Los efectos de la Gran Depresión

Las cifras reales de la economía en la Segunda República: historia del fracaso

La producción industrial y agrícola no superó las cifras de los años anteriores y el paro se disparó.

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Lluis Companys y Manuel Azaña, junto a otros diputados y periodistas, en Barcelona en 1932
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El 14 de abril de 1931 se declaró la Segunda República en España, un hecho del que se cumplen 90 años dentro de unos días. Existen infinidad de análisis desde el punto de vista político pero no tantos sobre cómo le fue a la República desde el punto de vista económico. Para hacer comparaciones, hay que remontarse al periodo inmediatamente anterior, la dictadura de Miguel Primo de Rivera de los años veinte. Según cuenta el historiador Fernando García de Cortázar en su libro 'Historia de España' (Planeta) se construyeron "cinco mil kilómetros de carreteras y nueve mil de caminos vecinales, que trajeron aire fresco a los sectores de la siderurgia y el cemento". Se avanzó mucho en la electrificación rural, y en aparatos de radio, y el país se empezó a llenar de coches.

También se fundaron grandes compañías hoy conocidas como Campsa, Iberia, Telefónica y Construcciones Aeronáuticas (hoy parte de Airbus). Se fundaron los primeros Paradores Nacionales, y hubo paz social, aunque siempre bajo la vigilancia de una dictadura. Según García de Cortázar, en aquellos años se vivió "una época de abundancia bíblica, favorecida por el control social y la férrea disciplina impuesta en las relaciones de trabajo, que convertía a los empresarios en los mejores valedores del régimen". Hasta los jefes sindicales aceptaban el régimen, y Francisco Largo Caballero, líder de UGT y del PSOE, garantizó la paz social.

Para el historiador Pío Moa, con Primo de Rivera "España creció económicamente más que nunca antes desde la Guerra de Independencia", explica a La Información. En eso coincide con Stanley Payne, quien afirma que los años veinte vivieron "el máximo periodo de auge de toda la historia de España" ('La primera democracia española', editorial Paidós). Los éxitos de Primo de Rivera fueron fruto de la expansión económica mundial de los años 20, y una adecuada política y una paz social que aprovecharon muy bien aquella coyuntura, afirma Moa. España "solo estaba por debajo de Italia o de Checoslovaquia en renta per cápita". Si se consultan las series históricas, se quintuplicó la fabricación de acero, y se triplicó la de cemento, dos índices del desarrollo de un país.

Junto con el rápido desarrollo industrial hubo un descenso del empleo rural, pues al final de la década era menos del 50% de la población activa, aunque gran parte de ella vivía en un malas condiciones. "España tenía grandes bolsas de miseria, sobre todo en el campo, pero también contaba con centros industriales importantes, sobre todo en el entorno de Bilbao y Barcelona", dice Moa.

El régimen de Primo de Rivera intentó acometer la organización de las aguas (España es uno de los países más secos de Europa) con la creación de las Confederaciones Hidrográficas aunque, según el historiador económico Gabriel Tortella, no tuvo mucho éxito ('El desarrollo de la España contemporánea') (Editorial Alianza). Tampoco se hizo una reforma agraria en profundidad, y en Andalucía y Extremadura existían enormes latifundios y una población campesina paupérrima. En cambio, la tasa de alfabetización pasó del 57% de la población en 1920 al 69% en 1930.

Pero al llegar la República, casi todos los índices económicos se hundieron o no pudieron superar los mejores años de la Dictadura de Primo de Rivera. Duró cinco años y tres meses, desde abril de 1931 hasta julio de 1936. "Los efectos de la Gran Depresión que se inició en otoño de 1929 y se prolongó durante unos diez años fueron devastadores en todo el mundo capitalista", dice el historiador Gabriel Tortella  a La Información. La economía nació con mal pie pues en 1929 había estallado la crisis con el hundimiento de Wall Street. Pero en realidad, una de las causas más dañinas para la economía fue la inestabilidad política y social de la República. En ese periodo hubo veinte gobiernos, se decretaron 21 estados de prevención, 23 estados de alarma y 18 estados de guerra.

También hubo en esos años más de 4.000 huelgas, en las que se perdieron casi 38 millones de jornadas de trabajo. Además, en octubre de 1934, el PSOE y UGT decretaron la huelga nacional revolucionaria. En Madrid intentaron asaltar el poder con las armas, aunque fracasaron. Pero en Asturias los revolucionarios tomaron cuarteles y combatieron en las calles de Oviedo y otras ciudades importantes contra las fuerzas del orden y el Ejército. En Cataluña, se decretó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. El Ejército también tuvo que intervenir. En total, murieron más de 1.500 personas en toda España, y hubo miles de heridos. Más de 30.000 fueron a la cárcel.

El historiador Gabriel Tortella tiene su versión de por qué surgió aquella revolución: "Las izquierdas se pusieron histéricas pensando que aquí iba a ocurrir lo mismo que en Alemania (la llegada de Hitler), por lo que se obcecaron con que José María Gil Robles (líder del partido conservador CEDA) iba a dar un golpe de Estado: al final fueron las izquierdas las que lo dieron en octubre de 1934, contribuyendo así a que ocurriera a la larga lo que ellas querían evitar”, explica.

Todo esto tuvo un enorme impacto en la economía. Las series históricas recogidas por Gabriel Tortella indican que durante la República jamás se mejoraron las producciones anteriores a 1930. La producción de acero en 1929 llegó a un millón de toneladas. En el mejor año de la república solo se logró un poco más de la mitad: 649.000 toneladas (en 1931 y en 1934). Respecto al consumo de cemento, en 1930 (el último año completo del viejo régimen) fue de 1,839 millones de toneladas. Durante la República fue cayendo hasta 1,463 millones en 1935. La producción de ácido sulfúrico en los años veinte llegó al récord de 330.000 toneladas en los años 1925 y 1926. Pero durante la República, solo hubo un año, 1935 en que se superó esa cifra, llegando a las 338.000 toneladas. La producción de algodón si mejoró la de los años anteriores: se superaron las 100 mil toneladas (récord) en 1932, 1934 y 1935.

Las largas vacaciones de la industrialización

Durante la República también decayó la producción industrial por habitante, aunque se registró un repunte iniciado en 1933 hasta 1935. "La industria básica española se vio seriamente golpeada en 1931 y 1932", afirma Tortella. “Los niveles de industrialización por habitante alcanzados en 1930 no se volvieron a lograr hasta 1952”, afirma Tortella en su libro. Los economistas lo han llamado "las largas vacaciones de la industrialización española".

Resulta curioso observar que, dentro de las malas cifras económicas de la República (industriales, sobre todo), la recuperación o los mejores años coincidieron en general con el gobierno conservador (final de 1933 hasta 1935). Y en cambio, los peores, con el gobierno de izquierdas (1931 y 1933). De 1936 apenas hay datos porque en julio estalló la Guerra Civil. “Los mejores años fueron los del llamado ‘bienio negro’, es decir, de gobierno derechista”, dice Pío Moa. “Entonces fue posible reconducir la República en un sentido democrático, porque la derecha ganó en las urnas, se mostró moderada y derrotó la sublevación izquierdista-separatista del 34”.

De hecho, el PIB cayó en 1931 y 1933 (salvo el crecimiento de 1932), que fueron los años de la izquierda, y subió entre 1934 y 1935, los años del centro-derecha. -aunque el PIB a precios de mercados nunca superó las cifras de 1929-.

“El estancamiento y contracción económica no fue un fenómeno exclusivo de la República española: fue general. En Alemania, Estados Unidos y otros países hubo una dramática crisis bancaria"

“El estancamiento y contracción económica no fue un fenómeno exclusivo de la República española: fue general”, afirma Gabriel Tortella. “Por ejemplo, en Alemania, Estados Unidos y otros países hubo una dramática crisis bancaria y la quiebra del patrón oro. En España no había patrón oro y el Banco de España y el Gobierno lograron que la crisis bancaria no fuera muy grave; apenas algún banco pequeño quebró. Esto fue un éxito español considerable que se olvida generalmente”.

Según Tortella, durante la República el producto bruto de la agricultura española no sobrepasó en ningún momento las mejores cifras de la dictadura de Primo de Rivera, y la necesaria reforma agraria fracasó por razones políticas. “Nunca sabremos si hubiera sido viable a largo plazo en un clima de paz”, apunta en su libro. Sin embargo, los precios se mantuvieron estables y los salarios agrícolas subieron más que los de la industria, según muestra Payne.

En cuando a la balanza de pagos y el comercio internacional, a la tendencia al proteccionismo del primer tercio del siglo, se unió la Gran Depresión mundial de los años treinta (después del crack de 1929), lo cual deterioró las exportaciones españolas. Los datos de la dirección general de Aduanas y del Ministerio de Economía muestran muy poca apertura de la economía española. Las exportaciones representaban en 1930 el 10% del PIB. Cinco años después se habían reducido al 4% del PIB, según la estadísticas manejadas por Payne.

El paro pasó de 389.000 personas en junio de 1932 a más de 821.000 en junio de 1936, según las cifras aportadas por Payne. Sorprendentemente, era solo el 10% de la población activa, e incluso menos pues, según este historiador incluía a muchas personas con empleo parcial. El problema fue que durante la República no se llegó a desarrollar un buen sistema de cobertura al desempleo. Según Payne, la penuria de fondos era de tal calibre que solo recibía ayudas el 2,4% de los trabajadores en 1933.

Aún así, las reformas laborales “constituyeron un logro impresionante”, afirma Payne en su estudio, “Los obreros en general obtuvieron mejoras salariales, poder, respeto y mejores condiciones de trabajo que las que habían conocido nunca. Se prestó mucha atención a los derechos y situaciones de las mujeres trabajadoras”. También se logró extender las pensiones. Según cuenta Payne en su libro, “se logró que el seguro de pensiones abarcara 5,5 millones de personas, más de la mitad de la población activa (8,8 millones). “En 1935 los fondos dedicados al seguro de maternidad eran 12,5 veces superiores a los existentes en 1926”. También se avanzó en cuanto al seguro de accidentes laborales, “aumentando lo pagos un 300 por ciento entre 1933 y 1935”.

Una de las causas más dañinas para la economía fue la inestabilidad política y social de la República. En ese periodo hubo veinte gobiernos, se decretaron 23 estados de alarma y 18 estados de guerra

En cuanto a la política hidráulica, en la dictadura de Primo de Rivera se duplicó el número de embalses, de 29 a 51. Durante la República se construyeron 29 pantanos más, pero al ser mayores, se triplicó la capacidad total de agua embalsada. Según una ley republicana, aquellos terratenientes que tuviesen el 20% de la nueva tierra de regadíos pagaban parte de los proyectos.

El final de la República fue el período más convulso de todos. Tras el triunfo del Frente Popular (una agrupación de partidos de izquierdas), el país entró en una ola de violencia permanente, y rumores de golpe militar. “Lo peor fueron los cinco meses que siguieron a las fraudulentas elecciones de febrero del 36, cuando la economía se vino abajo prácticamente, en medio de un desorden brutal y sangriento”, añade Moa. “El desempleo subió en flecha, gran número de empresas quebraron, los capitales se retrajeron o emigraron… Era ya un nuevo régimen en el que se vislumbraba una economía más o menos sovietizante, que se afianzaría con la guerra.

Francisco Largo Caballero, líder del PSOE, amenazaba con tomar el poder de forma violenta. En aquellos años, el PSOE estaba situado mucho más a la izquierda que ahora: se hacían llamar revolucionarios marxistas, y Largo Caballero quería implantar “la dictadura del proletariado”. ¿Qué le habría pasado a la economía si llega a cumplir su plan? “Se habría más bien desorganizado hasta implantar una economía a la soviética, es decir, dirigida en todos los aspectos por el Estado, pues eso era lo que propugnaban”, afirma Moa.

La reforma agraria anunciada por la República también fracasó, pero el problema no era repartir tierras, sino hacerlas fértiles, lo cual era muy difícil en el sur del país. Según el historiador Eduard Malefakis, citado por Payne, la mayor parte de la propiedad no era de la Iglesia o de aristócratas, sino de miles de propietarios burgueses que estaban integrados en “la estructura política de la nación” y no podía acometerse la expropiación sin atacar el propio régimen.

“No habría solucionado gran cosa, incluso si hubiera sido realizada con eficiencia (Azaña señala la chapucería en su realización)”, afirma Moa. “El hecho real era que en la mitad sur de España había un exceso de proletariado agrario, que habría ganado muy poco con el reparto de pequeñas parcelas. La solución al problema solo podía venir por la industrialización, como ocurrió en el resto de Europa, que era imposible en aquellos momentos y que ocurrió definitivamente en el franquismo, sobre todo en los años 60”.

Un hecho curioso es que la República cerró la única facultad de económicas que existía en España: la Comercial de Deusto. “La cerraron porque era de los jesuitas, una medida demagógica entre tantas”, añade Moa. “Las facultades de Económicas provienen del franquismo. La gran mayoría de los políticos republicanos tenía nociones muy primarias de economía”. En cambio el programa de creación de escuelas, la escolarización de mujeres y la alfabetización lograron éxitos indiscutibles, y algunos, “impresionantes”, según Payne. Pero eliminar la educación católica, según reconoció Azaña, solo aumentó la polarización política y empeoró el ambiente social.

En resumen, la Segunda República pudo ser un periodo en que España continuase su crecimiento económico anterior y lo combinase con instituciones democráticas y reformas sociales. Su llegada fue apoyada por los principales intelectuales españoles, desde Ortega y Gasset, a Gregorio Marañón, pasando por Ramón Pérez de Ayala y Antonio Machado. La República intentó acometer reformas importantes como la agraria, que no se materializó; pero logró avances nunca vistos en la escolarización y la educación. También logró implantar la jornada de 8 horas, y el voto femenino.

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