Hun Sen cumple 30 años al frente de Camboya

  • Hun Sen cumplió hoy 30 años como primer ministro de Camboya, el más longevo en Asia en un cargo al que se ha aferrado a base de brutalidad, pragmatismo, corrupción y carisma, pero en el que se ve desafiado por una oposición reforzada.

Jordi Calvet

Bangkok, 14 ene.- Hun Sen cumplió hoy 30 años como primer ministro de Camboya, el más longevo en Asia en un cargo al que se ha aferrado a base de brutalidad, pragmatismo, corrupción y carisma, pero en el que se ve desafiado por una oposición reforzada.

Este exguerrillero del Jemer Rojo de 62 años, que en 1985 y con 32 se convirtió en el jefe de Gobierno más joven del mundo, ha sabido reinvertarse abrazando el libre mercado y cierto pluralismo político para conservar una posición que asumió como dirigente comunista.

Negociador astuto, logra que la cooperación internacional siga aportando al país unos 500 millones de dólares al año pese a la corrupción que corroe su administración y a las críticas por abusos de los derechos humanos y la represión de opositores.

"Durante tres décadas, Hun Sen ha utilizado repetidamente la violencia política, la represión y la corrupción para mantenerse en el poder", denunció el director para Asia de Human Rights Watch (HRW), Brad Adams, en un comunicado.

"Camboya necesita urgentemente reformas para que la gente pueda finalmente ejercer sus derechos humanos básicos sin miedo a detenciones, torturas y ejecuciones. El rol de los donantes internacionales es crucial para lograrlo", añadió Adams.

Nacido en 1952, Hun Sen se puso al frente del Gobierno comunista instalado por Vietnam, después de que Hanoi expulsara en 1979 al régimen de Pol Pot, del que desertó dos años antes para huir de las purgas políticas.

Una vez en el poder, pacificó gran parte del país, consiguió que Vietnam retirase sus tropas de Camboya y apostó por las negociaciones de paz que auspiciaba la ONU y que dieron como fruto los acuerdos de paz de París, en 1991.

Rebautizó el partido comunista como Partido del Pueblo de Camboya (PPC), antes de concurrir a las primeras elecciones democráticas en 1993, que perdió por poca diferencia ante el príncipe Norodom Ranaridh, candidato del partido monárquico FUNCINPEC.

En vez de retirarse, amenazó con reabrir la guerra civil y forzó una coalición de gobierno en la que compartió la jefatura del Ejecutivo con Ranaridh, así como ministerios claves, y que terminó en 1997 cuando su facción se impuso en unos enfrentamientos entre tropas leales a ambos primer ministros.

Presionado por la comunidad internacional, un año después convocó elecciones y las ganó, consolidando su control y el del PPC del Estado, la Justicia, las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación.

Repetiría victoria en las urnas en 2003 y 2008, lo que propició un periodo de creciente estabilidad política y crecimiento económico que desde entonces no ha bajado del 7 %.

En julio de 2013, el PPC volvió a imponerse pero con su mayoría reducida de 90 a 68 diputados en un parlamento de 123 escaños ante el avance del Partido para el Rescate Nacional de Camboya (PRNC), que denunció el amaño de los comicios.

La oposición boicoteó la formación del legislativo e inició una serie de protestas para pedir la repetición de las elecciones a las que se unieron trabajadores del textil en huelga y que terminaron tras unos enfrentamientos con la policía que causaron cinco muertos.

El compromiso de revisar la normativa electoral y un reconocimiento protocolario de la oposición sirvió a finales de año para reconducir la crisis pero que no despeja la incertidumbre sobre la estabilidad del país.

Hun Sen ha basado parte de su éxito en sus cualidades oratorias y la empatía con gran parte de la población, sobre todo en zonas rurales, que le concede el mérito por la consolidación de la paz tras décadas de guerra civil y por el progreso económico.

El ajustado e inesperado resultado de los comicios reveló que la fórmula ya no es válida en un país con tres cuartos de la población menor de 35 años, sin la vivencia de los horrores de la guerra, soliviantada por la riqueza de los bien conectados y adictos a Facebook, inmune a la censura gubernamental.

El mandatario, que ha anunciado su intención de gobernar al menos una década más, se enfrenta al reto de reconectar con un electorado al que ya no le basta con el fin de una guerra lejana o la mejora de las infraestructuras, ante el escepticismo de sus críticos.

"Tras 30 años, no hay razón para esperar que Hun Sen despierte un día y decida gobernar Camboya de una forma más abierta, inclusiva, tolerante y respetuosa con los derechos", dijo el director para Asia de HRW.

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