La receta de Tristram Stuart para salvar el planeta

  • En el ensayo 'Despilfarro. El escándalo global de la comida' el activista medioambiental e investigador Tristram Stuart explica cómo reducir el despilfarro de comida puede convertirse en una de las posibles vías para salvar el planeta.
Tristram Stuart. 'Despilfarro. El escándalo global de la comida'.
Tristram Stuart. 'Despilfarro. El escándalo global de la comida'.
lainformacion.com
Alessia Cisternino

¿Cuántas veces hemos oído cuando éramos niños, delante de un plato a medio comer, que teníamos que acabarlo todo porque en otras partes del mundo había personas que morían de hambre? Seguramente muchas. Luego, al crecer, nos hemos dado cuenta de que era imposible que nuestras sobras viajaran rápidamente a los países más pobres y acabaran con las hambrunas.

Despilfarro. El escándalo global de la comida, un ensayo recientemente publicado en España por Alianza Editorial, nos pide que hagamos un paso atrás. ¿Y si acabar lo que tenemos en el plato sí fuera una vía para que todos, tanto en África como en la ciudad en la que vivimos, pudieran comer?La solución, afirma el activista medioambiental e investigador Tristram Stuart, galardonado en 2011 con el Sophie Prize del medio ambiente y desarrollo sostenible por su lucha contra el despilfarro de comida, desde luego no consiste en mandar los tomates pasados o el pan rancio a los países pobres en vez de echarlos a la basura, sino en reducir la presión sobre los recursos mundiales.

Reducir la presión sobre los recursos mundiales

Si en vez comprar cantidades de pan para luego desecharlas en proximidad de la fecha preferente de consumo, los consumidores compraran una cantidad adecuada de pan y la comieran toda, la presión sobre el mercado de los cereales disminuiría y el precio de los cereales en vez de subir sería asequible para un mayor número de personas.  "Un plato limpio significa una conciencia limpia. No se ponga en el plato más de lo que puede comer". Es uno de los eslóganes que Stuart toma prestado de los tiempos de guerra porque tanto entonces como ahora los recursos son limitados y es evidente que no son suficientes para todos.

Sin embargo el consumidor no es el único destinatario de esta investigación que ha llevado a Tristram Stuart desde Japón hasta China y desde Inglaterra hasta Pakistán, donde las deficiencias en los sistemas de almacenamiento del grano demuestran cómo el despilfarro no es un problema sólo de los países desarrollados. Es importante que los consumidores, además de no despilfarrar comida, aprendan la diferencia entre la fecha de caducidad de un producto – que, sostiene Stuart, está calculada con amplios márgenes de error y puede ser ignorada dentro de ciertos límites y siempre que el producto haya sido correctamente conservado – la fecha preferente de consumoy la fecha límite de venta, pero los supermercados, los proveedores y los gobiernos también pueden tener un papel importante en la reducción del despilfarro.

Los supermercados, afirma Stuart, pueden donar la comida que no ha sido vendida o porque el consumidor no la ha querido por su proximidad a la fecha de caducidad o incluso a su fecha preferente de consumo, o simplemente por exigencias de marketing – porque es necesario que la oferta exceda la demanda para poder perpetuar la imagen de una abundancia infinita – a estructuras que se encargan de distribuirla entre los centros que proporcionan comida a los más pobres.

También los supermercados pueden retocar sus criterios estéticos de selección y dejar que en sus estanterías haya sitio también para frutas y hortalizas "imperfectas". Los gobiernos pueden obligar a los supermercados a que hagan pedidos más eficientes y pueden vigilar sobre los contractos que estipulan con los proveedores y que a menudo impiden que estos últimos puedan revender a otros clientes la comida producida en exceso en virtud de cláusulas de exclusividad o incluso donarla.

Los destinos posibles de la comida despilfarrada

El ser humano es sólo uno de los destinos posibles de la comida "desechada". Los residuos, sostiene Tristram Stuart, se pueden destinar a alimentar a los cerdos, algo que está prohibido en Estados Unidos y en Europa – entre las zonas del mundo más derrochadoras – y que reduciría ulteriormente la presión sobre el precio de los cereales destinados al pienso gracias a una menor demanda. Y finalmente los residuos se pueden utilizar para producir energía renovable a través de la digestión anaeróbica y finalmente como compost.

Una presión global menor sobre los recursos mundiales disponibles, según Stuart, tendría también efectos directos sobre la deforestación, dado que habría menos demanda de espacios para el cultivo y los pastos, y sobre el calentamiento global. Al fin y al cabo se trata de pensar en el prójimo, pero según los preceptos de la única religión global: la de la demanda y de la oferta.

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