¡No! como arma política

    • De la CUP-ex-Bolaños a Mas y del ¡NO! de los separatistas a los constitucionalistas, viene el ¡NO! Del PSOE-Sánchez (que alguna vez será también ex) a Rajoy. 
    • El ¡NO! se ha convertido en el sistema de diálogo político en esta España de enemigos irreconciliables que recuerda las “Dos Españas” de Machado. 
Oriol Junqueras y Artur Mas, en el Parlament (archivo).
Oriol Junqueras y Artur Mas, en el Parlament (archivo).

De la CUP-ex-Bolaños a Mas y del ¡NO! de los separatistas a los constitucionalistas,  viene el ¡NO! Del PSOE-Sánchez (que alguna vez será también ex) a Rajoy.

El ¡NO! Se ha convertido en el sistema de diálogo político en esta España de enemigos irreconciliables que recuerda las “Dos Españas” de Machado, la de antes de la transición. La España de siempre de la que Cataluña es hoy la muestra más representativa ¿Para qué querrán la secesión si son exactamente iguales a los demás españoles?

En esta tierra de personas que no leen, refrescar la memoria es importante y por eso viene al cante la reflexión del poeta: Españolito que vienes/al mundo te guarde Dios/una de las dos Españas/ha de helarte el corazón. El espectáculo de unos proponiendo y otros rechazando es manifiesto. Aunque dos no se pelean si uno de ellos no quiere. La culpa no está sólo en uno de los lados, la comparten entre ambos. Y mientras tanto “la casa sin barrer” que diría el clásico.

Ahora que la disminución del desempleo parece coger carrerilla, los políticos de uno y otro bando se aferran a sus exabruptos, sin darse cuenta aquello de que “las palabras se las lleva el viento” y “los hechos son tozudos”¿Quién nos iba a decir a los que formamos UCD, el partido de la transición, que los “demonios familiares” de los que nos hablaba aquél dictador que muchos rechazábamos, aparecerían otra vez en el siglo XXI?

No es esto, no es esto. No hicimos la transición para que el ¡NO! Se convirtiera en la forma dialéctica de la política. Más bien nuestra aspiración fue que la frase más recurrida fuera: “a ver como lo arreglamos”.

Los males aparecieron mucho antes que la crisis económica. La bonanza económica de los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI ocultó algo que se iba fraguando lentamente. La sustitución de unos dirigentes políticos basados en la concordia por otros que buscaban el enfrentamiento. Hay que bucear en la última legislatura de Aznar y las de Rodríguez Zapatero para encontrar los primeros síntomas y ver cómo se destapan con la eclosión de “los indignados”, cuya semilla política se fue fraguando durante los años anteriores. La incapacidad de incluir en los dos grandes partidos a los activistas más activos ha dado lugar a la aparición de nuevas fuerzas, que les obligan a radicalizarse.

No sólo no se ha hecho una pedagogía a favor del entendimiento, se ha realizado lo contrario, se excluye al PP como interlocutor del resto y éste se enrocó hasta hacer, entre unos y otros, el ambiente irrespirable. Se creó la cultura del ¡NO! como respuesta.

Ahora tenemos las consecuencias.

¿Sería la repetición de unas y otras elecciones la solución? ¿Cambiaría la cultura del NO? Depende de las votaciones, pero mucho me temo que en lo referente a Podemos y los Nacionalistas-independentistas sólo repetir las elecciones en Cataluña pueden variar los equilibrios. Allí llevarían, casi con seguridad, a la ruptura de la candidatura de Junts per el Sí y, por consiguiente, a una nueva composición de las fuerzas políticas, que puede propiciar el diálogo.

Si los políticos quieren ser sensatos lo lógico sería: repetir las elecciones catalanas y llegar a un acuerdo de gobernabilidad en el resto España. El peor escenario sería el contrario, un acuerdo de los independentistas en Cataluña con un Govern dispuesto a protagonizar lo que llaman “el proces” (de independencia) y repetición de elecciones a las Cortes (Congreso y Senado). Para despejar el panorama catalán quedan pocos días, en el otro escenario aún quedan semanas, sino meses.

España, desde hace casi dos siglos, siempre eligió la confrontación, sólo en la transición apostamos por el consenso. Esta vez los dirigentes políticos tienen la palabra ¿Qué decidirán?.

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