Rajapaksa, el diablo conocido de Sri Lanka

  • A sus 69 años y tras una década en el poder en Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa quiere alargar 6 años más una presidencia de estilo personalista, con la que ha ido acumulando poder, acusaciones de adversarios y antipatías pero que defiende con resultados económicos en la mano y diciendo: mejor lo malo conocido.

José Luis Paniagua

Colombo, 6 ene.- A sus 69 años y tras una década en el poder en Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa quiere alargar 6 años más una presidencia de estilo personalista, con la que ha ido acumulando poder, acusaciones de adversarios y antipatías pero que defiende con resultados económicos en la mano y diciendo: mejor lo malo conocido.

"Diablo conocido es mejor que el ángel desconocido. Yo soy el diablo conocido, así que por favor vótenme", indicaba la semana pasada Rajapaksa en un mitin en el norte del país, ante la población tamil, la que menos aprecio siente por el gobernante, al advertirles que con el candidato de la oposición les podría ir incluso peor.

Su bigote profuso y peinado acicalado, su bufanda roja (Kurahan satakaya, un símbolo de la resistencia anticolonial) y la típica camisa kurta blanca han hecho de su imagen un icono entre los presidentes del Sur de Asia, habitualmente poco dados al histrionismo.

Para bien o para mal, Rajapaksa no deja a nadie indiferente.

Nació en el seno de una familia de políticos: su padre fue miembro del Parlamento y su tío D.M. Rajapaksa integrante del Consejo del Estado.

Mahinda parece convencido de que mejor que los parientes nada y, siendo miembro de una familia numerosa de seis hermanos y tres hermanas, se ha rodeado de familiares en ministerios, poderes políticos y hasta en el equipo nacional de rugby.

Su hermano Basil es ministro de desarrollo Económico; Chamal, presidente del Congreso, y Gotabaya, a quien muchos ven como el poder en la sombra, es el ministro de Defensa.

El mayor de sus hijos, Namal, es miembro del Parlamento, y hasta el equipo nacional de rugby tiene a un Rajapaksa como capitán: Yoshitha, el segundo hijo del presidente.

En una reciente entrevista con un canal indio al ser preguntado por las acusaciones de que no se ocupa de la comunidad tamil del norte de la isla, Rajapaksa argumentó: "no puedo ir contra los tamiles porque mi sobrina está casada con un tamil de Jaffna", capital de la provincia norteña tamil.

Con esos antecedentes sus adversarios le acusan de nepotismo y de hacer que su familia maneje todos los aspectos económicos y sociales de la vida en el país.

Nacido el 18 de noviembre de 1945 en el distrito suroriental de Hambantota, Rajapaksa estudió leyes y desde 2005 es el líder de la coalición Alianza para la Libertad del Pueblo Unido (UPFA), del que forma parte su formación política, el Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLFP).

Muy dado a la exposición pública, cuenta entre sus amigos a famosos como la superestrella de Bollywood Salman Khan, y él mismo hizo sus pinitos como actor de reparto, y es un más que activo usuario de la red social Twitter.

En lo interno defiende el desempeño de un país económico en franco crecimiento tras la guerra, e internacionalmente no ha dudado en alinearse con países como Rusia y China.

En su programa político asegura que reforzará las relaciones políticas, económicas y técnicas con la India, China, Rusia y Japón, que "están entre nuestros amigos", dice.

Rajapaksa ha sabido explotar la posición geoestratégica de su país y convertirse en una figura incómoda para Occidente y a ello atribuye las acusaciones sobre la vulneración de los derechos humanos.

Prácticamente todas las organizaciones no gubernamentales internacionales acusan a Rajapaksa por la campaña militar para acabar la guerra con la guerrilla de los Tigres Tamiles y que se saldó con 40.000 civiles muertos en su tramo final según la ONU.

La actividad económica con un país creciendo de forma estable por encima del 7% y el final de la guerra en 2009, que le valió la reelección en 2010 y ahora sigue presentando como activo político, son sus principales cartas frente al electorado.

Pero las acusaciones de corrupción y decisiones controvertidas como la destitución el año pasado de la presidenta del Tribunal Supremo vista como una injerencia de poderes por la ONU, y la reforma de la Constitución para crear una Presidencia Ejecutiva que concentra más y más poder pueden pasarle factura.

A pesar de ello, no parece dudar de su victoria.

"Estoy muy seguro de otra manera no hubiera ido a unas elecciones. Me quedaban dos años más", ha asegurado.

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