Un paracaidista con más de 7.000 saltos que teme más algunas atracciones de los parques

    • Ricardo de la Fuente, instructor de Skydrive Madrid, saltó por primera vez a los 16 años.
    • "Me sigo emocionando en cada salto, hay atracciones que agobian más que saltar en paracaídas", afirma este periódico.
El salto en paracaídas, un deporte de moda.
El salto en paracaídas, un deporte de moda.
Skydive
P. A. S.

El pasado 14 de noviembre un instructor de paracaidismo salvó la vida a un saltador que sufrió un ataque epiléptico durante el acto. A 3.000 metros de altura, el monitor tuvo el temple de activar el paracaídas y salvar la vida del joven de 22 años que recuperó la consciencia a casi 1.000 metros del suelo.

"Le debería invitar a una o dos cañas. Para ser instructor de salto tienes que estar en la élite porque te puedes encontrar situaciones como esas. Por suerte, supo hacer su trabajo. De todas maneras si no hubiera llegado el instructor se hubiera abierto el paracaídas a 400 metros", aclara Ricardo de la Fuente, instructor de Skydrive Madrid con más de 7.000 saltos a las espaldas.

La vida de Ricardo, uno de los mejores instructores de España, siempre ha ido por los aires. "Yo me aficioné a esto desde bien pequeño. Me gustaban las películas de guerra y alucinaba con la gente del ejército saltando en paracaídas. Así que cuando cumplí 16 años me decidí a saltar y así llevo 34 años saltando. En aquellos tiempos las técnicas eran muy distintas a las de ahora, en aquella época tuve que hacer un curso que se hacía con los desechos del ejército y Dios gracias. Afortunadamente, las cosas han cambiado bastante. Ahora hay paracaídas de primer orden".

En 1981 dio el primer salto hacia al vacio y se llenó de emoción. "En el bautismo te llenas de nervios, emoción. El primer salto nunca se olvida. Supe de mis nervios, emociones, grité como un loco y hasta ahora. Eso sí, en aquella época el salto en paracaídas era un deportes de riesgo, ahora es de aventura. Ahora no hace falta abrir el paracaídas. Antes no era así. Ahora hay un sistema barométrico de seguridad que comenzó a mediados de los 80. Antes si no habrías el paracaídas tenías un problema", relata.

"Yo he tenido grandes experiencias como la de haber conocido a mi mujer. No tengo un salto para recordar de mala manera. Recuerdo haber saltado durante mi luna de miel en Tailandia, en los Alpes, en Estados Unidos. Hasta en Cuba. Estaba de vacaciones y dije: vamos a dar un saltito", apostilla.

A lo largo de su existencia, muchas metáforas han ido a lado de un deporte donde el que lo practica se deja llevar bajo un remanso de paz a 4.000 metros de altura. Eso reconforta pero ese riesgo es sinónimo de peligro. "No suele haber problemas. Es más el ruido que las nueces. Algún salto malo tenemos pero eso nos hace grandes. A nosotros cuando nos enseñan nos preparan para todo lo peor, nos hacen entrenamientos con situaciones que jamás pasarían. Debemos estar preparados para lo peor. En algún vuelo te dan ganas de estrangular al saltador pero después se lo dices con una sonrisa porque estamos para ayudar. En algún salto

-¿Ha vivido situaciones graves en el aire?

-Hemos tenido malos saltos pero siempre decimos: "Vamos a por el siguiente al avión". Cuando pasa algo te sientes un poco responsable. Hemos tenido algún problema pero sobretodo con los aterrizajes. Ha habido alguna pierna rota pero no es lo habitual. Hay atracciones en una feria que agobian más que saltar en paracaídas.

-¿La gente se echa atrás en el avión?

-Se me han echado para atrás por una bajada de tensión, algunos se suben arriba y dicen: "Soy más de mus". De todas maneras, no salta uno de cada mil.

-¿Cada salto es como el primero?

-Yo me sigo emocionando en cada salto. Llevo 7.000 y me emociono. Imagínate el primero.

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