La sentencia contra Alí al Nimr, que tenía sólo 17 años cuando fue detenido en febrero de 2012, ha atraído condenas en todo el mundo por su edad y por la sospecha de que fue torturado para confesar.
"Cuando visité a mi hijo por primera vez no lo reconocí", explicó su madre, Nusra al Ahmed, al diario británico The Guardian.
"Vi claramente una herida en la frente. Otra alrededor de su nariz. Lo habían desfigurado. Incluso su cuerpo, estaba muy delgado", narró.
"Estuvo orinando sangre un mes", añadió. "Dijo que tenía un dolor inmenso", recordó.
La madre dijo que la sentencia - que contempla que su hijo sea crucificado tras ser decapitado- es "extremadamente retrógrada".
"Ningún ser humano normal y cuerdo actuaría contra un niño de 17 años con esa sentencia. Y, ¿por qué? No derramó ninguna sangre, no robó nada".
Finalmente, pidió ayuda a Obama.
"Es el amo del mundo y puede interceder y rescatar a mi hijo", sostuvo.
El muchacho es sobrino de Nimr al Nimr, un religioso chiita -el régimen saudí es sunita- condenado a muerte acusado de haber estado tras las manifestaciones que empezaron hace cuatro años en el este del país.
El padre admite que su hijo participó en las manifestaciones, pero que es inocente de los cargos de robo, atacar a la policía y lanzar cócteles Molotov.
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