Trucos frente a la paranoia de los atentados en el Líbano

  • En medio de la paranoia que se está extendiendo en el Líbano por los cada vez más frecuentes atentados, han surgido trucos y estrategias para hacer sentir a los ciudadanos más seguros y prevenir los posibles daños.

Kathy Seleme

Beirut, 9 feb.- En medio de la paranoia que se está extendiendo en el Líbano por los cada vez más frecuentes atentados, han surgido trucos y estrategias para hacer sentir a los ciudadanos más seguros y prevenir los posibles daños.

"Por favor, les rogamos que tengan sus chaquetas abiertas", dice un letrero puesto en un minibús que circula entre la Universidad del Líbano y el barrio de Hamra, en Beirut.

El mensaje pretende evitar atentados como el que esta semana llevó a cabo un suicida, que se subió a uno de esos vehículos al sur de la capital e hizo estallar la carga explosiva que llevaba adosada causando dos heridos.

Ese ataque fue el último de una serie de ellos, dirigidos principalmente contra los feudos del grupo chií libanés Hizbulá, que lucha del lado del régimen en la guerra siria, que ha repercutido de manera negativa en la seguridad en el Líbano.

En ese contexto, una parte de la sociedad libanesa se opone a la creciente presencia de los sirios, que huyeron de la violencia en su país y ahora tienen prohibido salir a la calle por la noche en varias regiones del Líbano por miedo a que puedan cometer actos terroristas.

"Yo también paso miedo. Ya no permito a nadie que suba con un paquete al autobús", dice el chófer sirio Yuhan Gergos, que llegó hace un año al Líbano para poder mantener a su familia en Siria y reconoce haber pasado grandes dificultades en su provincia natal de Homs.

Una funcionaria, identificada como Fadia, no quiere moverse de su barrio: "Si sucede algo prefiero estar cerca de mi casa. Además puedo recoger rápidamente a mis hijos del colegio y ponerlos a salvo", afirma.

Los sacos de arena vuelven a estar colocados delante de negocios y edificios, como en los años de la guerra civil (1975-1990), mientras hay obreros que refuerzan la protección para que los cristales no caigan en pedazos en caso de explosión y puedan herir a los transeúntes.

Además, resulta casi imposible aparcar en las calles donde se han puesto bloques de cemento y cadenas para prevenir atentados con coches bomba.

Incluso las fuerzas del orden libanesas están pidiendo a los conductores que coloquen sus datos personales en el cristal delantero de sus vehículos para que les digan cuándo deben cambiar de aparcamiento en caso de aviso de bomba. Unas alertas que en muchas ocasiones son falsas y que se han multiplicado últimamente.

Estos sucesos han hecho revivir a los libaneses experiencias propias de la guerra civil.

Para la socióloga Ogarit Yunan, el miedo sigue existiendo desde entonces, aunque los libaneses hayan aprendido a desahogarse siguiendo con sus costumbres, saliendo, bailando o comiendo en restaurantes, lo que también -dice- es objeto de "admiración".

Frente a los habituales bombardeos de antes, que llevaban a la gente a refugiarse en otras zonas más seguras, "el pánico ha aumentado ahora por los atentados sorpresa, ya que (los libaneses) no han desarrollado un mecanismo interior para superar esa situación", asegura.

Para ayudar a los ciudadanos en los momentos traumáticos han aparecido iniciativas como la de la libanesa Sandra Hasan, una estudiante de Informática en Francia que, estando de vacaciones en el Líbano, fue presa del estrés y el pánico por varias explosiones.

Ideó una aplicación llamada "I am alive" (estoy vivo), que permite mandar rápidamente un mensaje por Twitter con las etiquetas "Lebanon" y "LatestBombing" (la última bomba) mediante teléfonos móviles con sistema operativo Android.

De esta forma, los afectados por una explosión pueden decir a sus seres queridos que están bien, aunque la red telefónica quede colapsada en el lugar del atentado.

El ejército, por su parte, lanzó hace meses otra aplicación móvil, LAF Shield (escudo de las fuerzas armadas libanesas), para que los ciudadanos envíen textos, imágenes, vídeos o sonidos de cualquier elemento sospechoso en la calle.

Y el centro de gestión de los atascos, dependiente del Ministerio de Interior, informa del estado de las rutas para que los ciudadanos eviten las que están cortadas por actos terroristas, accidentes o temporales.

Frente a estos trucos técnicos, hay quien también reivindica los derechos de las víctimas por terrorismo.

El movimiento "No soy un mártir, soy una víctima" rechaza que algunos dirigentes estén explotando el término de "mártir" para supuestamente sacar réditos políticos.

La campaña insiste en que esas personas no han perdido la vida por una determinada causa y ha criticado el uso de consignas políticas en los entierros de dos jóvenes muertos en atentados, cuyos casos han conmocionado en los últimos meses a la sociedad libanesa.

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