Ross: Es un misterio que la música no forme parte del corpus cultural actual

  • El crítico musical norteamericano Alex Ross, autor del superventas "Ruido eterno", ha expresado hoy en Barcelona su incredulidad porque la música clásica del siglo XX, la denominada música contemporánea, no forme parte del corpus cultural común.

Barcelona, 7 mar.- El crítico musical norteamericano Alex Ross, autor del superventas "Ruido eterno", ha expresado hoy en Barcelona su incredulidad porque la música clásica del siglo XX, la denominada música contemporánea, no forme parte del corpus cultural común.

Crítico del New Yorker, Ross se convirtió en un sorprendente éxito editorial con un libro que ofrecía una lectura cultural de la música del siglo XX y a la vez una historia de esos 100 años.

Y hoy ha presentado otro, "Escucha esto" (Seix Barral), en el que, conjugando la vida y el arte, la música y la historia, teje atemporales retratos de maestros canónicos como Mozart, Verdi o Schubert, al tiempo que ofrece su visión iconos de la música pop como Radiohead, Bob Dylan o Björk.

Ross ha comentado en la presentación que sus dos libros y otros, que seguro se publicarán en el futuro, demuestran que "la música clásica puede ser una cosa interesante para el público en general".

Ha subrayado el "misterio" que supone que la música contemporánea, Schoenberg, Shostakovich o Bartok, no formen parte del cuerpo cultural del siglo XX, como sí sucede con la pintura de Kandinski o con la literatura.

Piensa el crítico del New Yorker que esta situación tiene que ver con la educación: "los niños van de pequeños a museos, a teatros, pero en cambio se aproximan más tarde a la música contemporánea, y esa receptividad ya no es tan fresca como cuando son más pequeños".

También tiene que ver, añade Ross, con una tendencia que arranca en el siglo XIX, cuando ya entonces se programaba mucho a compositores muertos, que "llegaban a representar un 25-40% de los programas de teatros y auditorios, mientras se ignoraba a los autores de la época".

A su juicio, es como si la música clásica se hubiera quedado congelada en un altar, fuera intocable y ya no se busca más, como si ya se hubiera dicho todo; y "por eso, se ha extendido la impresión de que la música clásica no cambiará, algo que no sucede en otras artes".

Reconoce Ross que músicas como la clásica, el rock, el jazz o el pop se sustentan sobre estructuras económicas diferentes, y eso se debe reconocer. Sin embargo "son mundos que se tocan, tienen puertas de conexión, normalmente en los extremos, como pasa, por ejemplo, con el heavy metal y el free jazz".

El propio Ross creció escuchando exclusivamente clásica, a autores como Brahms, Bach o Beethoven, hasta que con 20 años conoció en la universidad a amigos que escuchaban rock, y ahí vio una conexión, aunque el viaje de vuelta, del rock a la clásica, también es habitual, según comenta.

A pesar de que el cine, el gran arte del siglo XX, incorporó la música clásica, al igual que hizo con las otras artes (fotografía, arquitectura, pintura), se produce una "paradoja", a decir de Ross: "la fuerza visual que tiene el cine, su potencia, ha dejado la música en un segundo plano a oídos del público".

Reconoce que la pérdida del poder de influencia social de la Iglesia, el lugar en el que tradicionalmente la gente entraba en contacto con la música, pero también participaba de ella a través del canto o interpretando algún instrumento, puede tener que ver con esa situación de invisibilidad de la clásica.

"En la actualidad, adoptamos más una postura pasiva, incluso el público del pop, que normalmente no sabe tocar ni una guitarra, por lo que difícilmente sabe qué sucede en el escenario", considera.

En relación a la crisis, Ross percibe que hay una preocupación especial en el mundo de la música en Europa. "En EEUU, donde las grandes orquestas se sustentan básicamente por las aportaciones del sector privado, por el mecenazgo, hay orquestas que están en un momento de crecimiento como la Filarmónica de Los Ángeles, pero hay grandes instituciones que no se sabe si seguirán".

Cree que el futuro es más seguro para los grupos más pequeños, que son más autónomos y tienen "buena salud", como son las orquestas de cámara, las de música antigua o las formaciones que están experimentando con la música electrónica.

Para ilustrar esta percepción recurre a la metáfora de la extinción de los dinosaurios: "los grandes animales, los dinosaurios, desaparecieron al no saber adaptarse a los cambios del clima, pero los animales más pequeños consiguieron sobrevivir".

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