Los males económicos de Cisjordania cristalizan frente a la Muqata

  • Tras años en paro, Hussein Musa Yamani y Ashfraf Hamad pasan día y noche en las aceras frente a las oficinas en Ramala del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, y el primer ministro, Salam Fayad, para exigir el trabajo que les niega una economía en descomposición.

Antonio Pita

Ramala (Cisjordania), 1 nov.- Tras años en paro, Hussein Musa Yamani y Ashfraf Hamad pasan día y noche en las aceras frente a las oficinas en Ramala del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, y el primer ministro, Salam Fayad, para exigir el trabajo que les niega una economía en descomposición.

Su situación no distaría mucho de las que se multiplican en Madrid, Atenas o Lisboa: treintañeros con título universitario que, desde que se licenciaron hace cinco años, sólo conocen el amargo gusto del paro.

Pero, en este caso, su drama personal simboliza además la cuesta abajo de la economía cisjordana, clientelista, dependiente de donaciones foráneas y lastrada por la ocupación de Israel, que impone cientos de barreras internas al movimiento y controla sus espacios aéreo, marítimo y terrestre.

Yamani, licenciado en Derecho Administrativo en la Universidad de El Cairo, y Hamad, en Relaciones Internacionales en Járkov (Ucrania), buscaron trabajo en el sector privado hasta que decidieron recurrir a la "Sulta", la Autoridad Nacional Palestina que emplea a 150.000 funcionarios y teje una red de lealtades al partido que preside Abás, Al Fatah.

"Habíamos entregado currículos en toda Ramala y estábamos desesperados, así que pedimos una entrevista con el presidente", explica Yamani mientras muestra una precaria hoja de papel con un lema contra el desempleo.

La consiguieron. El día 4 de octubre, fueron recibidos en la Muqata por Abás, que -aseguran- les prometió un trabajo en los cinco días siguientes.

"Tres semanas más tarde y sin haber recibido noticias de la Muqata, decidimos venir aquí a recordar su promesa al presidente hasta que la cumpla. Todos los días estamos aquí de ocho a tres y el resto del tiempo, incluida la noche, la pasamos frente a la oficina de Fayad", apunta Hamad, enfundado en un traje, al igual que su amigo y compañero de sentada.

Ambos pusieron esta semana un anuncio en un periódico animando a otros en su situación a unirse, pero la respuesta ha sido casi inexistente, quizás por tratarse más de una petición individual de trato de favor que de una acción colectiva por el empleo.

Sea como sea, protestar frente a la Muqata puede traer problemas. Según cuentan, la guardia presidencial que vigila las inmediaciones les ha roto una pancarta, insultado y tirado pintura blanca, cuyo rastro se puede observar todavía en sus trajes.

También les expulsó del lugar cuando se disponían a hablar ante la cámara, pese al compromiso de que el exterior del recinto presidencial no aparecería en la grabación.

Unos arrebatos autoritarios que ya vivieron el pasado julio los cientos de participantes en la manifestación contra la finalmente anulada visita a la ciudad del entonces viceprimer ministro israelí Shaul Mofaz.

La protesta, en la que se criticaba a la ANP como "subcontrata" de la ocupación israelí, fue reprimida con dureza por la Policía.

Y es que tras años de relativa calma económica, política y social en Cisjordania, Abás y Fayad se las tienen que ver ahora con una población cada vez más crítica y enfadada, justo en medio de la, posiblemente, mayor crisis de efectivo en los 18 años de existencia de la ANP.

Los impagos de países donantes, sobre todo árabes (este año sólo se ha recibido la mitad del dinero prometido) retrasan constantemente el pago de los sueldos públicos, partida que supone la mitad de los 4.000 millones de dólares (3.086 millones de euros) del presupuesto.

La ANP adeuda 1.200 millones de dólares (926 millones de euros) a la banca, tiene a la compañía eléctrica israelí amenazando con cortar la luz y ha visto subir la tasa de paro en un año casi dos puntos porcentuales.

En septiembre, Fayad adoptó una serie de medidas para aumentar la recaudación que provocaron una semana de protestas sociales y le obligaron a recular en parte.

El espectacular crecimiento entre 2008 y 2011, una suerte de espejismo en torno al 9 por ciento anual impulsado por la ayuda internacional, es cosa del pasado: este año caerá al 6 por ciento para descender progresivamente hasta 2015, según cálculos del Fondo Monetario Internacional.

De esos "años de oro" queda una burbuja de prosperidad en torno a Ramala que benefició a una clase media encantada de olvidar a golpe de talonario los toques de queda de la Segunda Intifada y a una nueva casta de privilegiados que sabría situar mejor en un mapa los bares y restaurantes que proliferaron como setas en la ciudad que los pueblos de Cisjordania sin agua ni electricidad.

Queda también una deuda privada sextuplicada en apenas cuatro años y créditos de compra de coches por valor de 112 millones de dólares (86 millones de euros), frente a los 40 (30 millones de euros) de 2008.

Y quedan dos jóvenes, parados entonces y parados ahora, tratando de redibujar su oscuro porvenir frente a los muros de la Muqata.

Mostrar comentarios