Quince días de septiembre precipitaron el año más convulso de Cataluña

  • Tan solo quince días del final de un verano, los transcurridos entre la Diada del 11 de septiembre y la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas el 26, marcaron todo un año en Cataluña, un ya de por sí convulso 2012 sacudido por la crisis, los recortes y, además, el debate soberanista.

Leandro Lamor

Barcelona, 12 dic.- Tan solo quince días del final de un verano, los transcurridos entre la Diada del 11 de septiembre y la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas el 26, marcaron todo un año en Cataluña, un ya de por sí convulso 2012 sacudido por la crisis, los recortes y, además, el debate soberanista.

En apenas dos semanas, una legislatura proyectada a cuatro años se redujo a dos y la hoja de ruta de CiU sobre el pacto fiscal se saltó varios capítulos para situarse en la promesa de una consulta soberanista al rebufo de una multitudinaria manifestación de la Diada en la que las consignas independentistas sonaron con más decibelios mediáticos que la demanda de una mejor financiación.

Fueron quince días eléctricos que condensaron además el rechazo del Gobierno al pacto fiscal durante una reunión entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de Cataluña, Artur Mas, la convocatoria de elecciones anticipadas para buscar una "mayoría excepcional" de CiU y la promesa solemne del president de convocar una consulta soberanista con o sin permiso del Estado.

Y es que, hasta ese momento, el dossier de la política catalana estaba más condicionado por la agenda económica y social que por la agenda soberanista, ya que el primer semestre estuvo protagonizado por las movilizaciones sociales contra los recortes económicos, así como por el incesante incremento del paro.

Los recortes sociales que el gobierno de CiU inició en 2011 continuaron en 2012 en forma de restricciones al acceso a la Renta Mínima de Inserción, recortes salariales a funcionarios e interinos, cierres de quirófanos, el aumento de tasas universitarias y, quizás la más emblemática, la implantación del euro por receta.

Este panorama se conjugó con más de ochocientos mil parados, el goteo incesante de desahucios, un endeudamiento récord de la Generalitat de 43.954 millones y dificultades de tesorería que le llevaron hasta en dos ocasiones a dejar de pagar los conciertos sociales mensuales y depender de las transferencias del Estado.

Con la calle tomada por las protestas de diversos colectivos por los recortes, la Generalitat tuvo que solicitar 5.370 millones del Fondo de Liquidez Autonómico, además de, en paralelo, acelerar la petición de un "pacto fiscal" basado en una hacienda propia que gestionara todos los impuestos recaudados en Cataluña.

Esta reivindicación económica fue derivando a marchas forzadas hacia una orientación netamente política, canalizada principalmente por CiU y que estuvo en el germen de la convocatoria de la manifestación del 11 de septiembre, la Diada de Cataluña.

Como en la película de Mankiewicz, podría decirse que, cual si de repente hubiera llegado el último verano, todo se aceleró a partir de esa fecha, y del clamor inicial por un pacto fiscal se pasó a una manifestación con consignas independentistas bajo el lema "Cataluña, próximo Estado de Europa", convocada por la Asamblea Nacional Catalana, que Mas no secundó en persona, pero sí en "espíritu".

No habían pasado 24 horas de aquella manifestación cuando el posicionamiento oficial de la Generalitat, con el impulso personal de su presidente, viró desde la reclamación del pacto fiscal a la reivindicación de unas "estructuras de Estado" para Cataluña.

En este clima se produjo el 20 de septiembre la reunión de Mas con Mariano Rajoy, que se saldó sin acuerdo, a lo que siguió la convocatoria de elecciones para el 25 de noviembre, en las que, por primera vez en 30 años, CiU incluiría explícitamente en su programa electoral la autodeterminación y el Estado propio.

Tanto la convocatoria de elecciones para "escuchar" la voz de las urnas como la apuesta soberanista de Mas protagonizaron un último trimestre de fuerte debate político que cristalizó en la campaña electoral más tensa de la historia de Cataluña.

Fueron otros quince días de alto voltaje, en los que el debate soberanista solapó el económico pese a una huelga general de por medio y con el foco mediático centrado en un borrador policial sobre una supuesta financiación ilegal de CiU que acabó tensando aún más las relaciones entre el Gobierno y la Generalitat.

Las urnas hablaron el 25 de diciembre. Y hablaron más que nunca, con una participación histórica rozando el 70 %. Cuando cerca de la medianoche la cúpula de CiU compareció en el hotel Majestic no sólo se habían quedado sin la anhelada "mayoría excepcional" que reclamaban, sino que tenían doce diputados menos que en 2010.

La aritmética parlamentaria dejó a CiU con la posibilidad de negociar un pacto con ERC -que pasó de 10 a 21 diputados- o con el PSC -20 diputados- ya que el entendimiento con el PPC -que logró su mejor resultado histórico, con 10 escaños- no es posible mientras los nacionalistas sigan queriendo promover la consulta.

Asimismo, las urnas otorgaron un notable crecimiento a Ciutadans, que pasó de 3 a 9 escaños, una subida de 10 a 13 diputados a ICV-EUiA y la irrupción de las CUP con 3 representantes; en definitiva, un escenario que no supo detectar ninguna encuesta.

El año 2012 se cierra en Cataluña con la crisis en lo más crudo del duro invierno y con un escenario político más inestable que hace doce meses, sacudido por el debate soberanista y con varios puentes institucionales, políticos y sociales por rehacer. Que nadie dude de que la carpeta de deberes de 2013 viene más cargada que nunca. EFE

ll/jlg

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com 5836060 y otros)

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