Kevin Rudd vuelve a la cima del laborismo australiano

  • Los laboristas han vuelto a confiar en Kevin Rudd para afrontar las próximas elecciones en Australia, al devolverle en una votación interna el liderazgo de la formación que perdió de la misma manera hace tres años.

Bangkok, 26 jun.- Los laboristas han vuelto a confiar en Kevin Rudd para afrontar las próximas elecciones en Australia, al devolverle en una votación interna el liderazgo de la formación que perdió de la misma manera hace tres años.

Desbancado en 2010 por Julia Gillard, Rudd ha recuperado las riendas del partido, lastrado por las divisiones internas y los sondeos de intención de voto, tras un intento fallido el pasado marzo.

Entonces Rudd evitó presentarse a una votación forzada por uno de sus partidarios, Simon Crean, tras constatar que no contaba con el apoyo suficiente, un paso atrás que justificó con que "no se dan las circunstancias" para ponerse al frente del partido.

Ministro de Asuntos Exteriores hasta febrero de 2012, cuando retó por primera vez el liderazgo laborista de Gillard y perdió.

Rudd dijo poco después que aceptaría ponerse de nuevo al frente del laborismo únicamente si se lo pedía una "mayoría abrumadora" del partido.

La ambición y osadía de Rudd, un talante que sedujo al electorado para entregarle la jefatura del Gobierno en 2007, le perdieron en 2010 cuando se enfrentó al poderoso sector minero o propuso reducir las emisiones de gases contaminantes.

A pesar de su desbordante energía -tiene fama de dormir solo tres horas cada noche-, su popularidad entre el electorado se desplomó cuando decidió introducir un impuesto sobre las actividades mineras que perjudicaba a miles de accionistas y fondos de pensiones.

El control obsesivo de sus ministros y sus ataques de ira y de brusquedad también le hicieron perder el apoyo del partido que ahora recupera.

Para conservarlo, Rudd intenta deshacerse de esa reputación que le costó que la prensa le apodara "Doctor Muerte" anunciando que es un hombre nuevo y proponiendo un estilo de gobierno descentralizado y un tono personal más conciliador.

Fue gracias a ese carácter que consiguió escalar los humildes peldaños en los que se ubicaba su familia para convertirse en un profesional de la diplomacia que domina el mandarín y gusta de la filosofía y de la música clásica.

Casado con Therese, una exitosa empresaria con la que tiene tres hijos, Kevin Michael Rudd nació hace 56 años en el seno de una familia de ganaderos del estado de Queensland, en el nordeste del país.

Rudd asegura que tiene imágenes diáfanas de su infancia en aquella época en Eumundi, a unos 100 kilómetros al norte de Brisbane, capital de Queensland.

Recuerda que le encantaba caminar descalzo por el campo y esconderse con sus tres hermanos, obligando a su madre a buscarles para atender la catequesis del domingo.

Esta vida idílica terminó fulminantemente tras la trágica muerte de su padre, que sufrió un accidente de coche y falleció semanas más tarde por una infección en las heridas.

Los Rudd, que no eran propietarios del terreno, fueron desahuciados y tuvieron que pasar varias noches durmiendo en un coche.

Fue entonces, con once años, cuando nació su conciencia política y cuatro años más tarde se afilió en el Partido Laborista.

De esa época data también el regreso a los estudios de su madre, que había servido como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial.

Con esa experiencia y con la nueva formación adquirida, la madre consiguió un empleo en un hospital y más tarde compró una pequeña casa y pudo así educar a sus hijos.

Durante ese periodo de dos años, Rudd estudió en un internado católico, una experiencia que recuerda con amargura, pero que no le hizo perder la fe cristiana, que recuperó con fuerza en Sídney durante un año sabático antes de comenzar estudios universitarios.

En la Universidad Nacional de Australia conoció a Therese, con quien se casaría en 1981, y estudió mandarín e Historia.

Graduado, ingresó en el departamento de Asuntos Exteriores, el único lugar donde podía encontrar un trabajo con esos estudios, según explicó él mismo.

Tras unos destinos en el extranjero, regresó a Australia en 1988 para trabajar con el Partido Laborista como coordinador de programas en Queensland, el inicio de una reputación de tecnócrata que diez años más tarde le consiguió un escaño en el Parlamento federal.

En sólo cinco años fue elegido cabeza de su partido, el mismo que le retiró la confianza hace tres años para dársela a Julia Gillard, y que hoy se la ha devuelto.

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