"No recurriré la condena, estoy preparado"

  • Jaume d'Urgell, un hombre de 35 años condenado por sustituir la bandera monárquica por la republicana en un edificio público, no pagará la multa impuesta por el juez y podría entrar en prisión.
Jaume d'Urgell, en una manifestación con la bandera republicana (Foto: Flickr-Brocco Lee)
Jaume d'Urgell, en una manifestación con la bandera republicana (Foto: Flickr-Brocco Lee)
lainformacion.com
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El jueves a las 10.00 horas será el día en el que Jaume d'Urgell tenga que presentarse delante de un juez para recibir su notificación de ingreso en prisión. "Estoy preparado para todo", asegura con valentía este hombre de 35 años que fue condenado a una multa económica por sustituir la bandera monárquica por la republicana en un edificio público de la madrileña calle Gran Vía en mayo de 2006.

"Dependiendo de cómo sea el magistrado, puede que ordene mi ingreso inmediato en prisión", afirma con preocupación d'Urgell. La citación, que le fue entregada en mano por un policía en su domicilio, tendrá lugar en el Juzgado de Ejecución Penal nº 7 de Plaza Castilla. Allí será el lugar donde la vida de este republicano pueda sufrir un cambio brusco, después de negarse a abonar la multa impuesta por el juez por "una cuestión de principios".

D'Urgell se encaramó el 14 de mayo de ese año a la fachada de los Juzgados Centrales de los Contencioso-Administrativo y sustituyó la rojigualda por una enseña tricolor. Allí, en soledad y junto al mástil habilitado para el blasón nacional, este republicano tomó una decisión que ha alterado su vida normal. El juez lo condenó a pagar una multa de 6 euros al día durante siete meses (1.200 euros) tras condenarle por un delito de ultraje a España.

"Da igual la pena económica que me hubiera impuesto el magistrado, no la habría pagado", se reafirma con seguridad d'Urgell. "Ni aunque hubiera sido un céntimo al día", remata este republicano de ideas sólidas. D'Urgell tiene claro que no pagó la multa porque considera que su acto no menoscaba la honorabilidad del país, "sería darles la razón". "Yo confío en la justicia, aunque pueda estar en desacuerdo. No voy a declararme en rebeldía", confirma.

En la sentencia del caso, el juez señaló que la 'aventura' de d'Urgell fue un acto de desobediencia civil, sin violencia, ni premeditación ni destrucción de la propiedad pública. En aplicación del artículo 543 del Código Penal, el magistrado le impuso la pena mínima. Ahora, ante la negativa a hacer efectivo el pago, este hombre podría cumplir tres meses y medio de prisión.

El objetivo de la acción

D'Urgellsetoma su 'aventura' como una cuestión personal, aunque evita en todomomento el fanatismo ideológico. "No soy un independentista, ni uninvasor extrajero, ni odio a España", asegura con tono reflexivo. "Miintención fue promover una idea más justa del modelo político español,con todos sus cargos electos.Provocar la democratización de la jefatura del Estado", afirma esterepublicano con voz firme. "No es una cuestión de fanatismo ideológiconi tampoco de héroes", remata D'Urgell.

Este republicano de 35años sigue apostando con la misma pasión por su acción de 2006. "Sialguien analiza los hechos, se dará cuenta de que por supuesto no habíaánimo de injuriar al país, sino todo lo contrario", se defiended'Urgell. "Pretender que España cambie su forma de gobierno es una cosay otra es insultarlo", remata.

"Me lo plantearía de otra manera"

Su postura tampoco es inflexible. Reconoce que si la pena no fuera tan corta, "me lo plantearía de otra manera". "Considero que el ingreso en prisión compensa con creces si al final se provoca un cambio en la sociedad española", resume este republicano. "Es una calle sin salidad, hay que estar hasta las últimas consecuencias porque si no llego hasta el final podría utilizarse en contra de los principios que defiendo y la solidez de estas convicciones", asume d'Urgell.

Sin embargo, pasar 105 días en prisión tiene a d'Urgell preocupado: "Estoy mal a todos los niveles". "No me hace ninguna gracia este asunto y las perspectiva no es positiva. Ahora bien, esto son principios y no los voy a cambiar. Al fin y al cabo, tres meses y medio tampoco es una eternidad", señala con optimismo. La cuenta atrás llega a su final.

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