalán a la autodeterminación”.

Pese a ello, la sociedad catalana de los 90 no es especialmente partidaria de la autodeterminación. El independentismo no alcanzaba a superar el 20% de la sociedad. Si lo que uno pretende es alzar el Estat Català, lo primero con lo que tiene que contar es con catalanes que se ocupen de él. Y como no está en el ánimo de ningún nacionalismo el claudicar de sus objetivos, se puso éste manos a la obra y alumbró un plan que, en octubre de 1990, El Periódico de Catalunya hizo público en una doble página.

Las hemerotecas, las informaciones de entonces, adjudicaron la inspiración de dicha estrategia al president Pujol y, en menor medida, a otros consellers y personalidades de Convergencia, como Miquel Roca, entonces secretario general de la formación política.

Folklore, costumbres y “trasfondo mítico”

El nacionalismo político conserva aún ciertas trazas románticas que le hacen consciente de la importancia de lo que ha dado en llamar “el relato”, que no es sino la elaboración de una antología de narraciones culturales e intelectuales que acaban convergiendo en la justificación y necesidad del nacionalismo y en la vigencia de sus objetivos.

En el primer epígrafe - “Pensamiento”- del documento estratégico de Pujol, se establecen, precisamente, objetivos de esta índole. “Configuración de la personalidad catalana”, mediante la “elección y divulgación de los conceptos que permiten el máximo fortalecimiento de nuestro pueblo”. Conceptos como “amar el trabajo”, “gusto por el

trabajo bien hecho” o la “vigencia de los valores cristianos”. También, la “divulgación de la historia y del hecho nacional catalán” mediante el “fomento de las fiestas populares, tradiciones, costumbres y sus trasfondo mítico” o sea: el folklore.

Pretendían también desde la Generalitat de Pujol, crear y asentar un “nuevo concepto de nación dentro del marco europeo” y más concretamente, como “nación europea emergente”. Pero una nación tiene que tener nacionales y tiene que tener para más de una

y dos generaciones. En eso no se puede escatimar si uno quiere independizarse. Por eso, la estrategia contemplaba “el factor demográfico” y decía así: “Sólo avanzan los pueblos que

son jóvenes. Es necesario concienciar a nuestro pueblo a tener más hijos para garantizar nuestra personalidad colectiva”.

Es esencial, también, avivar el rencor hacia el país del que uno quiere irse. Nada más efectivo para ello que elaborar un “memorial de agravios”, para lo cual, la estrategia emplaza al “descubrimiento, constatación, ponderación y divulgación de los hechos

discriminatorios, carencias, etcétera, de forma clara, contundente y sistemática”.

“Impulsar el sentimiento catalán”

La enseñanza es la clave. Estos días lo estamos viendo. Por eso, hay dos epígrafes que se dedican a ella, “Enseñanza” y “Universidad e Investigación”. El objetivo era “impulsar el sentimiento nacional catalán de los profesores, padres y estudiantes”. Lo primero para

lograr ese impulso, reza el documento, es “exigir el correcto conocimiento de la lengua, historia y geografía de Catalunya y de los Països Catalans (sic) a todos los profesores, maestros y alumnos” y “editar y emplear libros de textos” ad hoc mediante “subvenciones si

es necesario”. Pero una administración es un gigante de personal muy difícil de dirigir. Y como los responsables del documento lo sabían, pensaron que era necesario “reorganizar el cuerpo de inspectores de forma y modo que vigilen el correcto cumplimiento de la normativa sobre catalanización de la enseñanza”.

También planteaban la presión sobre “las asociaciones de padres, aportando gente y dirigentes que tengan criterios nacionalistas” y, para controlar quienes accedían al claustro de los centros, “velar por la composición de los tribunales de oposición”.

En lo que respecta a las universidades, el objetivo es similar y los medios para lograrlo, parecidos. En el documento se insta a crear “materiales didácticos” elaborados desde “una perspectiva catalana” y a potenciar “la Associaciò Catalana del Professorat Universitari, así como las asociaciones de estudiantes nacionalistas” y “potenciar a

personalidades de ideología nacionalista en los órganos rectores de las tres universidades catalanas”.

Medios de comunicación y la “conciencia nacional catalana”

Crear un clima de opinión favorable es también un objetivo esencial de todo nacionalismo que se precie. En el epígrafe que dedica a los medios, la estrategia de 1990 se marca como objetivo “lograr que los medios de comunicación públicos sigan siendo transmisores eficaces del modelo nacional catalán” mediante una “depuración del lenguaje”, “una mejor y mayor difusión de los productos culturales catalanes” y la extensión del “marco de actuación de los medios audiovisuales al ámbito de los Països Catalans”. Asimismo, plantea la necesidad de presionar “en la formación inicial y permanente de los periodistas y los técnicos (…)

para garantizar una preparación con conciencia nacional catalana”.

Para ello, se considera fundamental el “introducir a gente nacionalista de una elevada profesionalidad y gran cualificación técnica, en todos los lugares claves de los medios de comunicación” y “convertir” el periódico Avui ( de propiedad privada, pero regado de subvenciones y préstamos de la Generalitat) en un “gran diario de alcance nacional”, así como crear una “agencia de noticias catalana, de espíritu nacionalista y de gran solvencia”. Y por supuesto, “favorecer la concesión de ayudas para emisoras con programación catalana”.

Catalanizar el Trivial y a los ejecutivos

El nacionalismo no se contenta nunca. No es suficiente la educación y los medios de comunicación. También quiere impregnar la cultura y el ocio, “catalanizar las actividades deportivas y lúdicas”, para lo cual aboga el documento por lograr la “adaptación de juegos internacionales a nuestra lengua y cultura (por ejemplo el Trivial)” y llama a “fomentar y ayudar al asociacionismo juvenil y cultural con vocación de fer país (hacer país)”.

En lo que respecta al mundo empresarial, el documento le dedica un apartado que comienza marcando el objetivo: “garantizar el uso del catalán en todos los letreros, indicadores, impresos” y “promover unas organizaciones patronales, económicas y sindicales catalanas”.

Ello pasaba, claro, por “incidir en las escuelas de Formación Profesional y de directivos para difundir el espíritu catalán entre los alumnos, futuros directivos” y “favorecer las estrategias sindicales que incorporen en su política la dimensión lingüística y nacional de Catalunya”, además de “favorecer la catalanización de las empresas de

servicios”, “de los gremios” y “las industrias del turismo y del ocio”.

Hacer de Cataluña circunscripción europea

Los tres últimos apartados del documento se refieren a la “proyección exterior”, “infraestructuras” y “administración”. Los tres están atravesados por el objetivo, común a todo el documento, de fer país, aunque sea a golpe de billetero. Así, para “hacer conocer la

existencia de Catalunya y de los Països Catalans” y “cohesionar el espacio catalán dentro del marco noroccidental del Mediterráneo”, planifica un “incremento de la ayuda a las entidades catalanófilas (NACS, Oficina Catalana en Frankfurt…)”. Aunque el gran objetivo

en cuanto a Europa es el de convertir Cataluña en circunscripción europea, para lo cual, anotan la necesidad de elaborar una “campaña” a tales efectos.

En lo que respecta a las infraestructuras, la estrategia marca como objetivos el “lograr que Catalunya y los restantes Països Catalans tengan un peso importante en el terreno económico”, además de “potenciar el papel de Barcelona como capital económica”.

Ello pasaba, pues, por “potenciar los bancos y las cajas de ahorros catalanas”, hacer lo propio con la Bolsa de Barcelona y emplearse en una “campaña de sensibilización de los ciudadanos con respecto a la merma de calidad de vida y de desarrollo que representa la falta de determinadas estructuras económicas”.

Pero los detalles importan. Por eso, también pretendían “encauzar un proyecto de diseño de las señales iconográficas (señalización de carreteras, lugares, etcétera” que permita tener un sentido diferenciado e identificador”. 

Finalmente, en el apartado dedicado a la administración, más sucinto que el resto, el objetivo último era el de que la “Administración se identifique (…) con los valores nacionales”.

El nacionalismo no tiene prisa. Actúa poco a poco. Pero tarde o temprano, acaba por recoger el fruto de lo que ha sembrado. Lo vemos hoy en Cataluña. Lo veremos aún en lo que resta, porque no han dejado de hinchar, ora con tergiversaciones, ora con nimiedades hiperbolizadas, el artificial “memorial de agravios”.

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