Otegi: ¿Por qué las víctimas de Franco son mejores que las víctimas de ETA?

  • Tanto la memoria histórica como las víctimas del terrorismo están condicionadas y examinadas ideológicamente.

    Los que han abierto las puertas del Parlamento catalán a Arnaldo Otegi no se pueden calificar de despreciables, en este caso son estúpidos. 

Forcadell enmarca la reunión con Otegi dentro de la normalidad del Parlament
Forcadell enmarca la reunión con Otegi dentro de la normalidad del Parlament
EUROPA PRESS
José Luis Roig / @joseluisroig

No es fácil perdonar. Incluso es difícil perdonar a la gente que amas. Ya no digamos a los que desprecias u odias. Otegi es un ser despreciable. No pretendo insultarle, simplemente describirle. Es despreciable por lo que ha hecho: conspirar con el mal para asesinar y generar terror. También es despreciable por lo que hace hoy: jactarse de la sangre derramada y pavonearse ante las víctimas y, sobre todo, mancillar las instituciones democráticas que él mismo intentó destruir con el terrorismo. Por si fuera poca la desfachatez, tampoco tiene la valentía ni la inteligencia de pedir perdón, aunque sea en voz baja.

Los que le han abierto las puertas del Parlamento catalán a Arnaldo Otegi, entre otros la presidenta de la Cámara, Carmen Forcadell, no se pueden calificar de despreciables, en este caso son estúpidos o imbéciles, en el sentido descriptivo de seres con poca inteligencia. Porque hay que ser muy necio para olvidar que de los 829 crímenes perpetrados por la banda terrorista ETA, 53 asesinatos se cometieron en territorio catalán. Los heridos pasan de 250.

No hace tantos años que sucedieron estos atentados –Hipercor en 1987, Ernest Lluch en el 2000-. La sangre y el dolor de las víctimas de ETA sigue estando caliente y presente. Pero algunos políticos estúpidos –es una descripción, no un insulto- consideran que el recuerdo y la memoria de los asesinados por la banda terrorista no merece respeto, o simplemente consideran que ya ha cicatrizado su sufrimiento, y que no deben protestar ni molestarse porque un miembro de ETA –sus verdugos- se pasee por el Parlamento sin ningún rubor y sin pedir perdón.

Pero he aquí, sin embargo, que la extrema izquierda española, Podemos, IU, CUP, principalmente, se empeña y se esfuerza hasta extremos insólitos por revivir y pervivir la memoria histórica de la Guerra Civil. Se emperran y se desgañitan pidiendo el derecho de las “víctimas” (aunque fueron todos víctimas, ellos sólo se acuerdan de los que perdieron la guerra) a recuperar a sus familiares enterrados en las cunetas, y exigiendo que no quede ni un recuerdo ni un símbolo de aquella contienda fratricida. Hoy día no es que se quiera cambiar la Historia, o sí, pero se quiere mejorar y consolar la memoria de los que murieron y de sus familiares. Lo mismo que desearían las víctimas del terrorismo y no consiguen, ya que a ellas se las ignora con gran facilidad. No estoy en contra de la memoria Histórica, mientras no se convierta en histérica, como tampoco lo estoy de que se respete más a los que han sufrido la barbarie de ETA.

Está claro que los españoles somos raros. Un suceso sangriento –una guerra- que ha finalizado hace 77 años hay que mantenerlo vivo en el recuerdo para honrar la memoria de (algunas) víctimas; pero otro suceso, tan execrable o más, que no hace ni 10 años que ha terminado hay que superarlo con buen ánimo.

No parece justo, ni lógico. Lo que sucede es que tanto la memoria como las víctimas están condicionadas y examinadas ideológicamente. No son vistas desde la compasión y el humanismo con el que hay que atender al que sufre el terror de la violencia. España es el país del sectarismo y de los prejuicios. La palabra concordia no figura en nuestro vocabulario ni en nuestra conciencia. Aquí, al que piensa distinto, no hay que convencerle, hay que vencerle.

Ojalá se hiciera con la Guerra Civil lo que se pretende hacer con el terrorismo, enterrarlo en el monte del olvido. A las víctimas se les pide un esfuerzo de desmemoria. Que no tengan tan presente lo ocurrido, que pasen página, que no sean rencorosos y que olviden. Mientras tanto, la Guerra del 36 no sólo no se entierra ni se olvida, sino que se utiliza como arma arrojadiza para ajustar cuentas pasadas y presentes.

Otegi ha aprovechado su viaje a Barcelona para demostrar su indigencia intelectual. Y se ha columpiado reconociendo que Cataluña (el independentismo) es un modelo a seguir por Euskadi. ¡Toma ya! 50 años matando y extorsionando para acabar diciendo que los catalanes lo han hecho bien sin pegar un tiro, y nosotros, los necios terroristas de ETA, la hemos cagado (perdón, pero no encuentro otra palabra tan precisa) asesinando a 829 personas y dejando a miles de heridos por ese camino absurdo de la barbarie. Que triste final para un falso “hombre de paz”, reconocer que los crímenes de ETA han sido una perdida de tiempo y una locura sangrienta, y lo de los catalanes un modelo a seguir.

Por su puesto, Arnaldo Otegi no ha pedido perdón en ningún momento. Simplemente se ha limitado a decir que lo de Hipercor “nunca debió suceder”. Hay que ser cretino para admitir un error, y otros cientos, y luego no reconocerlo. Ni Hipercor ni los otros atentados, ni los 829 crímenes de ETA debieron suceder nunca. Es tarde para evitarlo pero no para recordar y honrar a las víctimas.

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