Profeta Satie

  • El compositor Erik Satie (1866-1925), tan admirado y vilipendiado en vida como después de su muerte, fue un adelantado de su época como pionero de fenómenos que posteriormente se extenderían como la música de ambiente, el minimalismo, la fusión y la banda sonora para el cine.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 23 jun.- El compositor Erik Satie (1866-1925), tan admirado y vilipendiado en vida como después de su muerte, fue un adelantado de su época como pionero de fenómenos que posteriormente se extenderían como la música de ambiente, el minimalismo, la fusión y la banda sonora para el cine.

Si pudo ejercer como precursor musical -"El porvenir me dará la razón ¿no he sido siempre buen profeta"?, escribió sobre sí mismo- se debió a su idea del mundo y del arte, que plasmó en una frase, "la experiencia es una forma de parálisis", según su último biógrafo, Alfonso Vella, catedrático de Armonía del Conservatorio Superior de Música de Córdoba.

Esa actitud le llevó a incluir nuevos "instrumentos" en la sección de percusión: máquina de escribir, rueda de lotería, revólver -llegó a dispararlo seis veces en un estreno-, sirenas agudas y graves y un "botellófono" o conjunto de quince botellas afinadas según la cantidad de agua que contenían.

Vella ha dicho a Efe que Satie "es uno de los pilares en esa revolución del lenguaje musical que acontece a finales del XIX".

Humanamente fue "una figura muy rica, extraordinariamente original", según Vella, quien ha titulado su biografía "Satie. La subversión de la fantasía" (Península).

También ha destacado que "durante toda su vida adulta mantuvo relaciones con otros creadores vanguardistas de muy diversas estéticas: Picasso, Apollinaire, Cocteau, Picabia, Tzara, Duchamp, Brancusi, René Clair, Max Jacob, Man Ray...", y su extraordinario interés por la pintura: "Aseguraba que siempre había aprendido más de los pintores que de los músicos".

De hecho, ha señalado Vella, "con Picasso colaboró directamente en tres creaciones, fue amigo muy íntimo de Derain; también de Braque, Gris y otros pintores españoles que andaban por aquel París efervescente, como Rusiñol o Utrillo, y tuvo una relación amorosa con Suzanne Valadon, la primera mujer que ingresó en la Sociedad Nacional de Bellas Artes de Francia".

Como compositor, Vella ha destacado "su prodigiosa fantasía, su absoluta independencia estética y su capacidad para reinventarse a sí mismo", con el valor añadido de que "sus primeras obras no solo son muy novedosas, muy rompedoras con lo que en esa época se estaba componiendo, sino que además son muy diferentes entre sí".

Al recorrer como biógrafo sus creaciones, Vella ha advertido que "al principio uno piensa: 'Bueno, es joven, está empezando, anda en busca de un estilo...', pero lo curioso es que en toda su carrera sucede lo mismo, como si la preocupación de quedarse anclado en una estética hubiera sido permanente en él".

Durante la continua búsqueda que fue su vida creativa "mantuvo relaciones muy interesantes con Ravel, Stravinsky, Milhaud, Viñes, y sobre todo con Debussy, con quien estableció una relación muy estrecha durante más de veinticinco años"

Satie componía en los cafés, trabajó como pianista en cabarés y siempre hizo gala de un humor por el que en ocasiones no le tomaron muy en serio, de modo que, "algo de eso queda todavía", ha advertido Vella, quien ha asegurado que "no se le ha valorado suficientemente como compositor".

El biógrafo ha destacado que, aunque sufrió estrecheces, "siempre supo mantenerse firme ante quienes le reportaban ingresos, fuesen personas o instituciones, y jamás dirigió su esfuerzo como compositor hacia lo que estaba de moda, hacia lo rentable, lo que lo convirtió en un creador particularmente puro".

Erik Satie no conoció el éxito hasta los 51 años, y aún así con división de opiniones, ya que los asistentes al estreno de su "Parade", en 1917, se liaron a mamporros en el mismo patio de butacas.

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