Presos políticos, libertad... la perversión del lenguaje en la crisis catalana

  • La lengua es un arma poderosa. Vaciar de significado las palabras permite moldear a la opinión pública, si no engañarla. Políticos y medios lo saben.
Relevado el director de TV3 a unos meses del referéndum independentista
Relevado el director de TV3 a unos meses del referéndum independentista

"El lenguaje importa. Las palabras no cuestan nada, y cualquier político, periodista o ciudadano de a pie posee una reserva ilimitada de ellas. Con tiempo, los líderes, comentaristas y activistas dotados de empatía y elocuencia pueden emplear las palabras para no solo explotar la opinión pública, sino moldearla. Sin embargo, hay días en que unas pocas palabras bien elegidas adquieren una importancia crucial, y el orador que las halla decide el curso de los acontecimientos". Son palabras de Mark Thompson, presidente de The New York Times Company después de haber dirigido durante ocho años la BBC en su libro 'Sin palabras' ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? (editorial Debate).

Es lo que está ocurriendo hoy sin descanso en España, sumida en la posverdad, en el uso fraudulento de lenguaje, que es un arma en sí mismo. Términos como preso político, amnistía, dictadura, democracia, libertad, derecho a decidir, país, nación... son usados fuera de contexto y de una forma banal. En el camino pierden su sentido y su significado. Se vacían y acaban no significando nada. Son términos de los que se apropian los políticos.

"Me avergüenza que en mi país se encarcele a opositores. No queremos la independencia de Cataluña pero hoy decimos: libertad presos políticos", señala Pablo Iglesias al referirse a Junqueras y los consellers. Colau habla de “parar este espiral represivo” y pide una "amnistía". El exalcalde y líder del grupo Demòcrata, Xavier Trias habla de un Estado que encarcela personas decentes es un Estado indecente y se pregunta si hay democracia en España.

El despido en diferido de Bárcenas, la regularización fiscal en vez de hablar de amnistía, la desaceleración en vez de la crisis, la movilidad en vez de la fuga de talento, el préstamo en condiciones ventajosas en vez de hablar de rescate... Todos son muestras de falsedades convertidas en verdades a través de la palabra. Y no cesan.

El filósofo e intelectual Fernando Savater no cree que el término posverdad sea algo nuevo. "Se están cumpliendo lo que pronosticó Orwell en '1984'. Pero esto es muy viejo, es el uso del lenguaje para engañar". No cree que este mal vicio sea propiedad de nacionalistas, o populistas. "Lo hacen todos los políticos, son trucos para ganar las batallas, aunque es verdad que las redes sociales han acelerado todo. Se usa el lenguaje como escudo para mentir, aunque es cierto que el caso catalán está adquiriendo tintes desproporcionados".

La responsabilidad de los medios

La pregunta es ¿hemos perdido hoy socialmente el respeto por el lenguaje? Javier Lascurain Sanchez, de la Fundèu es rotundo al respecto. "Forma parte de la naturaleza de los políticos utilizar todos los recursos a su alcance para convencer. Y, entre ellos, está el lenguaje, evidentemente. Desde la Grecia clásica existe este debate. La frontera entre la perversión y el ejercicio lingüístico debería estar en la honestidad".

Lascurain tiene claro que los políticos, y no solo ellos, intentan utilizar el lenguaje para favorecer sus propios intereses: emplear eufemismos para maquillar lo negativo, apropiarse de términos con connotaciones positivas, hipérboles para subrayar lo positivo... Eso es así desde tiempo inmemorial. Y es cierto que en ocasiones "los medios aceptan de forma acrítica estos usos cuando deberían estar vigilantes para que sus informaciones lleguen a los ciudadanos en un lenguaje claro y no manipulado por otros intereses".

Porque los medios no salen indemnes de esta batalla contra el lenguaje que se usa como bandera partidista. Thompson no fue el primero en alertar el mal uso del lenguaje, y no solo por parte de los políticos. El periodista John Lloyd, en su libro de 2004 'What the Media Are Doing to Our Politics', retrataba a unos medios británicos modernos (con la BBC a la cabeza) tan arrogantes, tan obsesionados con el éxito sobre la competencia y tan engañados sobre sí mismos que se arriesgaban a perder cualquier sentido de la responsabilidad cívica.

"Desde un punto puramente lingüístico, se podría decir que en los nuevos medios prima aún más que antes la inmediatez, y eso quizás nos lleve a tolerar más, a ser más permisivos con las faltas de ortografía o errores de bulto gramaticales. En ocasiones parece brillar y valorarse más el ingenio rápido que la precisión y, en ese sentido, existe el riesgo de relegar la calidad lingüística a un segundo plano. Un error a todas luces", destaca en referencia a los medios de comunicación. Las críticas a TV3, y desde otro prisma a TVE, dañan sin remedio la credibilidad de la profesión a ojos de los ciudadanos, hasta el punto de que ya ven o leen lo que les reafirma en sus ideas.

Hoy quien maneja el lenguaje y la comunicación cuenta con un arma poderosa. De ahí que el término "no ha sabido comunicar", "no ha tenido relato", sea cada vez más común. Pero ahora, en el mundo de los 140 caracteres, de la inmediatez, del vídeo viral, no es fácil que el relato veraz y contrastado llegue. En el camino ya lo han hecho los montajes, los memes... con más impacto.

"Como en muchos otros fenómenos, las nuevas tecnologías están permitiendo que todo sea más veloz y más visible. Y en la medida en que favorece exponencialmente la difusión de los mensajes da más poder a todos los que las usan y muy especialmente a quien las maneja con pericia. Las nuevas tecnologías permiten un sinfín de conversaciones e interactuaciones impensables antes. Es delicado porque facilita a todos un arma muy poderosa cuyo uso adecuado está también íntimamente ligado al nivel formativo, pues a mayor educación se hará un mejor uso de ellas", destaca Lascurain.

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