Represalias contra sindicalistas y sindicados ocurren en decenas de países

  • La discriminación, la violencia física o el despido siguen siendo formas habituales de amedrentar a sindicalistas y a trabajadores sindicados en decenas de países, aunque los casos más graves ocurren en Birmania, Guatemala, Georgia, Bahrein, Suazilandia, Zimbabue y la isla de Fiji.

Ginebra, 12 jun.- La discriminación, la violencia física o el despido siguen siendo formas habituales de amedrentar a sindicalistas y a trabajadores sindicados en decenas de países, aunque los casos más graves ocurren en Birmania, Guatemala, Georgia, Bahrein, Suazilandia, Zimbabue y la isla de Fiji.

La Confederación Sindical Internacional (CSI) presentó hoy en Ginebra, coincidiendo con la celebración también en esta ciudad de la conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un informe que ofrece datos sobre la situación sindical en 87 países.

La primera evidencia que surge es que a pesar de existir los instrumentos legales internacionales que protegen y promueven la libertad sindical y el derecho a la negociación colectiva, los sindicatos y sus miembros están expuestos a violaciones graves de sus derechos.

En 18 países, los sindicalistas fueron víctimas de algún tipo de acto violento por sus actividades, como en Colombia, donde 18 fueron asesinados en 2012 y cuatro en lo que va del año; mientras que en Sierra Leona -otro caso que pone de relieve la CSI- la policía mató el pasado enero a dos trabajadores cuando protestaban pidiendo mejores condiciones en la mina donde trabajaban.

En tanto, la organización ha constado que en 28 países hay trabajadores arrestados por pertenecer a un sindicato o por sus actividades sindicales, y menciona con especial preocupación a Turquía, donde están detenidos 91 miembros del sindicato KESK (Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos).

De acuerdo a las informaciones recopiladas por el CSI, Guatemala "se ha convertido en el país más peligroso del mundo para los sindicalistas" y se afirma que al menos "53 líderes y representantes sindicales fueron asesinados" desde 2007.

"Se ha creado una cultura de miedo y de violencia, donde el ejercicio de los derechos sindicales resulta imposible", señala el informe.

De otra parte, se indica que varios estudios han identificado las restricciones a los sindicatos como uno de los factores que más ha contribuido a incrementar la desigualdad de ingresos.

Y se ha constatado que esta es una realidad en todas las regiones y en la mayoría de países.

Las causas son, según los analistas de la CSI, el aumento del comercio internacional, los cambios tecnológicos, la desregulación del sector financiero, la competencia fiscal y la reducción de las aportaciones de los Estados a la protección social.

Hay, sin embargo, una causa mayor en el aumento de la desigualdad salarial y es la "explosión del trabajo precario", lo que incluye la contratación a corto plazo y la subcontratación.

El informe también hace hincapié en el grave impacto que la crisis financiera ha tenido sobre la negociación colectiva, sobre todo en Europa, donde se suele favorecer la negociación a nivel de empresa.

Ese derecho "se ha debilitado en países como Portugal, Grecia, Rumanía, España e Italia,", donde las reformas laborales han "impuesto barreras a la negociación" y tenido una repercusión negativa en la fuerza sindical.

La CSI recuerda en su informe de este año que el 40 por ciento de trabajadores y trabajadoras en dos terceras partes de países emergentes y en desarrollo trabajan en la economía informal.

Sobre el papel que pueden jugar los sindicatos en favor de ese sector, señala que "los salarios y condiciones de trabajo establecidos en los convenios colectivos en el sector formal muchas veces contribuyen a establecer un 'piso' mínimo en términos de remuneraciones y condiciones para la economía en general.

Entre las peores situaciones, se denuncia la de Suazilandia -última monarquía absoluta de África-, donde los sindicalistas se convirtieron en blanco de ataques por reclamar elecciones democráticas, mientras que, en Zimbabue, la policía interfiere regularmente en las actividades sindicales.

De Irán se denuncia que se ha prohibido a los sindicatos criticar las políticas económicas oficiales.

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